El mundo según Fillon
La política exterior francesa se divide principalmente entre gaullo-mitterrandistas, por un lado, y atlantistas y occidentales (neoconservadores), por el otro. No divide a los socialistas de izquierda de los republicanos de derecha: esta brecha atraviesa las corrientes políticas. François Fillon –que ganó el domingo pasado las primarias de la derecha republicana– está claramente en una óptica gaullo-mitterrandista.
De acuerdo con los occidentalistas, Francia pertenece principalmente a una familia: atlantista ayer, occidental hoy. Si surge una amenaza, se debe hacer bloque; hace tiempo fue en nombre de la lucha contra la Unión Soviética, hoy para defender un Occidente amenazado por una posible amenaza rusa y/o chino o islamista. Los gaullo-mitterrandistas creen, sin embargo, que Francia no se puede diluir en una única familia atlantista u occidental. Debe demostrar su independencia para avanzar sus propias soluciones y, en este sentido, no se limita a incorporar los argumentos de Estados Unidos.
Por lo tanto, François Fillon pertenece a la línea gaullo-mitterrandista de la diplomacia francesa. Su prioridad es la independencia de la política exterior francesa más que una alineación de absoluta solidaridad, sinónimo de alineamiento con Estados Unidos. No es del todo exacto, como dicen los oponentes, que se alinee con Vladímir Putin. Por supuesto no practica un Russian bashing como se hace en los círculos de Washington o de la OTAN. Ya se decía a principios de los años 60 que De Gaulle hacía el juego a la Unión Soviética, cuando tuvo a bien establecer relaciones con Moscú para tener margen de maniobra vis a vis de Washington. Francia se consideró entonces aliado, pero no alineado con Estados Unidos. François Fillon había expresado sus reservas sobre el regreso a las estructuras militares integradas de la OTAN. La relación con Rusia todavía divide fuertemente a los políticos y los expertos de la diplomacia francesa.
Hace poco, François Fillon me concedió una entrevista sobre la política exterior francesa en el número cien de La Revue Internationale et Stratégique, donde declaró en particular que Francia sigue siendo una gran potencia, pero con una brecha creciente entre su activismo internacional y su fragilidad interna. Por ejemplo le resultaba sorprendente que algunos hayan podido reprocharle que considere Rusia como un “socio internacional que respetar”. “El general De Gaulle discutía con Stalin ¿pero sería de mala educación hablar con Vladímir Putin?”, se preguntó. “Realpolitik se ha convertido en una mala palabra, como si se hubiera olvidado que las relaciones internacionales también fueron dictadas por el interés nacional y con sujeción a una profunda dialéctica. Se entiende que podríamos tener diferencias con Moscú sobre muchos temas, pero es de interés común que trabajemos juntos”.
Su posición en el conflicto palestino-israelí es también una visión gaullo-mitterrandista. Por lo tanto, me dijo: “¿Se puede desactivar completamente este barril de pólvora sin avanzar la paz entre Israel y Palestina? ¡No! Este conflicto es la madre de todas las frustraciones”. Por tanto, discrepaba de los más ardientes partidarios de Israel que desean minimizar la importancia de este conflicto.
Sus posiciones recientes sobre el terrorismo yihadista son dignas de análisis. Retoma los elementos del lenguaje de los neoconservadores, evocando una “Tercera Guerra Mundial” y que un desafío terrorista sería de la misma naturaleza que la amenaza nazi en el pasado. Es de suponer que, si el riesgo terrorista es innegable, no obstante, no es una amenaza existencial para nuestras sociedades. Quizás François Fillon lo mencionó para dejar sin espacio político a quien él consideraba su principal rival, Nicolas Sarkozy. Tal vez quería estar en línea con las preocupaciones del público y los medios. La diferencia es que agita esta amenaza para defender un acercamiento, no a Washington, sino a Moscú. “En lo político, la prioridad es vencer al Estado Islámico, no desmantelar el régimen de Damasco”. Por otra parte, el prestigio de Francia en el extranjero es incompatible con excesos islamófobos de algunos políticos e intelectuales franceses. François Fillon no tendrá más remedio que separarse de ellos si quiere que Francia sea respetada y popular a nivel internacional.
El candidato de la derecha francesa defiende una política exterior que marque distancias con Estados Unidos