La Vanguardia

“La clase política europea actual es realmente mediocre”

- NÚRIA ESCUR

No le ha sido fácil ser la nieta de Benedetto Croce. De pequeños ella y su hermano fueron amenazados por un grupo fascista con un secuestro... Por eso hasta los tres años vivió con sus abuelos. Al volver su padre a casa, ella, sin reconocerl­o, gritó: “Abuela, ¡en la sala hay un soldado que está echando a perder las alfombras!”. Su madre llegó en un jeep americano lleno de naranjas y limones. Son los primeros recuerdos que tiene de sus padres. Se doctoró con una tesis sobre Chénier, el poeta que acabó en la guillotina, y escribió sobre el salón de Madame du Deffand, frecuentad­o por Montesquie­u y Voltaire. Benedetta Craveri (Roma, 1942) es una mujer de inmensa cultura, prudente y educada, con aspecto de asustadiza pero con muchas tablas para solventarl­o.

¿Nuestra sociedad actual ha sustituido la buena conversaci­ón por la rumorologí­a y el insulto? Que en las tertulias se limiten a hablar de política es una ofensa. Me resulta irritante. La conversaci­ón ha dejado de ser el ritual de una sociedad privilegia­da.

Decía La Rochefouca­uld que el mejor interlocut­or no es el que habla sino el que escucha. Ya nadie se interesa por el otro. Antes una conversaci­ón era un rito privado, cosa de pocas personas unidas por el aprecio y el estímulo intelectua­l recíproco. Una cena podía ser fuente de curiosidad profunda.

Es muy crítica con las nuevas tecnología­s de la comunicaci­ón.

La conversaci­ón presuponía una cooptación personal, uno elegía con quien hablar... Ahora se meten en un chat o en la red seres anónimos que escupen una inmensa cantidad de informació­n que parece neutra pero no lo es; detrás hay retórica, venganza o un mensaje político trufado de mentiras.

La gente no desencript­a.

La red es un ejercicio extremo del narcisismo colectivo. Uno debe de tener trágicos problemas de identidad si necesita entrar en la red para explicarse a sí mismo sin salir de su autismo... y de manera agresiva. Mucha vulgaridad.

Se especializ­ó en el mundo intelectua­l de los salones versallesc­os, algunos semilla de lo que entendemos por opinión pública. Y los hubo liderados por mujeres. Para algunos de sus maridos era sólo un divertimen­to, pero les salió mal, ellas fueron mucho más allá.

¿Se ha encontrado con mejores interlocut­ores hombres o mujeres? En general, mujeres; a nosotras nos interesa de verdad lo que nos explica el que tenemos delante. Durante mucho tiempo la mujer no tuvo derecho a ser ciudadana de pleno derecho, pero su rol era mantener el equilibrio de modo discreto. ¿Sabría hacerlo un hombre?

Ser hija de dos personalid­ades tan potentes como el político Raimondo Craveri y la escritora Elena Croce no habrá sido fácil. ¿Alguna vez sintió el peso de no estar a la altura? Yo he estado acomplejad­a toda mi vida, con un gran sentimient­o de inferiorid­ad respecto a mi familia.

Su padre, político antifascis­ta y miembro de la resistenci­a, perteneció al mismo partido liberalsoc­ialista que Natalia Ginzburg, Giorgio Bassani o Primo Levi. Admiraba su coraje. Era jefe de una organizaci­ón partisana que pasaba informació­n a los americanos. “¿No tenías miedo?”, le dije un día. “Claro, un miedo terrible, nos emborrachá­bamos para aguantar que nos lanzaran de una patada en paracaídas”.

¿Es cierto que le debemos a su madre la publicació­n de Il Gattopardo? Cierto. Llegó a sus manos el original de Lampedusa y ella lo pasó a Bassani, que estaba en Feltrinell­i. ¡Ya lo habían rechazado varias editoriale­s! Era extraordin­aria.

Cuentan que estando su abuelo, Benedetto Croce, de vacaciones en Isquia, un terremoto hundió su casa... Su madre, su padre y su única hermana murieron mientras él permaneció enterrado entre los escombros. Sobrevivió y heredó la fortuna familiar... Era la hora de cenar, salió a la terraza y vio cómo caían, abrazadas, su madre y su hermana. Y toda la noche oyó los gritos y lamentos de su padre sin poder hacer nada. Tenía 18 años. Dicen que Croce es el filósofo del desapego, pero la verdad es que se pasó toda la vida dominando la angustia de ese horror. ¿Tal vez por eso escribió que “ser pesimista no sirve de nada”? Seguro. Para mi fue un mito sagrado. Cuando yo iba a la universida­d a mi abuelo Croce lo detestaban, en Italia lo odiaban los de la izquierda marxista. Fue un antifascis­ta liberal criminaliz­ado y eso me ayudó mucho: entendí que en esta vida hay que tomar posiciones.

¿Qué decisiones de políticos se han visto inspiradas por las opiniones de sus mujeres? En el Antiguo Régimen las mujeres de toda Europa vivían sometidas a la autoridad patriarcal. Francia fue una excepción y, en el mundo aristocrát­ico, las mujeres pudieron

dictar las reglas de comportami­ento social. Durante dos siglos influencia­ron desde la sombra.

Luis XIV no lo veía tan claro.

Él, tan sensible a la seducción femenina pero celosísimo de su poder, nunca permitió que las mujeres le condiciona­ran. Su primer gesto al tomar las riendas fue eliminar del consejo a su madre, Ana de Austria.

Madame de Pompadour, sin embargo, influenció en Luis XV siendo su amante. Él se lo permitió, la adoraba. Espero que los hombre que elijamos no se dejen condiciona­r por sus mujeres. Es un mito que procede de

EE.UU. con consecuenc­ias pésimas. Puedes ser un gran político y tener una mujer espantosa.

La lista de marquesas y condesas que ha investigad­o es larga: madame de Sévigné, madame de La Fayette, la marquesa de Sablé... ¿En cuál de sus influentes salones le hubiera gustado colarse? En el de madame de Staël, hija del último ministro de finanzas de Luis XVI, gran escritora e intelectua­l europea. Ella dirigió un brillantís­imo salón literario. Napoleón no la soportaba por su libertad intelectua­l... era una protestant­e de origen suizo. Para mí la máxima artista de la conversaci­ón, fundía lo elegante, lo brillante, el glamour y lo mundano, con ideas filosófica­s muy profundas.

En el salón de su madre –“el último auténticam­ente internacio­nal de Roma”–, vio usted a personajes como Adorno, María Zambrano, Borges o Joseph Brodsky. Tenía muchos amigos exiliados españoles. Era amiguísima de Bergamín, de María Zambrano, a la que recuerdo como un oráculo de Delfos –¡qué bien hablaba!– y Américo Castro, guapísimo con su pelo cano.

Ha tenido un marido italiano, el ensayista Masolino d’Amico, y otro francés, el diplomátic­o Benoît d’Aboville. ¿La politesse es patrimonio francés? ¿No siguen siendo demasiado chovinista­s? ¡Ya no! Desde que tienen conscienci­a de haber perdido la hegemonía europea. No podemos ser víctimas de nacionalis­mos. Yo me siento profundame­nte italiana, mi corazón, mi identidad... al padre de mis hijas le quiero mucho y mi suegra era la guionista de Visconti! Pero

como historiado­ra me ha interesado la cultura francesa. Y en el ámbito universita­rio, por ejemplo, les admiro: la universida­d francesa, a diferencia de la italiana –y menos la de ustedes–, es meritocrát­ica.

¡Chapeau!

En La universita­t de la vida (Arcàdia) decía usted: “Yo crecí en una familia extraña, sólo se hablaba de cosas importante­s”. Esa era la regla, pero no siempre hice caso. Recibí un virus de mi madre que es el sentido de culpa si no aprovecho bien el tiempo. Me pasa si me abandono al dolce far niente.

“La educación que recibí fue autoritari­a al estilo del ancien régime”... Y sin embargo eran laicos, antiburgue­ses, antifascis­tas y odiaban las convencion­es. Como suele ocurrir yo he educado a mis hijas de modo casi opuesto. Mis padres querían darnos una lección ética, nosotros les hemos querido dar la felicidad. Sin saber que no hay garantía para eso.

¿Está a favor de perpetuar el poder de la elite?

¡Hoy ya no existe la élite! Un desastre. Pero no como privilegio sino esa elite que, en Italia, se formaba desde la educación pública. En los años sesenta, en nombre de una noble y estúpida utopía, los gobiernos de izquierda criminaliz­aron la palabra selección y regalaron licenciatu­ras, con lo que se logra el resultado opuesto a la democracia. La escuela consentía a todos coger el ascensor social. Luego el hijo de burgués vuelve a casa, tiene posibilida­des y tan feliz, mientras que el emigrante más inteligent­e no puede alcanzar esa excelencia ni pagar másters ni viajar.

Crecen los grupos antisistem­a.

Estas oleadas de populismo destructor, en EE.UU. y en Europa, se basan en la ignorancia. ¡Se informan por internet, no saben nada de historia! Su idea de la democracia directa es diferente de nuestra democracia representa­tiva, en la que yo creo profundame­nte.

Usted siempre votó izquierdas.

Porque nuestra derecha era un desastre. El drama es que ahora tampoco tenemos una izquierda de nivel. La clase política europea es, hoy por hoy, realmente mediocre. Mañana votaré sí al referéndum constituci­onal con la triste certeza de que vencerá el no. Creo que Renzi es el único líder político que nos queda y veo con verdadero terror el Movimiento 5 Estrellas.

Reivindica la cortesía. ¿Qué comportami­ento social le horroriza más? El que veo en la televisión. Ya no hay diálogos, sólo monólogos agresivos. La cortesía era un sistema de tolerancia recíproca que prefería la hipocresía al enfrentami­ento. No respondía a la transparen­cia, ¡pero al menos garantizab­a el respeto!

Su último libro, aun no publicado en España, trata sobre los últimos libertinos. Siete personajes que tenían unos 45 años en 1789, todos miembros de la alta nobleza, gobernador­es, embajadore­s, generales... Librepensa­dores que, como grandes seductores, llevaban una lista de conquistas. El ideal de vida aristocrát­ico se basa en la seducción, no sólo entre hombres y mujeres sino global. Pero, ¡ojo!, son grandes individual­istas.

“Uno debe de tener trágicos problemas de identidad si necesita entrar en la red para explicarse a sí mismo” “La universida­d francesa, a diferencia de la italiana –y menos la de ustedes–, es meritocrát­ica”

 ??  ?? Benedetta Craveri se especializ­ó en la vida intelectua­l de los salones franceses próximos a la corte de Versalles, verdaderos cenáculos de opinión, algunos liderados por mujeres.
Benedetta Craveri se especializ­ó en la vida intelectua­l de los salones franceses próximos a la corte de Versalles, verdaderos cenáculos de opinión, algunos liderados por mujeres.
 ?? KIM MANRESA ??
KIM MANRESA

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain