El Brexit duro que impulsa May sufre su primer revés electoral
Los liberales ganan en Richmond con una lista que pide otro referéndum sobre la UE
Había sólo 40.000 votantes, pero las primeras elecciones celebradas en el Reino Unido después del referéndum del Brexit brindaron ayer una victoria tan simbólica como esperanzadora a los partidarios de no volar los puentes con Europa.
Nunca antes en la historia las elecciones de Richmond, un barrio próspero de Londres con 40.000 votantes, habían sido noticia. Pero esta vez se ha tratado de un minirreferéndum sobre la salida de la Unión Europea, o cuando menos sobre la manera de salir de ella. Y los liberaldemócratas han conquistado el escaño con una plataforma eurófila en la que pedían que el Reino Unido conserve el acceso al mercado único, y la celebración de una nueva consulta para aprobar o rechazar el trato final con Bruselas.
Podría decirse que el resultado de la elección parcial –provocada por la renuncia de su titular conservador, Zac Goldsmith, en protesta por la ampliación del aeropuerto de Heathrow– es un pequeño paso en la batalla del Brexit, pero un paso tal vez importante para suavizar los términos de la salida (la libra subió en los mercados monetarios), y forjar esa gran “coalición progresista proeuropea” (liberaldemócratas, verdes, nacionalistas escoceses y galeses, un sector del laborismo...) de la que tanto se habla, pero que no acaba de cuajar.
“El resultado de Richmond es una prueba de que el populismo no ha de triunfar necesariamente, de que no está escrito en ninguna parte que los Trump y los Le Pen tengan que ganar, que hay mucha gente ansiosa de apoyar a una fuerza moderada proeuropea de centro izquierda, y que a las políticas de la xenofobia, la división y el miedo se las puede derrotar”, dijo el líder
libdem Tim Farron después de conquistar el escaño con casi la mitad de los votos, en un vuelco electoral que ha puesto contra las cuerdas al Gobierno de Theresa May.
Hasta ahora la primera ministra, que debe su puesto a los euroescépticos a pesar de que ella hizo una tibia campaña por la permanencia durante el referéndum, había sugerido la inevitabilidad de un Brexit duro y establecido como prioridad la captación del sector del electorado que se opone a la inmigración, a fin de consolidar la ventaja de los
tories sobre un Labour que se desangra internamente, y de frenar los avances del neofascista UKIP. Pero de repente, ante la presión de las urnas y sobre todo de la City y el mundo empresarial, ha sugerido concesiones importantes, como la aceptación de mano de obra poco cualificada de la Europa del Este, y el pago de una contribución anual a Bruselas como precio por un acceso preferencial al mercado único.
La aspiración de May de dar por zanjado el Brexit con el resultado del referéndum (52% a 48%), que el Gobierno negocie y decida sin consultar a los Comunes, y de paso mantener unidos a los tories, parece cada vez más difícil de alcanzar. El papel del Parlamento será determinado por el Tribunal Supremo, Escocia considera que tiene el derecho a vetar cualquier resolución que vaya en contra de sus intereses y la voluntad de sus ciudadanos (mayoritariamente proeuropeos), y los liberaldemócratas han resurgido de sus cenizas como defensores de una nueva consulta y la permanencia en el mercado único.
Se suponía que esta cita electoral iba a ser un minirreferéndum, pero no sobre el Brexit sino sobre la ampliación de Heathrow. Pero los libdem consiguieron darle la vuelta al tema, y que hasta la estrella del rock y empresario musical Bob Geldof hiciera campaña a su favor. Entre unas cosas y otras, lograron que los simpatizantes laboristas eurófilos votaran a su candidata, Sarah Olney, e hicieran posible un tremendo vuelco. Cierto que se trata sólo de un escaño, pero en el pasado la elección parcial de Ribble Valley frenó la poll tax y escenificó el ocaso de Margaret Thatcher, la de Crewe impidió la subida en un 10% de los impuestos, y la de Brent East hizo evidente la hostilidad a la guerra de Irak. Richmond puede cambiar la dinámica del Brexit. No descarrilarlo, al menos de entrada, pero sí cambiarlo de vía.
Londres sugiere el pago de una contribución anual a la UE a cambio de un acceso preferente al mercado único