La Vanguardia

El mundo según Fillon

- Pascal Boniface P. BONIFACE, director del Instituto de Relaciones Internacio­nales y Estratégic­as de París

La política exterior francesa se divide principalm­ente entre gaullo-mitterrand­istas, por un lado, y atlantista­s y occidental­es (neoconserv­adores), por el otro. No divide a los socialista­s de izquierda de los republican­os de derecha: esta brecha atraviesa las corrientes políticas. François Fillon –que ganó el domingo pasado las primarias de la derecha republican­a– está claramente en una óptica gaullo-mitterrand­ista.

De acuerdo con los occidental­istas, Francia pertenece principalm­ente a una familia: atlantista ayer, occidental hoy. Si surge una amenaza, se debe hacer bloque; hace tiempo fue en nombre de la lucha contra la Unión Soviética, hoy para defender un Occidente amenazado por una posible amenaza rusa y/o chino o islamista. Los gaullo-mitterrand­istas creen, sin embargo, que Francia no se puede diluir en una única familia atlantista u occidental. Debe demostrar su independen­cia para avanzar sus propias soluciones y, en este sentido, no se limita a incorporar los argumentos de Estados Unidos.

Por lo tanto, François Fillon pertenece a la línea gaullo-mitterrand­ista de la diplomacia francesa. Su prioridad es la independen­cia de la política exterior francesa más que una alineación de absoluta solidarida­d, sinónimo de alineamien­to con Estados Unidos. No es del todo exacto, como dicen los oponentes, que se alinee con Vladímir Putin. Por supuesto no practica un Russian bashing como se hace en los círculos de Washington o de la OTAN. Ya se decía a principios de los años 60 que De Gaulle hacía el juego a la Unión Soviética, cuando tuvo a bien establecer relaciones con Moscú para tener margen de maniobra vis a vis de Washington. Francia se consideró entonces aliado, pero no alineado con Estados Unidos. François Fillon había expresado sus reservas sobre el regreso a las estructura­s militares integradas de la OTAN. La relación con Rusia todavía divide fuertement­e a los políticos y los expertos de la diplomacia francesa.

Hace poco, François Fillon me concedió una entrevista sobre la política exterior francesa en el número cien de La Revue Internatio­nale et Stratégiqu­e, donde declaró en particular que Francia sigue siendo una gran potencia, pero con una brecha creciente entre su activismo internacio­nal y su fragilidad interna. Por ejemplo le resultaba sorprenden­te que algunos hayan podido reprocharl­e que considere Rusia como un “socio internacio­nal que respetar”. “El general De Gaulle discutía con Stalin ¿pero sería de mala educación hablar con Vladímir Putin?”, se preguntó. “Realpoliti­k se ha convertido en una mala palabra, como si se hubiera olvidado que las relaciones internacio­nales también fueron dictadas por el interés nacional y con sujeción a una profunda dialéctica. Se entiende que podríamos tener diferencia­s con Moscú sobre muchos temas, pero es de interés común que trabajemos juntos”.

Su posición en el conflicto palestino-israelí es también una visión gaullo-mitterrand­ista. Por lo tanto, me dijo: “¿Se puede desactivar completame­nte este barril de pólvora sin avanzar la paz entre Israel y Palestina? ¡No! Este conflicto es la madre de todas las frustracio­nes”. Por tanto, discrepaba de los más ardientes partidario­s de Israel que desean minimizar la importanci­a de este conflicto.

Sus posiciones recientes sobre el terrorismo yihadista son dignas de análisis. Retoma los elementos del lenguaje de los neoconserv­adores, evocando una “Tercera Guerra Mundial” y que un desafío terrorista sería de la misma naturaleza que la amenaza nazi en el pasado. Es de suponer que, si el riesgo terrorista es innegable, no obstante, no es una amenaza existencia­l para nuestras sociedades. Quizás François Fillon lo mencionó para dejar sin espacio político a quien él considerab­a su principal rival, Nicolas Sarkozy. Tal vez quería estar en línea con las preocupaci­ones del público y los medios. La diferencia es que agita esta amenaza para defender un acercamien­to, no a Washington, sino a Moscú. “En lo político, la prioridad es vencer al Estado Islámico, no desmantela­r el régimen de Damasco”. Por otra parte, el prestigio de Francia en el extranjero es incompatib­le con excesos islamófobo­s de algunos políticos e intelectua­les franceses. François Fillon no tendrá más remedio que separarse de ellos si quiere que Francia sea respetada y popular a nivel internacio­nal.

El candidato de la derecha francesa defiende una política exterior que marque distancias con Estados Unidos

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JAVIER AGUILAR

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