El padre que soñaba con el Annapurna
Cuando nos conocimos no sabía que era Salvador Plans, el padre Salvador. Él tampoco sabía quién era yo, pero compartimos unos ratos felices. Fue en la cima del Aneto un lejano 1971. Hasta que no estuvimos en la cima, en medio de la niebla y el viento, no supimos que aquel grupo que iba detrás de nosotros eran monjes de Montserrat. Entre ellos, el entonces prior M. Boix y el mismo Salvador Plans. La bajada en medio de la tormenta nos hizo acelerar el paso. El prior, con dificultades en los pies, iba lentamente, pero nunca se quedó atrás. Uno u otro siempre le ayudaba.
Al acabar el último capítulo del libro Història de l’escalada a Montserrat, que terminé en la hospedería del monasterio, el padre Salvador me enseñaba algunas fotografías de su álbum de cuando, muy joven, había escalado las cumbres de la Montaña Serrada con el fin de poner alguna en el libro. Entre todas, salió una de la cima del Aneto fechada el mismo día que subimos. Fue entonces cuando descubrimos, con gozo, que habíamos compartido, sin saberlo, aquella bonita ascensión. Habían pasado 33 años.
El padre Salvador Plans era un monje riguroso y de un gran carácter. Había estado en la escolanía y era de aquellas personas exigentes. Pedía el máximo a aquellos pequeños cantores-alumnos y muchos de ellos lo temían.
Vivió la vida de monje con plenitud, devoción y mucha dedicación. El ora et labora de los benedictinos lo cumplía con la misma exigencia que lo pedía a los demás.
Cuando entró en el monasterio, las horas de esparcimiento de que disponía las dedicaba a escalar por la montaña con otros monjes que tenían la misma manía que él. El padre Ramon Ribera siempre me ha explicado la escalada que hicieron al Cavall Bernat. En aquella época, eran los años sesenta y setenta, el entusiasmo para llegar a una cima y el reencuentro con Dios que eso le suponía le llenaban el espíritu tanto como si estuviera rezando en la basílica.
En aquellos años, cuando los bomberos todavía no acudían a los rescates de montaña, los monjes que escalaban eran los primeros en salir a ayudar en caso de accidente, a la espera de la llegada de los especialistas del Grup de Socors de Muntanya de la Federació. Salvador formaba parte de esta avanzadilla. Le gustaba contar anécdotas sobre estos rescates.
Y como la vida pasa y cambia, Salvador, con los años, fue dejando la montaña para dedicarse más de lleno a la vida monástica, aceptando todos los trabajos que le correspondían con una dedicación plena y ejemplar. Había estado en la Cova y también hizo de hospedero durante muchos años.
En estos últimos tiempos, algunas molestias de salud lo dejaron disminuido físicamente, pero en ningún momento desfalleció su espíritu aunque, como hombre que era, estaba preocupado por aquellos golpes bajos que la salud le provocaba. Con todo, su iniciativa lo llevó a crear un Grup de Diàleg Cristià, donde tres veces al año, en el mismo monasterio y a veces en Miracle, manteníamos –y mantenemos todavía– conversaciones de la mano de conferenciantes de lujo del mismo monasterio. La última fue el mes pasado y ninguno de los asistentes pensó que sería la última con él. A partir de ahora echaremos de menos su guía.
El padre Salvador Plans tenía un sueño terrenal: ir a hacer el trekking de los Annapurna. En el despacho tenía una fotografía de la montaña del Himalaya, tal vez porque daba por hecho que nunca podría ir. Era un sueño muy bonito. El sueño de cualquier montañero. Como cuando soñó que quería ser monje de Montserrat. Este sí que lo cumplió con creces.