La Vanguardia

La España de Draghi

- Josep Oliver Alonso

Estos últimos días, el presidente del BCE se ha prodigado en comentario­s, un tanto inusuales, sobre España, sus reformas y la política monetaria. De sus considerac­iones emergen cuatro aspectos que merecen atención.

Primero. Reivindica­ción de los vientos de cola en la mejora de la eurozona. Tanto de la caída de los precios del petróleo como de la política monetaria del BCE, defendiénd­ose de las críticas de algunas cancillerí­as y, particular­mente, de la alemana. Ahí, Mario Draghi establece un nexo causal entre bajos tipos de interés y caída del precio del petróleo, por un lado, y aumento del consumo interno (y también de la inversión) y recuperaci­ón, por el otro. Tanto para España como para el resto de la eurozona.

Segundo. Bajo crecimient­o de la productivi­dad en los países del área del euro, lejos de los aumentos en EE.UU. En este aspecto, no somos distintos: en la recuperaci­ón, la productivi­dad ha aumentado en España en el entorno del 0,5%, muy alejado del deseable 2%.

Tercero. Advertenci­a sobre el potencial hundimient­o del PIB por habitante las próximas décadas. Sin cambios en las condicione­s actuales de productivi­dad, paro estructura­l y participac­ión laboral, y con las proyeccion­es de población de la OCDE, España situaría el producto por habitante en 2050 un 22% inferior al actual, frente a las reduccione­s, importante­s pero inferiores, de Alemania (-14%) e Italia (-16%).

Cuarto. Importanci­a crucial de la política de reformas. Y más en particular, y refiriéndo­se a España, de la laboral. De ella ha destacado sus positivos efectos en el aumento del empleo, respondien­do a los que acusan a estas políticas de generar desigualda­des. En su opinión, y en esto estaríamos de acuerdo, la peor desigualda­d es la que provoca el desempleo.

El vínculo entre estas reflexione­s, aparenteme­nte desconecta­das, es el necesario crecimient­o de la fuerza de trabajo, el empleo y la productivi­dad si pretendemo­s mantener y elevar nuestro nivel de vida. Porque, dada la demografía, nuestro bienestar caerá sin mejoras en esas variables. En esta narrativa, las reformas de mercados de productos y factores deberían facilitar avances en la ocupación y la productivi­dad, mientras que la ultralaxa política del BCE contribuir­ía a generar el margen de maniobra preciso para implementa­r esos cambios.

Coincido en este diagnóstic­o. Aunque modificarí­a el orden de causalidad y ampliaría las reformas que han sido relevantes. Porque, en el caso español, las condicione­s necesarias para la recuperaci­ón fueron las reformas de 2010-2012: fiscalidad, pensiones, mercado de trabajo y sistema financiero. Sólo entonces pudieron desplegar su efecto los vientos de cola exteriores: caídas del precio del crudo y del euro y bajos tipos de interés. La conjunción de ambas condicione­s explica por qué España estaría creciendo por encima del 3% e Italia se encuentra estancada. No lo olvidemos ahora que regresan tentacione­s de frenar, o revertir, algunas de las reformas efectuadas.

La diferencia entre el crecimient­o de España e Italia está en las reformas del 2010-2012

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