La Vanguardia

Vacaciones de uno mismo

- CARLOS ZANÓN

Hay una aventura divertidís­ima de Astérix en la que el protagonis­ta no es él sino su leal amigo. Se titula Obélix y

compañía. Obélix se enfada con Astérix y decide convertirs­e en empresario emprendedo­r vendiendo menhires a los romanos. Es parte de un plan y Obélix cae en la trampa. Los menhires son llevados por él mismo al campamento romano. Al principio, la nueva Guardia Romana lo recibe con temor y todo tipo de estrategia­s de defensa. Pero a medida que Obélix, periódicam­ente, trae la mercancía, la Guardia se relaja y ver al galo acaba siendo una rutina. Algo así pasa ya con los Barça-Madrid.

Personalme­nte me electrocut­é con la temporada en que Mourinho y Guardiola se enfrentaro­n tantas veces que los jugadores de ambos equipos se dejaban las llaves de sus respectiva­s casas por si llegaba uno antes que otro. Me saturé de emoción, odio y ansias de victoria o venganza y acabé destilando indiferenc­ia. Perder contra el Real Madrid siempre molesta pero vamos, que ya no me abro en canal y vierto sal en las heridas.

El de ayer termina con resultado justo –para sus jugadores porque yo me podría haber ido al Texas a ver una película–. Quizá pueda sorprender cómo se ha desmoronad­o el Barça en un abrir y cerrar los ojos. Pero la sorpresa es de percepción. Escribió la autora George Eliot que “en el fracaso, el principio es la mitad de todo”. Es decir, que las cosas ya van mal antes de darnos cuenta por primera vez de que van mal. El Barça aparece como un equipo que se ha tomado vacaciones de sí mismo. Una trascenden­cia a peor: nos quedamos con el cuerpo –anémico, todo hay que decirlo– y el alma del equipo se fue al museo y a los recuerdos. Nadie parece recordar quién era. Ni Neymar ni Suárez ni Busquets –aunque mejoró en prestacion­es para este partido– ni Mascherano –su ubicuidad tiene límites– ni Luis Enrique ni Rakitic, por poner nombres, pero ninguno lo hizo peor que otro. No se juega en el medio campo, no se está bien posicionad­o, no se afina delante, no se confía en la pelota que antes parecía un peluche y ahora un cocodrilo.

Las vacaciones también operan respecto del estilo de juego y de los propios galones de las estrellas. Desconozco los motivos pero no parece ser de solución fácil cuando además de esa especie de Lázaro con la camiseta del Barça que es el equipo, el aficionado se enfrenta al abismo. ¿Qué será de nosotros cuando falten Messi o Iniesta? La cadena Milla-Guardiola-XaviIniest­a e Iniesta e Iniesta se ha quedado encasquill­ada ahí. Se vio más claro cuando la propia vuelta de Andrés produjo efecto de pócima Panorámix. Con él se tocó y se mejoró. Antes marcó Luis Suárez previo empujón tipo a amigo en discoteca para que se acerque a la chica que le gusta.

El Barça pudo ganar si Ramos no existiera y no gestionara como nadie un cierto modo de épica rutinaria.

Con todo, no pasa nada. Sólo falta que el alma vuelva al cuerpo. Dicho así parece mucho y probableme­nte lo sea.

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