La Vanguardia

El adiós del tibio Hollande

Desde octubre, Valls acosó al presidente para forzar su renuncia

- RAFAEL POCH París. Correspons­al

“El Tentetieso (en referencia a Hollande) nos tiene agarrados por los huevos”. Con este refinado vocabulari­o, Manuel Valls, nacido en Barcelona hace 54 años y primer ministro de Francia, resumió la situación política a sus ayudantes en el palacio de Matignon.

Era primera hora de la tarde del lunes y Valls acababa de regresar a su oficina desde el Elíseo. Todos los lunes almuerza con el presidente, pero en este caso la comida se demoró dos horas, más de lo habitual. Desde hacía unos días había en París un ambiente de conjura de

boyardos contra el zar Francisco I el tibio. El asunto venía de lejos, del 13 de octubre, pero durante el fin de semana la atmósfera se había cargado en extremo.

La lealtad del ambicioso Valls hacia el presidente alcanzó hasta que aquel día se publicó Un presidente no debería decir eso, un libro de tontorrona­s confidenci­as de Hollande que le retrató, incluso ante sus partidario­s, como un personaje inconsiste­nte, más obsesionad­o por el parecer, la imagen, que por el ser. Entre otras muchas ligerezas que sólo pueden decirse cuando se ha abandonado el cargo, Hollande trataba a su aliado y amigo Claude Bartolone, presidente de la Asamblea Nacional, de personaje “sin envergadur­a”. Desde octubre, nadie apostaba un duro por la reelección de Hollande, que estaba firmemente decidido a intentarlo, sobre todo si enfrente tenía como rival de la derecha a Nicolas Sarkozy. Valls estaba ansioso.

En octubre y noviembre, el primer ministro fue diciendo que estaba preparado para ser candidato. Eran pequeñas frases que ponían de los nervios a Hollande. Su exrrotados mujer, Ségolène Royal, que es su más influyente consejera política, le decía al presidente que no debía presentars­e para evitar la humillació­n de ser desclasifi­cado en las primarias de su propio partido, que se disputarán en enero. Según

Le Monde, los cuatro hijos de la pareja eran de la misma opinión. Pero aún había amigos que le proponían romper la baraja: presentars­e sin pasar por las primarias. Aún peor. Y en eso que el domingo François Fillon ganó la primaria de la derecha. En once días Fillon se cargó a tres figuras: primero a Sarkozy, luego a Juppé, ambos de- en las primarias, y a Hollande de carambola. Con Fillon de candidato, se garantizab­a una final derecha-ultraderec­ha en las presidenci­ales. Y para la primera vuelta, Hollande quedaba quinto, por detrás de su exministro de Economía, el jovencito Emmanuel Macron, y de la izquierda representa­da por Jean-Luc Mélenchon. Valls pasó de las pequeñas frases al contuberni­o.

Mientras Hollande estaba el fin de semana de visita en Madagascar, Bartolone propuso públicamen­te que Valls se presentara a las primarias socialista­s junto a Hollande. Al día siguiente, domingo, Valls dijo en una entrevista de prensa que anunciaría su candidatur­a “en los próximos días” y sugirió abiertamen­te que Hollande no debía presentars­e.

El lunes llegó a la comida del Elíseo con la idea de presentar la dimisión y anunciar a continuaci­ón su candidatur­a. Pero se encontró con Don Tentetieso.

Un tentetieso es un muñeco de base esférica y lastrada que, por más que lo menees, no se cae y siempre vuelve a su posición original. Tentetieso (culbuto) es también uno de los muchos sobrenombr­es que le aplican al presidente francés. Ante el anuncio de Valls de que pensaba dimitir para ir a la primaria, Hollande le sugirió que no había que crear una crisis institucio­nal innecesari­a y que él mismo no se presentarí­a, explicó el jueves el semanario Marianne ,en la órbita de los socialista­s. En cual-

Ségolène Royal, la exmujer e influyente consejera política de Hollande, le aconsejó evitar la humillació­n

quier caso, la conversaci­ón desmontó el contuberni­o de Valls y Bartolone. “Tentetieso nos tiene cogidos por los huevos”, dijo Valls al regresar del almuerzo. Hollande parecía decir que se iba y recuperaba con ello la iniciativa, lo único que le quedaba. No había más remedio que esperar.

El siguiente paso se dio el jueves, con el mensaje de Hollande a la nación: “Humildad”, “lucidez”, “el interés del Estado ante todo”, conciencia de que su candidatur­a no unía al personal y reivindica­ción de sus cinco años de gestión. Todo eso para decir algo insólito en un presidente desde De Gaulle: “No optaré a un segundo mandato”. El país respiró aliviado, Valls tosió, rindió tributo a ese “gesto de hombre de Estado” y desde entonces no ha abierto el pico. Con el cadáver aún caliente sería de mal gusto.

Si todo esto es pura crónica de Corte de los milagros a la francesa, la pregunta que cuenta es ¿qué deja Hollande?

Como gobernante una gestión que sin haber sido peor que la de Sarkozy, suma los desencanto­s de aquél a los propios: mucho paro, suspenso francés en política exterior (mucha guerra y pocas nueces), costosos regalos a los empresario­s sin consecuenc­ias, una reforma laboral que la derecha ni habría soñado que tuvo que imponer por decreto, y la sensación de que el personaje nunca se acabó de creer del todo que era el presidente de Francia. Como consecuenc­ia de todo ello, tres aplastante­s derrotas electorale­s (municipale­s, departamen­tales y regionales), un Partido Socialista en ruinas, y unas primarias inciertas que enfrentará­n, segurament­e, a dos figuras, Manuel Valls y Arnaud Montebourg.

El primero es el enérgico y autoritari­o padre de la reforma laboral que sacó a la izquierda a la calle y dividió a los diputados socialista­s en primavera. El segundo dice ser otro mundo, pero fue ministro con Hollande y no lo demostró. Pero hay algo más. Después de que 4,6 millones de franceses hayan participad­o en las primarias de la derecha, habrá que ver cuántos participan en la del Partido Socialista. Es difícil que Valls o Montebourg susciten pasión.

En la carrera no participa ni el sector más liberal del Gobierno (Emmanuel Macron), ni los ecologista­s que cuentan, ni la izquierda que cuenta, que según los sondeos es la de la Francia Insumisa de Jean-Luc Mélenchon. En el campo de la izquierda hay poca ilusión y mucho desencanto. La primaria socialista puede ser un lamentable adelanto de la derrota de la izquierda en abril-mayo, cuando se disputen las elecciones presidenci­ales francesas.

 ?? VINCENT KESSLER / REUTERS ?? Manuel Valls, ayer en Nancy, durante una rueda de prensa tras una conferenci­a interminis­terial dedicada a las discapacid­ades
VINCENT KESSLER / REUTERS Manuel Valls, ayer en Nancy, durante una rueda de prensa tras una conferenci­a interminis­terial dedicada a las discapacid­ades

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain