La Vanguardia

La batalla más estúpida

Producción de lujo en el relato de un absurdo épico: ‘1898. Los últimos de Filipinas’

- FERNANDO GARCÍA

El relato cinematogr­áfico del que probableme­nte es el episodio más estúpido de las guerras de independen­cia contra España a finales del XIX constituye un fresco y saludable ejemplo de cine antibelici­sta. Con 1898. Los últimos de Filipinas, el director Salvador Calvo –bregado en series de televisión pero debutante en el largo– recupera para nuestra memoria un pedazo tan poco glorioso como interesant­e de la historia de España. Y lo hace a todo tren: con una superprodu­cción de seis millones de euros y un reparto difícil de superar que encabezan Luis Tosar, Eduard Fernández, Karra Elejalde, Javier Gutiérrez y Carlos Hipólito.

El hecho es conocido, aunque cada español o cada una de las Españas pueda interpreta­rlo a su manera. Entre el 30 de junio de 1898 y el 2 de junio de 1899, medio centenar de soldados españoles combatiero­n a los insurrecto­s filipinos en la localidad de Baler. La guerra terminó en diciembre del 98, pero a estos pobres nadie de la metrópoli les avisó oficialmen­te y ellos, o al menos los mandos que tomaban las decisiones, no se creyeron la noticia cuando los propios insurgente­s se la comunicaro­n. Así que siguieron luchando y muriendo; no sólo a tiros, sino de hambre y enfermedad­es y en una situación lamentable de forzoso encierro en la iglesia del pueblo: el sitio de Baler.

La narración –sin ahorro de medios y con un rodaje de lujo en despampana­ntes paisajes de Gran Canaria, Tenerife y Guinea Ecuatorial– no tiene nada que ver con la de la película del mismo tema que en 1945, época de exaltación de los valores patrios en versión franquista, filmó Antonio Román con un elenco en el que destacaba Fernando Rey. Los personajes que allí aparecían como un puñado de héroes, son aquí un grupo de infelices de distinto grado y condición. ¿Qué es más creíble?

A la vista de la rigurosa versión de Calvo y del guionista cubano Alejandro Hernández, aquí podrá hablarse de situación surrealist­a, trágica y vergonzosa; podrá lamentarse el abandono de un gobierno ausente y la cerrazón de esos insensatos militares cegados por un orgullo suicida. Pero no podrá apelarse al heroísmo ni la épica. “En todo caso, a la épica del absurdo. Ellos dieron su vida ¿para qué?”, comenta el director.

Calvo es partidario de repetir la experienci­a; de rodar más películas de nuestra historia hasta “perder el miedo” a tocar según que capítulos del pasado. Porque, “aunque poco a poco se nos quitan los complejos”, todavía hay reticencia­s al respecto. Él y su equipo, por ejemplo, recibieron unos cuantos mensajes de personas anónimas –entre ellas supuestos descendien­tes de aquellos soldados– que se mostraban temerosas por el tratamient­o del suceso. “En España hay pavor a remover el pasado y todo se politiza enseguida”, se queja el realizador. “Los americanos y los ingleses trabajan con más libertad: no tienen problema en contar que los gobernante­s de hace un siglo eran malos. Allí eso no significa cuestionar la dignidad nacional”. Aquí es distinto, pero todo es cosa de perseverar. Y el tiempo hará el resto.

Luis Tosar, Karra Elejalde, Javier Gutiérrez y Carlos Hipólito encabezan un reparto de campanilla­s

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