Ante el espejo
Si, como dejó escrito Arthur Miller, un periódico es una nación hablándose a sí misma, sumergirse en la información diaria en cualquier formato hoy es observar un país ante su propio espejo. Para bien y para mal.
Empezando por Estados Unidos cuyos medios, tras las elecciones, deambulan entre la necesidad de corregir errores más o menos aceptados por sus favores y connivencias con Donald Trump o seguir sacándole provecho al fenómeno criticando hoy las gracias reídas ayer. Todo por la audiencia. Desde la televisión que admitió abiertamente el gran negocio que suponía emitir cualquier acto del magnate por el efecto multiplicador de sus beneficios, hasta las redes sociales con Facebook al frente que acaba de unirse a Google para intentar impedir que la publicidad tenga acceso a noticias falsas. Las que acusaron al marido de Hillary de abusar de una menor o sugirieron que el Papa estaba con el empresario del sistema que le ganó al sistema.
Millones de clics bastaron a la causa porque se trataba sólo de impactar a través del titular. Que no fueran ciertos era irrelevante. El efecto se había conseguido porque, como demuestra un estudio de la Universidad de Stanford, el 82% de los alumnos no saben distinguir un contenido real de otro falso o patrocinado y la credibilidad de una noticia depende más de si se ilustra con una imagen que de la fuente en la que se basa. Entre nosotros, y según el CEO, el 23% de los catalanes dice informarse sobre temas políticos a través de amigos, familiares y conocidos. Fuente tan solvente como parcial. El otro plato de la balanza lo ocupa la televisión, que se lleva el liderazgo indiscutible de los medios utilizados por los ciudadanos para estar al día con un 80%.
Vemos, pues, que la hegemonía informativa sigue en manos de la pequeña pantalla capaz de absorber como pocos críticas y aplausos, tendencias y tradiciones, elogios y vilipendios. Seguramente porque sus contenidos son hoy lo que más se parece a la réplica que se da la nación en su diálogo permanente. En tiempo real y con voces transversales, con descarada actitud y postulados simples. Exactamente lo que ya practica la sociedad aunque algunos sectores se resistan a aceptarlo por lo que también tiene de efímero y banal.
Y luego podemos enzarzarnos en la eterna discusión sobre oferta y demanda y la dependencia de la otra sobre la una. Si consumimos lo que nos dan o alguien acierta en ponernos delante lo que deseamos y nos lo zampamos sin más. Largo debate que esconde detrás tantas visiones como personas consultadas. Todas, no obstante, actúan desde su libertad y voluntad que, sumadas, dibujan el paisaje humano y social en el que habitamos. Lo que está por ver es si los motivos actuales de aquella conversación definida por Arthur Miller son el prólogo o epílogo de la muerte de su viajante.
La credibilidad de una noticia depende más de si se ilustra con una imagen que de la fuente en que se basa