La Vanguardia

“Mi padre no me favoreció frívolamen­te”

Tengo 42 años. Nací en Amsterdam, pero a los tres días estaba en Barcelona, y resido en Tel Aviv (Israel) desde hace cuatro años. Soy director deportivo del Maccabi. Soy padre, prefiero no dar más detalles de mi familia. ¿Política? Vive y deja vivir. No s

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Pesa mucho ser hijo de Johan Cruyff? No ha sido fácil. Hasta que un día entendí lo que tenía que entender y empecé a disfrutar.

¿Qué?

Que mi padre estaba entre el 1% de personas inmortales y que el 99% restante somos mortales, y yo entre ellos. Eso me quitó presión y pude relajarme.

Se publica su autobiogra­fía póstuma.

Ha sido mágico: mi padre decidió escribirla en el último año de su vida, sin saber aún que estaba enfermo.

¿Le ha gustado el libro?

Sí, y me ha sorprendid­o: ¡me menciona mucho más de lo que yo podía sospechar!

¿Y por qué no habría de hacerlo?

Mi padre era muy contenido en la expresión de sus emociones íntimas, no era efusivo. Yo no dudaba de que estaba orgulloso de mí, pero... no me lo decía directamen­te. Yo me enteraba por terceros... Y en el libro, en cambio, lo repite muchas veces.

Un buen legado emocional para usted.

Sí.

¿Cuándo descubrió usted que su padre era un ídolo?

Desde muy niño vi cosas curiosas: la gente se ponía nerviosa en su presencia, empezaban a caminar raro, hacían cosas extrañas, le daban un papelito...

Hoy todos los futbolista­s son estrellas.

Sí, y lucen pelos raros, cadenas de oro, tatuajes... Pero no era así aún en los años setenta.

¿Le afectaban aquellas actitudes?

En el colegio había un niño cabroncete al que yo le caía mal, y cada semana me decía: “A ver si el Barça pierde y tenéis que largaros de Barcelona”. Cada lunes, yo le decía: “Pues todavía no va a ser”.

Menudo rollo.

Es duro ser hijo de alguien polémico. Me costó hasta que me marché a jugar al Manchester, ya con 20 años.

Antes tuvo que oír que era un enchufado de su padre.

Mi padre apostó por subir al primer equipo del Barça a muchos jóvenes, yo entre ellos. Él lo hacía convencido de que valíamos, ¡no me favoreció frívolamen­te!

¿No hubo nepotismo, pues?

Jamás un padre expondría a su hijo a una situación para la que sabe que no está preparado, exponiéndo­le a que lo masacren. Yo estaba formado para dar el salto.

No cuajó. No Era presiones,me difícil, gustabanoe­l Barça existeel gimnasioes­la paciencia.un cluby padecí bajo lesiones.muchas

Quees ¿Quéleer lo la peor aprendiópr­ensa que deportiva.puedede aquel hacer tiempo?un deportista

Como ¿Por personaqué? competitiv­a que es, le afecta demasiadol­ea, y eso le cualquierr­esta energía opiniónpar­a concentrar­seadversa que en ¿Lessu rendimient­oenseña esto deportivo.a sus futbolista­s del Maccabi?Les prohíbo leer la prensa deportiva, sí.

muy ¿Qué bueno? debe tener un futbolista para ser

En más toda importante.alta competició­n... no es el talento lo

¡El ¿Ah, carácter!no? ¿QuéSer mentalment­ees, pues? fuerte. Como sabes que un error puede costar millones de euros, hay que tener muchos...

¿Cojones?

Eso... para ser muy estable. Como jugador, y como entrenador, o director deportivo.

Como director deportivo, ¿le dio su padre algún consejo?

Sí, uno. Y siempre lo sigo.

¿Cuál?

“Tú sigue tu intuición”, me decía. Si obedeces tu pálpito, tu corazón, no te equivocas. Y lo hago cuando debo tomar decisiones importante­s y tengo dudas. Y jamás me he arrepentid­o. Después, el césped decide.

Quédese con una frase de su padre.

¡Son miles! “En el fútbol, uno más uno no son dos casi nunca”. Era un filósofo. O, también: “¡Disfrútate!”.

Acusaron a su padre de pesetero.

No se daba por aludido, no se entretenía en desmentir. Nunca le importó el dinero, defendía los intereses de los futbolista­s.

¿Pudo convivir con su padre en su final?

Sí, vino a verme a Tel Aviv, compartió algún entrenamie­nto, bromeó conmigo y otros técnicos... Tenía un niño dentro, una energía extraordin­aria, era hiperactiv­o, siempre le gustaba jugar con sus nietos...

Rescáteme una estampa de esos días.

Una buena comida bajo el resplandec­iente sol mediterrán­eo de Tel Aviv. Mi padre siempre buscaba los rayos de sol, ¡siempre! El sol le cargaba de energía.

¿Qué tal por Tel Aviv?

Los socios son agradecido­s y apoyan. He encajado bien. Buen clima, buena comida, cosmopolit­a, tolerante, abierta, mezclada... Me gusta contratar a futbolista­s musulmanes, como me pide el propietari­o. Jugamos a favor de la reconcilia­ción. Soy feliz. Mi padre estaría contento.

¿Y entrenar a un gran equipo europeo?

Me llegan propuestas, pero no es todavía el momento.

VÍCTOR-M. AMELA

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DAVID AIROB

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