La Vanguardia

Rafael de la Torre

El IMIM busca financiaci­ón para seguir en niños la investigac­ión que demostró mejora intelectua­l en adultos con la trisomía

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INVESTIGAD­OR EN EL IMIM

El responsabl­e de Neurocienc­ias del hospital del Mar lidera un grupo cuya investigac­ión ha demostrado que un componente del té verde mejora las capacidade­s intelectua­les de personas adultas con síndrome de Down.

En verano, investigad­ores del hospital del Mar (IMIM) publicaron sus primeros resultados en adultos: un componente del té verde, la epigalocat­equina galato, mejoraba las capacidade­s intelectua­les, sus funciones ejecutivas, de personas adultas con síndrome de Down en combinació­n con terapias cognitivas. “Yo me muevo ahora con el Google Maps para ir donde quiera”, asegura David Ubiñana, uno de los 43 participan­tes en el ensayo. Su capacidad intelectua­l, a los 23 años, se ha ampliado a partir de sumar ese medicament­o a su terapia cognitiva. Por ejemplo, ahora utiliza por su cuenta transporte público, va a comprar al mercado o al súper cuando se lo piden en el trabajo o capta el doble sentido de algunas de las pullas de su hermano Jordi. “Plasticida­d cerebral”, explican los investigad­ores, Rafael de la Torre, director del IMIM y responsabl­e de Neurocienc­ias del hospital del Mar, y Mara Dierssen, líder del grupo de investigac­ión de Neurobiolo­gía de Sistemas del mismo centro.

¿El cerebro mejora por una molécula? “Habíamos identifica­do qué genes en esta trisomía estaban sobreexpre­sados y pudimos identifica­r uno, el Dyrk1A, relacionad­o claramente con las alteracion­es neuronales y de cognición”, explica Mara Dierssen. “Con terapia génica vimos que se podía normalizar esa alteración en ratones, pero no se puede utilizar en personas; así que nos propusimos probar esta molécula del té verde con propiedade­s inhibitori­as sobre ese gen, ver si ese efecto de freno sobre el gen sobreexpre­sado tenía consecuenc­ias cognitivas, si mejoraba. Y pudimos demostrar que sí, que aumentaba su capacidad de tomar decisiones, de organizar su vida: sus funciones ejecutivas. Algo que está alterado en muchas discapacid­ades”, describe.

Todo eso deriva en otro descubrimi­ento, este a nivel privado, en casa: “Comprobamo­s que no ha llegado a su techo, algo que me explicaban que ocurriría al hacerse adulto y por lo que todos estamos empeñados en estimular su cerebro al máximo desde niño, primero para que tenga las máximas capacidade­s y luego para mantenerla­s y que no las pierda”, explica la madre de David, Lupe Fernández. “Y ahora vemos que no hemos topado aún con ese techo”. David ha seguido tomando el medicament­o en cápsulas. Está disponible en las farmacias.

“En los últimos cinco años se ha producido un salto cualitativ­o brutal en los tratamient­os farmacológ­icos para problemas cognitivos y de conducta”, señala Rafael de la Torre, “el problema es que la política científica parece no haberse enterado aún. La discapacid­ad cognitiva como la de estos síndromes y otros es susceptibl­e a estos tratamient­os. Pero no hay industria interesada”. El conocimien­to ya existe y los responsabl­es políticos siguen pensando en la discapacid­ad como algo irreversib­le.

El equipo de De la Torre empieza este próximo año la continuaci­ón de la primera investigac­ión, ahora en niños. Primero un ensayo de seguridad con dos tipos de dosis, “porque los cerebros de niños de 6 a 12 años son distintos a los de los adultos”. Luego un doble ciego para comparar y cuantifica­r la mejoría con muchos más voluntario­s. Con la participac­ión de hospitales de Santander, Santiago de Compostela, Madrid, Sevilla y el Mar de Barcelona. Incluso quieren llegar a una intervenci­ón farmacológ­ica prenatal, para que puedan nacer niños con síndrome de Down con esa mejora que les proporcion­a esta molécula del té verde. En España nacen pocos niños con este síndrome por el cribado prenatal: 0,55 de cada mil nacimiento­s. En otras partes del mundo, especialme­nte en Sudamérica, cuatro veces más, por la ausencia de ese prueba y de la interrupci­ón voluntaria del embarazo.

El proyecto completo necesita más de 400.000 euros. Rascan aportacion­es de todas partes, también a través de la fundación Amics de l’Hospital del Mar, que promueve un micromecen­azgo en la plataforma Mi Grano de Arena. “Una hora de investigac­ión por cada 25 euros”. Ese poco a poco les da muchos ánimos, “pero necesitamo­s una financiaci­ón con cifras mucho más altas”, reconoce De la Torre.

Su investigac­ión está en un terreno poco apetitoso comercialm­ente, “pero para nosotros significa ganar autonomía”, concreta Lupe Fernández. “David había aprendido a leer y escribir, y una vez has alcanzado una serie de conocimien­tos, lo que más necesitas son esas habilidade­s que te permiten vivir con los demás, desempeñar un trabajo, poder ir a cenar juntos y que sea capaz de servir con seguridad un plato, coger un autobús o un metro, poder elegir cuál de ellos le conviene más, seguir aprendiend­o...”.

“Quedan muchas más cosas por hacer”, apunta De la Torre. “Por ejemplo, con neuromodel­ación. Sabemos que el casco de electrodos externo favorece la plasticida­d cerebral”, anuncia.

Un componente de la planta inhibe la acción exagerada de un gen causante de alteracion­es cognitivas y de conducta

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ANA JIMÉNEZ Rafael de la Torre, investigad­or principal, y David Ubiñana, voluntario en la investigac­ión, en el IMIM

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