La Vanguardia

El bar io e don esa eron lo errorista suic das Casablanca ha sufri a profunda mejora para combatir el yihadismo.

De las chabolas de Sidi Moumen salieron el 16 de mayo del 2003 los kamikazes de Casablanca; desde entonces, la zona no deja de mejorar

- ISABEL RAMOS RIOJA Casablanca Enviada especial

“Jalil nos pedía socorro e imploraba a Dios y a Sus santos. Pero Dios no estaba. Hacía la tira de tiempo que Dios había apartado la augusta mirada de Sidi Moumen” (Los caballos de Dios, de Mahi Binebine, Les étoiles de Sidi Moumen en versión original en francés, 2010).

¿Sidi Moumen? De repente, a raíz de los atentados del 16 de mayo del 2003, miradas estupefact­as de todo el mundo se volvieron hacia Sidi Moumen. Cuarenta y cinco personas, incluidos 11 de los 14 kamikazes, murieron esa noche en Casablanca. De los cinco objetivos, fue en la Casa de España donde más víctimas mortales provocaron. Tres de los jóvenes se echaron atrás por miedo en el último momento y fueron detenidos. Uno de ellos se suicidó en prisión.Todos procedían de Sidi Moumen, uno de los 480 barrios chabolista­s de Casablanca.

Sidi Moumen ya no es lo que era, coinciden en decir unos y otros. Para empezar, hay un tranvía a la altura de cualquier ciudad europea que lleva escrito en letras luminosas encima de la cabina del conductor: Sidi Moumen. Une el centro de la ciudad con el bulevar de los bancos y las cafeterías del barrio. “Es el mayor avance para Sidi Moumen”, asegura rotundamen­te el arquitecto Abderrahim Kassou, de la asociación Casamémoir­e para la salvaguard­a del patrimonio arquitectó­nico del siglo XX en Marruecos.

Hectáreas de chabolas han sido arrasadas y se están construyen­do bloques de pisos para realojar a sus habitantes a cambio de un alquiler social. Han surgido asociacion­es de apoyo para niños, jóvenes. Todo con tal de evitar otro 16-M.

No obstante, 13 años después la cuarta parte de la población sigue viviendo en chabolas; no hay más que mirar al fondo de una calle perpendicu­lar al bulevar para verlas. Las vacas parecen tener una querencia por las aguas fecales, sobre las que se agrupan, aunque no puedan pastar en ellas. El olor nauseabund­o que desprende el lugar es difícilmen­te soportable para el forastero. Los vecinos están acostumbra­dos a secar la ropa recién lavada, tendida por doquier, junto a esa pestilenci­a.

Enseguida corre la voz de que una periodista anda por allá. Una anciana me tira del brazo para enseñarnos cómo malvive con su hijo manco. Señala la bombilla que cuelga de las planchas metálicas que hacen de techo de la única estancia. Cubiertas por mantas al fondo del exiguo habitáculo se encuentran sus pertenenci­as. Cuando esté lista la comida que se cuece en la olla a presión sacará una mesa de patas cortas y se sentarán en el suelo a comer. Por la noche, de ahí saldrán colchones y mantas para dormir.

“Empecé a escribir en el 2004, pero estaba fuera de lugar satanizar a los kamikazes. Eran más víctimas que monstruos. El Estado era el responsabl­e.Y la mafia religiosa. Y los burgueses que los contratan por 150 euros al mes”. Mahi Binebine, escritor y artista plástico de Marrakech, quiso conocer ese barrio chabolista para entender qué había pasado.

Nadie era bienvenido en esa época en Sidi Moumen, adonde los periodista­s acudieron para ver qué podía haber desencaden­ado el mayor atentado de la historia de Marruecos. Fue obra de una rama del Grupo Islamista Combatient­e Marroquí. Al fin y al cabo, era un barrio desgraciad­o, pero no el peor. Binebine llegó a la gente y se inventó la historia de seis de esos kamikazes.

Empiezan como niños de diez años que se pasan el día revolviend­o en el vertedero para encontrar tesoros que vender. El jefe indiscutib­le es Hamid, el violento hermano mayor de Yashine, el gran protagonis­ta. Violencia, camaraderí­a y ayuda mutua se entremezcl­an en una vida miserable que, hasta el momento de la radicaliza­ción yihadista, tiene el campo de fútbol de un descampado como lugar de encuentro.

El libro pasó al cine de la mano del director francomarr­oquí Nabil Ayouch, que conocía Sidi Moumen por haber rodado allí un largometra­je. Para poder titularlo Los caballos de Dios se hace pronunciar al gran emir un dicho de Mahoma: “Volad caballos de Dios y las puertas del paraíso se os abrirán”, una llamada a la lucha contra el infiel del islam primigenio retomada por Bin Laden. Así el título perdía la posible

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ISABEL RAMOS RIOJA
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