Éramos nosotros
Como nací un 23 de abril, creía ser la reencarnación de Shakespeare, Cervantes, Nabokov y Josep Pla. Por eso, cuando una compañera me dijo que otro alumno del colegio escribía mejor que nadie, quise retarle. Así conocí al primer gran amigo de mi vida, Carles Rebassa. También fue mi primer prescriptor: me grababa cintas de Queen, Mar i Cel, Lluís Llach, Maria del Mar Bonet. Por él leí entre otros a Blai Bonet y a Josep Maria Llompart. Nuestra relación epistolar duró años. Íbamos al mismo buzón de la plaza París a enviarnos las cartas, o nos las hacíamos llegar a través de nuestros hermanos. Solipsistas, creamos nuestro propio universo, que íbamos descubriendo mientras lo construíamos. Quizá en eso consista la adolescencia. Y sobre la adolescencia trata
Eren ells, ganadora del Pin i Soler y publicada por Angle Editorial. Evitando la condescendencia y esa comprensión edulcorada de la voz adulta, Rebassa retrata la vida a los 16 años, cuando uno no quiere crecer y, a la vez, es más lúcido que los mayores. La amistad tiene un papel fundamental, y lo tienen otros factores que vamos excusando, como la pérdida, la muerte o nuestro clasismo, cuando justificamos lo mal que nos portamos con otros porque éramos jóvenes y no sabíamos lo que hacíamos. ¿Pero actuarán diferente esos chavales de adultos? La editora Rosa Rey cree que no.
Tania Pleitez fue alumna de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, la UCA, en El Salvador. Hasta que no llegó a España, no se dio cuenta de la paranoia y el miedo con los que vivió en su infancia y adolescencia. Lo explica en un aula llena de gente, en Cristianisme i Justícia, durante la presentación de Noviembre, del salvadoreño Jorge Galán. Publicada por Tusquets, la novela investiga los asesinatos de seis jesuitas españoles y dos mujeres en unos acontecimientos que sacudieron a Latinoamérica y al mundo en 1989. Lo hace mediante lo que Alexandra Ortiz denomina “archivo del futuro”; esto es, aquellos documentos del pasado que se reinterpretan a partir de lo que sabemos en el presente.
Entre el público está Iñaki Ellakuría, familiar de Ignacio Ellacuría, cuyo sueño, apunta el jesuita Xavier Alegre, era que se firmara la paz porque sólo así se evitaría el sufrimiento del pueblo. Lo matapuede ron con los demás. La pregunta que plantea el libro no es por qué los mataron. Ni siquiera a quiénes obedecían los criminales. Sino: ¿por qué se quedaron ellos, aun estando amenazados? Y de ahí deriva otra aún más terrible: ¿murieron en vano?
Francesc Serés conoció a Galán en Faber, la residencia de creadores que ha inaugurado en Olot. Dice que el autor le dio una lección literaria y de humanidad. El contrato que el escritor establece con la realidad es complejo, porque afecta a parámetros éticos que implican una responsabilidad. Noviembre
. no se basa en tópicos ni reduccionismos, no juega con el chantaje emocional, “y en la medida que no hay nada reprobable en las víctimas, su modelo pervive; así que no, no murieron en vano”, concluye Serés. De hecho, al leer el libro “no sentimos ira, existe la voluntad de curar una herida”.
Jorge Galán recuerda lo que decía García Márquez sobre Guerra y
Paz: es un libro importante porque Tolstoi logra ser imparcial. Él ha querido rendir homenaje a esas personas que se sacrificaron por su país; un país del tercer mundo que estaba en guerra. “Uno sólo sentirse en deuda”, asegura.
Luego descubres que no eres la reencarnación de Cervantes porque para eso él tendría que morir, y aquí sigue, quinientos años después de que lo enterraran. El departamento de Cultura lo conmemora con un acto institucional en la Reial Acadèmia de les Bones Lletres, un lugar señorial con retratos de catalanes ilustres en las paredes. La directora de la Institució de les Lletres Catalanes, Laura Borràs, me muestra que hay una mujer: Elisenda de Montcada.
Sergio Vila-Sanjuán, encargado de leer un fragmento del Quijote, ha traído la segunda edición actualizada de Paseos por la Barcelona literaria, que coedita con Sergi Doria. El poeta Manuel Forcano leerá una traducción del Quijote al hebreo, la librera Montserrat Porta lo hará al francés, Salvador Oliva al inglés y la periodista Marcela Topor (a la que el conductor Martí Gironell presenta como “la dona del nostre president Carles Puigdemont”) lo hará al rumano. Otros leerán a Cervantes en aranés, ruso, alemán, catalán, italiano y portugués. A Najat El Hachmi se le ha roto la impresora y pasa a limpio su traducción al amazigh. El cervantista Alberto Blecua explica que lo que empieza siendo una caricatura se convierte en una alabanza al idealismo. En Honor de
Cavalleria, Sancho y Quijote hablan en catalán. ¿Cómo podía el director Albert Serra traspasar al cine esa retórica que se te va filtrando en el cerebro? El error de las adaptaciones es que recurren al texto original, inalcanzable. Él prefirió centrarse en lo que no está escrito: esas horas muertas de intimidad que comparten caballero y escudero entre una aventura y otra. Como hacen los grandes amigos para siempre adolescentes.
‘Noviembre’ investiga los asesinatos de seis jesuitas españoles y dos mujeres ocurridos en El Salvador en 1989