EMPACHO DE VAJILLA OPULENTA
En los salones no abundan este sábado los visitantes. El palacio, que tuvo varios usos después de que Prusia dejara de ser un reino, y después de que Alemania optara por aparcar el imperio y despachar al káiser, empezó a utilizarse como museo de artes decorativas en 1963. Esto era Berlín Este, y las autoridades de la extinta RDA comunista no tuvieron inconveniente en exhibir las lujosas vajillas doradas de los monarcas opresores; era historia vieja, superada, destronada. Cuando en 1990 Alemania se reunificó como país, el museo de Köpenick peligró. Muchos proyectos germanoorientales fueron engullidos por la nueva etapa. Berlín se encaminaba hacia la atrayente metrópolis europea que ahora es; había ebullición. Y se pensó en concentrar la colección de artes decorativas –también reunificada– en el centro de la urbe. Los vecinos de Köpenick protestaron, pelearon, quisieron que no les vaciaran el palacio. El precioso edificio había salido prácticamente indemne de los bombardeos aliados durante la Segunda Guerra Mundial, y sólo la endémica escasez de medios y materiales de la ineficiente Alemania comunista había hecho mella en sus paredes y techos de estuco. Finalmente, fue restaurado, y desde 2004 exhibe mobiliario y menaje del renacimiento, el barroco y el rococó, en un paseo por el boato interior de los siglos XVI a XVIII. Es también un empacho de vajilla opulenta.