La España de Draghi
Estos últimos días, el presidente del BCE se ha prodigado en comentarios, un tanto inusuales, sobre España, sus reformas y la política monetaria. De sus consideraciones emergen cuatro aspectos que merecen atención.
Primero. Reivindicación de los vientos de cola en la mejora de la eurozona. Tanto de la caída de los precios del petróleo como de la política monetaria del BCE, defendiéndose de las críticas de algunas cancillerías y, particularmente, de la alemana. Ahí, Mario Draghi establece un nexo causal entre bajos tipos de interés y caída del precio del petróleo, por un lado, y aumento del consumo interno (y también de la inversión) y recuperación, por el otro. Tanto para España como para el resto de la eurozona.
Segundo. Bajo crecimiento de la productividad en los países del área del euro, lejos de los aumentos en EE.UU. En este aspecto, no somos distintos: en la recuperación, la productividad ha aumentado en España en el entorno del 0,5%, muy alejado del deseable 2%.
Tercero. Advertencia sobre el potencial hundimiento del PIB por habitante las próximas décadas. Sin cambios en las condiciones actuales de productividad, paro estructural y participación laboral, y con las proyecciones de población de la OCDE, España situaría el producto por habitante en 2050 un 22% inferior al actual, frente a las reducciones, importantes pero inferiores, de Alemania (-14%) e Italia (-16%).
Cuarto. Importancia crucial de la política de reformas. Y más en particular, y refiriéndose a España, de la laboral. De ella ha destacado sus positivos efectos en el aumento del empleo, respondiendo a los que acusan a estas políticas de generar desigualdades. En su opinión, y en esto estaríamos de acuerdo, la peor desigualdad es la que provoca el desempleo.
El vínculo entre estas reflexiones, aparentemente desconectadas, es el necesario crecimiento de la fuerza de trabajo, el empleo y la productividad si pretendemos mantener y elevar nuestro nivel de vida. Porque, dada la demografía, nuestro bienestar caerá sin mejoras en esas variables. En esta narrativa, las reformas de mercados de productos y factores deberían facilitar avances en la ocupación y la productividad, mientras que la ultralaxa política del BCE contribuiría a generar el margen de maniobra preciso para implementar esos cambios.
Coincido en este diagnóstico. Aunque modificaría el orden de causalidad y ampliaría las reformas que han sido relevantes. Porque, en el caso español, las condiciones necesarias para la recuperación fueron las reformas de 2010-2012: fiscalidad, pensiones, mercado de trabajo y sistema financiero. Sólo entonces pudieron desplegar su efecto los vientos de cola exteriores: caídas del precio del crudo y del euro y bajos tipos de interés. La conjunción de ambas condiciones explica por qué España estaría creciendo por encima del 3% e Italia se encuentra estancada. No lo olvidemos ahora que regresan tentaciones de frenar, o revertir, algunas de las reformas efectuadas.
La diferencia entre el crecimiento de España e Italia está en las reformas del 2010-2012