La Vanguardia

Piedra sobre piedra

- Quim Monzó

No sabía que la moda de amontonar piedras en los campos había llegado también al cabo de Creus. La descubrí, la moda esa, hace poco más de un año, leyendo un día el Periódico

de Ibiza y Formentera, que explicaba que los formentere­nses estaban hasta la coronilla de esa tontería. Pues ahora, por la prensa gerundense me entero de que en la punta del cabo de Creus a Cadaqués hace años que también hay gente que se dedica a ello. Hay quien las considera una obra la mar de creativa, hay quien dice que tiene un componente ritual. Y, cuando han hecho una montañita de piedras lo bastante alta, se toman una selfie al lado.

El problema de esta moda es que, sobre todo en un espacio protegido como reserva integral –como es el caso del cabo de Creus–, el ecosistema queda alterado. Y si el cabo de Creus es “espacio protegido como reserva integral” es básicament­e por su geología. Por eso no se puede mover nada –piedras o lo que sea– que la altere. En el Diari de Girona, Victòria Riera, directora del Parc Natural del Cap de Creus, explica que pusieron un cartel en el que avisaban que nadie hiciera amontonami­entos de esos. Evidenteme­nte no sirvió de nada. Los gregarios no atienden a razones. Victòria Riera razona que mucha gente atribuye al cabo de Creus energías místicas. Ese es el problema. Muchos enrollados deben de ir a esperar, en la posición del lotus, la salida del sol. Y mientras no sale van amontonand­o piedras.

¿De verdad es tan grave quitar una piedra del lugar que ocupaba? Pues sí, porque si la climatolog­ía es adversa la erosión es demoledora. Lo mismo pasaba el año pasado en Formentera. El Periódico de Ibiza y Formentera publicó: “Es Trucadors es una zona muy sensible a la erosión, ya que está muy expuesta a la fuerza del viento y el mar. Especialme­nte en verano, es un punto muy transitado de personas que cruzan a la vecina isla de s’Espalmador y alteran el ecosistema de ese paraje. El técnico de Medio Ambiente del Consell de Formentera argumenta que, cuando la gente retira las piedras del lugar original, deja la tierra que hay debajo, especialme­nte la roca madre, expuesta a los efectos de la erosión. Además, los caminantes pisan las plantas y alteran el hábitat de las lagartijas que, por otra parte, se quedan sin lugares donde poder protegerse y reproducir­se”.

Lo que en Formentera hicieron –y supongo que todavía hacen– es reunir voluntario­s para desmontar esas esculturit­as. En el cabo de Creus, tres cuartos de lo mismo: retiran los montones de piedras, como hicieron el verano pasado durante unos campos de trabajo. La normativa permite sancionar esas actividade­s. Pero ¿qué harán? ¿Poner un vigilante detrás de cada pardillo que quiera contribuir a la taumaturgi­a del lugar poniendo una piedra sobre otra? Con lo que costó echar del cabo de Creus a los prepotente­s del Club Méditerran­ée, y ahora lo han invadido estos otros prepotente­s iluminados.

Ya tenemos en el cabo de Creus la gran idea de amontonar piedras: una sobre otra sobre otra...

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