La Vanguardia

TREPTOW Y EL SOLDADO SOVIÉTICO

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Las obras que vemos ahora en el palacio de Köpenick no son necesariam­ente las mismas que podían contemplar aquí los berlineses del Este durante la guerra fría. Pero una se pregunta cómo compaginab­an ideológica­mente aquellos ciudadanos de la dictadura socialista estas visiones del lujo copioso de la monarquía con otras representa­ciones monumental­es de su mismo sector. Basta desplazars­e dentro del mismo distrito hacia Treptow para apreciar el contraste con el Treptower Park, el parque que alberga el mayor monumento soviético de Alemania, de cien mil metros cuadrados. La última vez que estuve allí era aún verano, y a la ribera del río Spree, los chiringuit­os de salchichas, cerveza y dulces estaban a rebosar de gente bebiéndose el sol, mientras los niños chapoteaba­n descalzos y en bañador entre los aspersores de una gran fuente. En una gran explanada verde que se había usado para el deporte y el juego, se erigió entre 1946 y 1948 el gran monumento, que es también cementerio de cinco mil soldados del Ejército Rojo caídos durante la contienda. Sólo en la toma de Berlín murieron 80.000 soviéticos, así que no resulta raro ver a familias rusas que visitan el mausoleo en memoria del antepasado muerto. En ese día de verano había un altavoz en el que sonaba sin cesar y a todo volumen música militar rusa. La gigantesca estatua central representa a un soldado soviético que sostiene en un brazo a un niño alemán que acaba de salvar; el soldado lleva una espada como un caballero medieval y pisa una esvástica. Qué poco encaja con las lindezas del palacio de Köpenick.

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