Una respuesta urgente
Presidente de la Cruz Roja Italiana y vicepresidente de la Federación Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja
Cuando se comenta que en Europa estamos viviendo una emergencia migratoria, ¿no se trata en realidad de un fenómeno histórico cíclico de la humanidad originado por guerras, hambre o pobreza? ¿Cómo podemos pedirle a un sirio que permanezca con su familia bajo la amenaza de las bombas en Alepo o Raqa? ¿O creemos que podemos exigirle moralmente a una persona somalí que siga en su país a pesar de los conflictos o de la hambruna? En cuestiones así, todos deberíamos tener claro que la decisión dramática de miles de personas de abandonar su tierra está dictada por la desesperación y el miedo. Reivindicamos que los flujos migratorios no deberían ser tratados como una emergencia, sino como el resultado de unas causas más complejas. No detendremos jamás el flujo migratorio con la construcción de muros o con la políticas restrictivas: hasta que no se ataquen las causas, las personas continuarán emigrando.
Cuando en Europa se habla de emergencia, no se hace nada más que alimentar el miedo y el discurso tóxico sobre los migrantes. Según Acnur, en el 2015, 65,3 millones de personas huyeron de su hogar por conflictos o por persecución: 21,3 millones son refugiados, y más de la mitad son niños y niñas. Solo de junio a noviembre de este 2016, la Cruz Roja Italiana y el Migrant Offshore Aid Station (MOAS) han rescatado a más de 9.000 personas en el Mediterráneo central. Miles de personas voluntarias de la Cruz Roja o de la Media Luna Roja asisten a centenares de millares de personas migrantes en los países de origen, tránsito o destino. Pero, mientras aquí hablamos de emergencia humanitaria por el desembarco de 170.000 migrantes en Italia, el Líbano o Jordania acogen a millones de refugiados.
El Centro para la Cooperación en el Mediterráneo, acogido por la Cruz Roja Española, organiza en Barcelona un encuentro de Sociedades Nacionales de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja. Estos foros ayudan a reforzar nuestra actividad y coordinación en los países afectados y a concienciar a los gobiernos de que los actores humanitarios no pueden reemplazarles en la toma de decisiones. Hace falta una respuesta global urgente al fenómeno migratorio centrado en la humanidad, que detenga las muertes y que combata el tráfico infame de seres humanos. Los estados deben instaurar vías seguras para quienes huyen de la guerra, garantizar su atención sanitaria y humanitaria, u ofrecerles un compromiso real para su acogida e integración. La peor política –estigma, olvido, inacción…– sopla a favor del odio y nos arriesgamos a que la tragedia sea mayor. Explicar quiénes son las personas que llegan a nuestra casa, de qué escapan, eliminar el miedo hacia el otro, han de ser imperativos morales. El voluntariado es crucial para dar respuesta a esta crisis y para relajar el malestar social, pero no puede reemplazar la responsabilidad de quienes deciden y escriben las leyes y las directivas.
Explicar quiénes son las personas que llegan a nuestra casa, de qué huyen, ha de ser imperativo moral