La Vanguardia

Tertulias en Can Fusté

Asensi recuerda sus años de esplendor: “El día del 0-5, el Bernabeu nos aplaudía”

- Sergio Heredia

–En aquel entonces, usted aún no habría nacido –me dice Juan Manuel Asensi.

–Que sí, hombre, que soy del 70. Yo a usted le he visto jugar. Lo recuerdo muy bien: el Camp Nou tenía foso. Usted era un centrocamp­ista creativo, bastante técnico. Disfruté siguiéndol­e, igual que a Marcial, Sotil, Mora o Cruyff.

–Sí, la verdad es que teníamos un buen equipo –dice Asensi. Silencio en la línea. Corre la memoria. He telefonead­o a Asensi, que vive en Alicante, y me ha atendido al instante. Charlamos durante un buen rato. No hay prisa.

Esto no ocurriría con un futbolista del Barça o el Madrid, uno de los que juegan ahora.

Pasamos un rato viajando en el tiempo. Asensi tiene el verbo alegre y campechano.

Está lloviendo en Alicante. Y hoy Asensi no puede salir a jugar al futgolf: los campos están empapados. –Es el único deporte que practico. Dice que llegó al futgolf –su afición y su negocio– por culpa de una lesión de espalda.

Lo que él quería hacer era jugar al golf, como Charly Rexach.

–Pero me fastidié la espalda y me quedé con las ganas.

–¿Y cómo es eso del futgolf? ¿De un puntapié manda la pelota a 120 metros, o qué?

–No, hombre. Para enviar el balón a cincuenta metros tienes que ser un futbolista en activo. Hoy llego a veinte o treinta como mucho. Pero es un deporte divertido. Tienes que embocar el hoyo, que no es como el del golf, sino mucho más grande. Y no es facilón, ¿eh? Hay cuestecita­s y lagos. Debes darle con efecto.

Asensi dice que ha jugado al futgolf con Quini en Gijón. Con Marcial y con Amor. Con jugadores del Madrid, del Atlético y del Rayo.

–¿Aún conserva amigos de la época?

–Hombre, claro. Estoy conectado con Rexach, con Rifé, con Mora. Y con Marcial. Con De la Cruz también, aunque ahora se ha ido a Japón. Con todos los que están vivos. Porque algunos se han ido.

Aquellas eran las tertulias de Can Fusté.

–Salíamos del entrenamie­nto e íbamos a tomar cervezas al restaurant­e. Nos pasábamos allí una o dos horas, antes de irnos a casa a comer.

Asensi vivía ahí al lado con Loli, su hermana mayor: ambos se habían alquilado un piso en la calle María Barrientos, junto a la Travessera de les Corts.

–Cuando llegué a Barcelona sólo tenía 19 años. Venía del Elche. Vicente, mi padre (fundó el Alicante; otros tres hermanos de Asensi jugaron a fútbol en Segunda A), no quería que me quedase solo de ninguna manera. Loli me hacía de madre. –¿A Can Fusté iba todo el equipo? –Bueno, íbamos en grupos de cinco o seis.

Cuenta que se juntaban y se sentaban al grueso. Cruyff también estaba. Dice que, para muchos, Cruyff era un flaco holandés con carácter. Que a algunos les parecía engreído.

–Pero con nosotros siempre fue un tipo fenomenal: venía a las comidas, soportaba muy bien nuestras bromas. Se adaptó.

–¿Y los de las mesas colindante­s? ¿Les dejaban en paz?

–La gente se metía en el corro, era lo más normal. Teníamos tertulias alegres. No como ahora: apenas te puedes acercar a un astro. –¿Y eso? –Son otros tiempos. Si hoy se te acerca alguien, no sabes qué intencione­s trae.

–Y están las selfies.

–Para ustedes, ser periodista era un chollo: tras el partido podían entrar al vestuario y tener la posibilida­d de entrevista­rnos mientras nos duchábamos. Todos nos conocíamos. Si me encontraba con un periodista en la calle, disfrutába­mos de una charla entre amigos.

Hablaban de la mala suerte. Del mal fario del Barça de los setenta y los ochenta. El secuestro de Quini. La lesión de Schuster. La hepatitis de Maradona. Hablaban del Espanyol de Solsona, Molinos, Marañón y Urruti. Y del clásico.

–Aún lo discutimos con los compañeros. Aquel era otro fútbol. La mayoría de los que ganamos la Liga del 73-74 podríamos jugar hoy en Primera. Pero no sabemos si los futbolista­s de ahora podrían jugar en nuestra época. –¿...? –Hoy el césped es una alfombra. Dice que, entonces, las botas se enganchaba­n al barro en San Sebastián o Pontevedra. El balón no botaba. Tiraban de potencia para subsistir en el campo. –Ahora son estilistas. Con Iniesta y Xavi se te cae la baba, pero entonces hubieran tenido problemas. –¿Y el clásico? –Ah, sí. El 0-5 del 73-74. Íbamos con mentalidad de campeones. Nos jugábamos la Liga. A los diez minutos, Amancio falló para ellos. Luego marqué yo, y Johan. Y tras el descanso, metí el 0-3. Juan Carlos y Sotil pusieron la puntilla. El Bernabeu nos aplaudía. –¿Ocurriría ahora? –No. Y en el Camp Nou tampoco aplaudiría­n al Madrid. La rivalidad entre Messi y Cristiano es tóxica, antifutbol­ística. Y la política, que antes no salía, ahora está demasiado presente en el deporte.

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EFE Asensi trata de superar a Pirri, en un clásico de 1972, en el Camp Nou
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