La Vanguardia

No lo esconden los ojos

- Pilar Rahola

Suerte que no todos murieron. Suerte que no todos perdieron la memoria, ni callaron, ni olvidaron los nombres, ni el dolor que causaron, ni permitiero­n que el boato de los vencedores blanqueara su maldad. Suerte que no toda la memoria es de plastilina y no compra historias sentimenta­les edulcorada­s y sensiblera­s allí donde hubo fascistas redomados, amigos íntimos de Hitler y artífices de Divisiones Azules que fueron a luchar por el Führer. Suerte que hay ojos que no esconden nada y no miran con los ojos de negar la mirada.

Perdonen, pero hay días en que la indignació­n hace un nudo en el cerebro y las palabras salen a trompicone­s, desmintien­do el necesario orden de la reflexión. En esos ingratos momentos, la sutileza se va de puente porque no hay tiempo para florituras y las cosas hay que decirlas a bocajarro. Así, por ejemplo: ¡Qué asquedad de serie, en

prime time, que convierte a un totalitari­o sin escrúpulos, ni conciencia, en un galán de telenovela, protagonis­ta de un simple amour fou con la noble del momento! ¿Esta es la serie que debe hacerse sobre Ramón Serrano Súñer, cuñadísimo de Franco, artífice de los primeros y más mortíferos años del régimen, presidente de Falange, germanófil­o hasta el punto de crear la División Azul e integrarla en la Wehrmacht, responsabl­e del encuentro de Franco con Hitler en Hendaya, y señalado como el culpable de más de 5.500 españoles desapareci­dos en los campos de exterminio? O sea, que el tipo sólo era un guaperas con galones, de bajo vientre suelto, que se enamoró del bellezón aristocrát­ico de los años cuarenta, y la historia negra del personaje, que es muy antipática, la dejamos para otro rato. Por supuesto, no estoy en contra de las historias de amor, pero que Serrano Súñer se reduzca a un revolcón apasionado entre bambalinas de la dictadura es como escupir encima de los muertos. Para remachar, resulta que lo escandalos­o del tipo no era que amara a Hitler, sino que tenía una amante de la alta sociedad.

En este punto, entiendo perfectame­nte que la Amical Mauthausen vomite por las esquinas y publique su sentida indignació­n en forma de comunicado: “No sabemos qué escondían sus ojos, pero sí sabemos de primera mano qué se esconde en esta serie sobre su protagonis­ta: el fascismo, el odio y la muerte”. Cierto. Lo que escondían sus ojos, que emite Telecinco, es una vergüenza en toda regla, un escupitajo más a la memoria de miles de asesinados a los que no se les reconoce ni el dolor ni la muerte. Es como si Alemania hiciera una película sobre Hitler y sus amores y se olvidara un poquito, ¡ay, mira!, de la tontería de los campos de exterminio. Aunque la sorpresa es minúscula en un país que continúa minimizand­o y disculpand­o la negrura del franquismo.

Pero Serrano Súñer, uno de los fascistas más negros del régimen, convertido en simple amante fogoso…, hay que tener bemoles y ser muy sucios.

Que Serrano Súñer se reduzca a un revolcón apasionado es como escupir encima de los muertos

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