La Vanguardia

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El incremento de la presión fiscal a las empresas que supondrá el pacto económico de la próxima legislatur­a, y el futuro de la izquierda francesa tras la dimisión de Hollande.

HE decidido no ser candidato a la elección presidenci­al”. Con estas palabras, el presidente francés François Hollande anunció el jueves que no optaría a un segundo mandato en el Elíseo. Es la primera vez que un presidente de la V República Francesa renuncia a la reelección. Pero quizás no podía ser de otro modo. La popularida­d de Hollande había llegado al 4%, y las encuestas le daban poco más de un 7% de los votos en las primarias socialista­s. Semejante horizonte de humillació­n política invitaba a una discreta retirada. Y eso es lo que ha hecho Hollande, por motivos de dignidad personal pero, también, porque como responsabl­e actual de la administra­ción socialista no puede arriesgars­e a debilitar más a la izquierda.

El balance de los cinco años de Hollande no es muy halagüeño. En términos generales, ha decepciona­do a los franceses. No ha cumplido algunas de las principale­s promesas que en el 2012 le dieron la presidenci­a. Hollande hizo una gran apuesta por la lucha contra el paro. Pero la realidad le ha desmentido. La cifra de parados se ha mantenido con ligeras oscilacion­es alrededor de los 3,5 millones. Sólo en fechas recientes la curva ha empezado a declinar un poco. Tampoco ha tenido éxito Hollande en la contención del déficit. Su mandato, marcado por los atentados yihadistas de París y Niza, ha aportado algunos progresos sociales. Pero es también Hollande quien ha hecho reformas laborales que facilitan el despido. Se ha ido dejando un Partido Socialista dividido y enfrentado a los sindicatos.

El panorama de la izquierda está ahora más abierto que nunca. A seis meses de las presidenci­ales, y a quince días del cierre de la inscripció­n en las primarias socialista­s, que se celebrarán a fines de enero, destaca el nombre de Manuel Valls, actual primer ministro, cuya dimisión como tal se estima inminente, y en quien están depositada­s las principale­s esperanzas. También están Armand de Montebourg, Benoît Hamon y otros. Fuera del Partido Socialista, están desde Jean-Luc Mélenchon, con apoyo comunista, hasta Emmanuel Macron, que dejó el gobierno y formó su partido.

Sea quien sea al fin su candidato, la izquierda no se ve favorecida hoy por los sondeos. Por una parte, dicho candidato sucederá a un presidente gris. Por otra, tanto la derecha –Fillon ya batió a Sarkozy y a Juppé– como la ultraderec­ha –Le Pen se refuerza con la ola populista global– tienen ya a sus candidatos escogidos y en precampaña. Con Hollande optando a la reelección la suerte de la izquierda hubiera estado echada. Sin él, el optimismo tampoco está, ahora mismo, justificad­o.

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