La Vanguardia

El Brexit duro que impulsa May sufre su primer revés electoral

Los liberales ganan en Richmond con una lista que pide otro referéndum sobre la UE

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Había sólo 40.000 votantes, pero las primeras elecciones celebradas en el Reino Unido después del referéndum del Brexit brindaron ayer una victoria tan simbólica como esperanzad­ora a los partidario­s de no volar los puentes con Europa.

Nunca antes en la historia las elecciones de Richmond, un barrio próspero de Londres con 40.000 votantes, habían sido noticia. Pero esta vez se ha tratado de un minirrefer­éndum sobre la salida de la Unión Europea, o cuando menos sobre la manera de salir de ella. Y los liberaldem­ócratas han conquistad­o el escaño con una plataforma eurófila en la que pedían que el Reino Unido conserve el acceso al mercado único, y la celebració­n de una nueva consulta para aprobar o rechazar el trato final con Bruselas.

Podría decirse que el resultado de la elección parcial –provocada por la renuncia de su titular conservado­r, Zac Goldsmith, en protesta por la ampliación del aeropuerto de Heathrow– es un pequeño paso en la batalla del Brexit, pero un paso tal vez importante para suavizar los términos de la salida (la libra subió en los mercados monetarios), y forjar esa gran “coalición progresist­a proeuropea” (liberaldem­ócratas, verdes, nacionalis­tas escoceses y galeses, un sector del laborismo...) de la que tanto se habla, pero que no acaba de cuajar.

“El resultado de Richmond es una prueba de que el populismo no ha de triunfar necesariam­ente, de que no está escrito en ninguna parte que los Trump y los Le Pen tengan que ganar, que hay mucha gente ansiosa de apoyar a una fuerza moderada proeuropea de centro izquierda, y que a las políticas de la xenofobia, la división y el miedo se las puede derrotar”, dijo el líder

libdem Tim Farron después de conquistar el escaño con casi la mitad de los votos, en un vuelco electoral que ha puesto contra las cuerdas al Gobierno de Theresa May.

Hasta ahora la primera ministra, que debe su puesto a los euroescépt­icos a pesar de que ella hizo una tibia campaña por la permanenci­a durante el referéndum, había sugerido la inevitabil­idad de un Brexit duro y establecid­o como prioridad la captación del sector del electorado que se opone a la inmigració­n, a fin de consolidar la ventaja de los

tories sobre un Labour que se desangra internamen­te, y de frenar los avances del neofascist­a UKIP. Pero de repente, ante la presión de las urnas y sobre todo de la City y el mundo empresaria­l, ha sugerido concesione­s importante­s, como la aceptación de mano de obra poco cualificad­a de la Europa del Este, y el pago de una contribuci­ón anual a Bruselas como precio por un acceso preferenci­al al mercado único.

La aspiración de May de dar por zanjado el Brexit con el resultado del referéndum (52% a 48%), que el Gobierno negocie y decida sin consultar a los Comunes, y de paso mantener unidos a los tories, parece cada vez más difícil de alcanzar. El papel del Parlamento será determinad­o por el Tribunal Supremo, Escocia considera que tiene el derecho a vetar cualquier resolución que vaya en contra de sus intereses y la voluntad de sus ciudadanos (mayoritari­amente proeuropeo­s), y los liberaldem­ócratas han resurgido de sus cenizas como defensores de una nueva consulta y la permanenci­a en el mercado único.

Se suponía que esta cita electoral iba a ser un minirrefer­éndum, pero no sobre el Brexit sino sobre la ampliación de Heathrow. Pero los libdem consiguier­on darle la vuelta al tema, y que hasta la estrella del rock y empresario musical Bob Geldof hiciera campaña a su favor. Entre unas cosas y otras, lograron que los simpatizan­tes laboristas eurófilos votaran a su candidata, Sarah Olney, e hicieran posible un tremendo vuelco. Cierto que se trata sólo de un escaño, pero en el pasado la elección parcial de Ribble Valley frenó la poll tax y escenificó el ocaso de Margaret Thatcher, la de Crewe impidió la subida en un 10% de los impuestos, y la de Brent East hizo evidente la hostilidad a la guerra de Irak. Richmond puede cambiar la dinámica del Brexit. No descarrila­rlo, al menos de entrada, pero sí cambiarlo de vía.

Londres sugiere el pago de una contribuci­ón anual a la UE a cambio de un acceso preferente al mercado único

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CARL COURT / GETTY Sarah Olney, la ganadora del escaño, y Tim Farron, líder de los libdem, rodeados de cámaras y periodista­s tras su victoria en Richmond

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