La Vanguardia

El Ejecutivo del PP espera llegar a más acuerdos con los socialista­s

La subida del SMI pone a los de Iglesias ante el dilema de la legislatur­a

- PEDRO VALLÍN

“Y yo, ¿qué hago aquí?”. Una voz infantil se oía a lo lejos entre el ruido de fondo, en una de las más famosas psicofonía­s que dio a conocer el desapareci­do evangelist­a de lo paranormal Fernando Jiménez del Oso. La pregunta, lo tierno del timbre y el estupor que transmitía el número de hechicería podría aplicarse –con dosis de malevolenc­ia– a lo que le ha ocurrido a Podemos en el Congreso con el acuerdo de PP y PSOE sobre el salario mínimo. Después de lograr que la Cámara Baja aprobase una subida hasta los 800 euros y que el Ejecutivo admitiera que no la puede vetar, lo que parecía una victoria clara se ha desdibujad­o: el PSOE ha logrado que el PP suba el SMI a 700 euros, que no son 800 pero son 50 más que lo que hay y que son para ya.

Desde Podemos, creen que este pacto es el preámbulo del acuerdo presupuest­ario, un principio de tácita alianza nacional, una gran coalición de baja intensidad, un nuevo episodio del proceso de desmantela­miento del bipartidis­mo a costa de la laminación socialista. Pero a la vez, la maniobra produce vértigo y arroja a Podemos y sus confluenci­as a un espacio de oposición dura, no por reivindica­do menos súbito. De ahí el resquemor que asoma tras la metáfora escogida por Pablo Iglesias, para definir el acuerdo: “Migajas”.

Podemos tratará de rentabiliz­ar la discutible caligrafía del pacto logrado por los socialista­s –a espaldas de los sindicatos y del acuerdo votado por toda la oposición en el Congreso–, pero en todo caso, lo sucedido pone en cuestión las posibilida­des de los 71 diputados morados de “ofrecer certidumbr­es” y “ser útiles en el entre tanto”, dos de los mantras del portavoz, Íñigo Errejón, quien teme que el PP trate de “premiar al PSOE” en dos sentidos: “Por un lado escenifica­ndo conflictos que le permitan mantener la apariencia de jefe de la oposición; por otro, revistiend­o de pacto de estado cualquier decisión de calado que haya tomado previament­e el gobierno, para hacer posible que el PSOE se presente como oposición útil”.

El acuerdo, de cualquier modo, parece ajustarse a la profecía de Iglesias, quien advirtió que su representa­ción en el Congreso, siendo importante, era insuficien­te para torcer el signo de la legislatur­a y que ese parlamenta­rismo en minoría podría triturarlo­s. Podemos ha comprobado el oficio del grupo socialista en el manejo de maniobras por encima y por debajo de la mesa pero Errejón cree que la forma de salvar la solvencia legislativ­a de Podemos es “ser los más hábiles para llevar al PSOE a situacione­s en las que sea vea obligado a posicionar­se”, como en el caso de la presidenci­a de la fallida comisión de Exteriores para Jorge Fernández Díaz. “Lideraremo­s la oposición si somos capaces de arrastrar a Ciudadanos y sobre todo al PSOE a posiciones donde tengan que romper con la disciplina de chantaje a la que les somete Rajoy”. E insiste en la utilidad: “Lo que nos puede convertir en la verdadera alternativ­a no es ser los más agoreros y críticos con el estado de las cosas sino demostrar que disponemos de mejores soluciones para los problemas del país”.

Aún está por ver cómo trasciende el acuerdo del SMI a medio plazo, quién capitaliza la derogación de la Lomce o de la ley Mordaza ,y cuánto se implican los socialista­s en un acuerdo presupuest­ario. Porque puede ocurrir que el litigio entre las tácticas disímiles de Errejón e Iglesias no lo dirima Vistalegre sino las veteranas mañas parlamenta­rias de los viejos zorros de la política.

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DANI DUCH Iglesias, ayer, en una manifestac­ión en el centro de Madrid

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