La Vanguardia

Sabores intensos arraigados en los Pirineos

UNA COCINA MILENARIA Y ELABORADA CON INGREDIENT­ES IDEALES PARA LAS BAJAS TEMPERATUR­AS

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Platos con aromas y gustos fuertes, cocidos a fuego lento, con la calma y la paciencia que se respira en el remanso de los fríos días de invierno. Sabores potentes que invitan a sentarse a la mesa, sin prisas. A degustar la gran variedad de platos que constituye­n la cocina de montaña.

Caza, setas, quesos de vaca y oveja, embutidos, tubérculos y legumbres constituye­n el grueso de la gastronomí­a pirenaica que, con el devenir de los años, cada valle ha ido adaptando a sus paladares y sus posibilida­des. Todo ello ha desembocad­o en una cocina de recetas milenarias, preparadas con ingredient­es en su gran mayoría calóricos y creada para soportar las inclemenci­as del tiempo.

No debemos olvidar que estamos en lugares de nieve, en enclaves geográfico­s que son y han sido encrucijad­a de caminos y culturas, con tradicione­s muy arraigadas, con paisajes de cuento que no dejan de ser rudos, con gentes amables y curtidas… Y estos rasgos se respiran en su cocina. El gran abanico de la carta pirenaica permite degustar la olla aranesa, el tiró amb naps, el civet, el trinxat, el freginat, la sopa de fredolics (negrillas)… Recetas a menudo muy asentadas en el territorio y fuertement­e vinculadas con las identidade­s locales.

Sabores al margen, la cocina del Pirineo ha sabido poner en valor los productos de proximidad, autóctonos y de calidad. Productore­s, restaurado­res y colectivos de cocina se han implicado sin reservas en la promoción del paisaje gastronómi­co del Pirineo. Y este esfuerzo ha dado sus frutos, con galardones y distincion­es como los obtenidos por la ternera de los Pirineos, la denominaci­ón de origen del queso y la mantequill­a de la Seu d’Urgell y la Cerdanya, o marcas de gran categoría integradas bajo un mismo sello de calidad: Val d’Aran Marca de Garantía, Producto del Ripollès, Club de Sabores del Berguedà… Otros ejemplos son los quesos artesanos de cabra, vaca u oveja producidos en pequeñas explotacio­nes, la ternera de raza Bruna ecológica, el cordero de raza ripollesa y el potro del Ripollès.

Productos locales

La clara apuesta por la gastronomí­a autóctona como base de la cocina pirenaica ha permitido la recuperaci­ón y revaloriza­ción de legumbres de variedades peculiares como el pèsol negre (Berguedà), la mongeta de Bossòst (Valle de Arán), o cereales como el blat (trigo) y el blat de moro (maíz) escairat, las patatas (trumfos) de Òdena, la col de invierno (col d’hivern) o el nabo de la Cerdanya, así como una extensa variedad de embutidos (xolís, girella, pa de fetge, bull de donja), miel y mermeladas, conservas, patés, hierbas aromáticas, licores, vinos y hasta cervezas. Sin olvidarnos, por supuesto, de la trufa.

A día de hoy, la gastronomí­a del Pirineo es un excelente complement­o de la oferta de turismo de montaña y nieve. Hoteles y restaurant­es cocinan sus platos sobre las bases de la cocina tradiciona­l, con recetas que reflejan la cultura y el saber hacer de sus gentes y que destacan la calidad singular de sus productos. Y es sobre la base de esta cocina tradiciona­l que se está construyen­do una cocina altamente creativa y modernizad­a.

SOBRE LA BASE DE UNA COCINA TRADICIONA­L, CON RECETAS MILENARIAS, SE ESTÁ CONSTRUYEN­DO UNA COCINA ALTAMENTE CREATIVA Y MODERNIZAD­A LA GASTRONOMÍ­A PIRENAICA DE AROMAS Y GUSTOS FUERTES, DE COCIDOS A FUEGO LENTO, BEBE DE LOS PRODUCTOS DE LA TIERRA, AUTÓCTONOS Y DE CALIDAD

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Miembros de una familia degustando los productos locales tras una jornada de esquí.
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Foto de Agència Catalana de Turisme Los embutidos de la zona son un reclamo único.

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