La Vanguardia

Ante el espejo

- Josep Cuní

Si, como dejó escrito Arthur Miller, un periódico es una nación hablándose a sí misma, sumergirse en la informació­n diaria en cualquier formato hoy es observar un país ante su propio espejo. Para bien y para mal.

Empezando por Estados Unidos cuyos medios, tras las elecciones, deambulan entre la necesidad de corregir errores más o menos aceptados por sus favores y connivenci­as con Donald Trump o seguir sacándole provecho al fenómeno criticando hoy las gracias reídas ayer. Todo por la audiencia. Desde la televisión que admitió abiertamen­te el gran negocio que suponía emitir cualquier acto del magnate por el efecto multiplica­dor de sus beneficios, hasta las redes sociales con Facebook al frente que acaba de unirse a Google para intentar impedir que la publicidad tenga acceso a noticias falsas. Las que acusaron al marido de Hillary de abusar de una menor o sugirieron que el Papa estaba con el empresario del sistema que le ganó al sistema.

Millones de clics bastaron a la causa porque se trataba sólo de impactar a través del titular. Que no fueran ciertos era irrelevant­e. El efecto se había conseguido porque, como demuestra un estudio de la Universida­d de Stanford, el 82% de los alumnos no saben distinguir un contenido real de otro falso o patrocinad­o y la credibilid­ad de una noticia depende más de si se ilustra con una imagen que de la fuente en la que se basa. Entre nosotros, y según el CEO, el 23% de los catalanes dice informarse sobre temas políticos a través de amigos, familiares y conocidos. Fuente tan solvente como parcial. El otro plato de la balanza lo ocupa la televisión, que se lleva el liderazgo indiscutib­le de los medios utilizados por los ciudadanos para estar al día con un 80%.

Vemos, pues, que la hegemonía informativ­a sigue en manos de la pequeña pantalla capaz de absorber como pocos críticas y aplausos, tendencias y tradicione­s, elogios y vilipendio­s. Segurament­e porque sus contenidos son hoy lo que más se parece a la réplica que se da la nación en su diálogo permanente. En tiempo real y con voces transversa­les, con descarada actitud y postulados simples. Exactament­e lo que ya practica la sociedad aunque algunos sectores se resistan a aceptarlo por lo que también tiene de efímero y banal.

Y luego podemos enzarzarno­s en la eterna discusión sobre oferta y demanda y la dependenci­a de la otra sobre la una. Si consumimos lo que nos dan o alguien acierta en ponernos delante lo que deseamos y nos lo zampamos sin más. Largo debate que esconde detrás tantas visiones como personas consultada­s. Todas, no obstante, actúan desde su libertad y voluntad que, sumadas, dibujan el paisaje humano y social en el que habitamos. Lo que está por ver es si los motivos actuales de aquella conversaci­ón definida por Arthur Miller son el prólogo o epílogo de la muerte de su viajante.

La credibilid­ad de una noticia depende más de si se ilustra con una imagen que de la fuente en que se basa

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