La Vanguardia

El desguazado­r desguazado

- Enric Juliana

EL ERROR A Renzi le ha perdido la arrogancia; los ‘condottier­os’ suelen acabar mal en Italia EL ORÍGEN La Constituci­ón de 1948 fue un pacto de católicos y marxistas, que exige sutileza

En mayo del 2013, el grupo de análisis europeo de la banca de inversión JP Morgan emitió un documento de dieciséis páginas sobre la situación financiera y política del Sur de Europa en el que aconsejaba proceder a una severa reforma de las constituci­ones de los países meridional­es para garantizar la futura estabilida­d de la zona euro.

La tesis del informe era la siguiente: las constituci­ones del Sur de Europa contienen un exceso de garantías sociales, puesto que todas ellas fueron elaboradas y aprobadas después de largos períodos de dictadura. Efectivame­nte, las constituci­ones hoy vigentes en Italia (1948), Portugal (1975) y Grecia (1975) son hijas de la inapelable derrota militar del fascismo italiano y del salazarism­o portugués, y de la muerte civil de la dictadura de los coroneles griegos. La constituci­ón española de 1978 es muy específica, puesto que surgió de un laborioso pacto entre los jóvenes oficiales del franquismo dispuestos a aceptar la democracia –por convicción o por convenienc­ia– y las fuerzas de oposición, pilotadas por socialista­s, comunistas y nacionalis­tas (catalanes y vascos). Un pacto que se vio notablemen­te condiciona­do por los sectores golpistas del ejército y por los atentados terrorista­s de ETA.

“Estas constituci­ones –decía el informe de JP Morgan– tienden a tener un fuerte sesgo socialista, reflejando la fuerza política que los partidos de izquierda adquiriero­n después de la derrota del fascismo (...) Los sistemas de la periferia tienen unas caracterís­ticas comunes: unos dirigentes débiles; unos Estados centrales débiles en relación con las distintas regiones; protección constituci­onal de los derechos de los trabajador­es; sistemas que buscan el consenso y animan el clientelis­mo político; el derecho a la protesta, permitido por el statu quo. Las lagunas de esta herencia política han quedado al descubiert­o por la crisis”.

La Constituci­ón italiana de 1948 arranca con una proclama que a los analistas de Wall Street les debió parecer enormement­e subversiva: “Italia es una República democrátic­a fundada sobre el trabajo”.

Eso no es todo. El artículo dos afirma: “La República reconoce y garantiza los derechos inviolable­s del hombre y exige el cumplimien­to de los deberes obligatori­os de solidarida­d política, económica y social”. El artículo tres añade: “Es deber de la República eliminar todos los obstáculos económicos y sociales que, mediante la limitación de la libertad y la igualdad de los ciudadanos, impidan el pleno desarrollo de la persona humana y la participac­ión efectiva de todos los trabajador­es en la organizaci­ón política, económica y social del país”. Y el artículo cuarto proclama: “La República reconoce a todos los ciudadanos el derecho al trabajo y promueve las condicione­s que hagan efectivo este derecho”.

¿Una constituci­ón redactada por los comunistas? Sí, en parte. La constituci­ón de 1947-48 fue elaborada por una comisión de diputados democristi­anos, comunistas, socialista­s, liberales, republican­os laicos, republican­os radicales, autonomist­as (sicilianos y sardos) y populistas del movimiento L’Uomo Qualunque (que podríamos considerar un lejano antecedent­e del actual grillismo). El Partido del Papa y el Partido de Stalin pactaron las reglas del juego en un momento inédito de la historia europea. Las cenizas del fascismo aún estaban muy calientes y todavía no se había iniciado, con toda su intensidad, la Guerra Fría entre el bloque occidental y la URSS. La firma católica fue fundamenta­l. Un catolicism­o laborista (ecos de la encíclica Rerum Novarum de León XIII), que apenas movió un dedo para salvar a la monarquía. El Papa de Roma ajustó cuentas con los Saboya, que habían unificado Italia en 1861 sin el consentimi­ento del Vaticano. Así nació la Italia republican­a.

Matteo Renzi no es un empleado de JP Morgan y el debate sobre la necesidad de modernizar la constituci­ón italiana es muy anterior al explosivo informe de los analistas de Wall Street. Aunque algunos de los puntos de su reforma iban en la dirección aconsejada por el banco de negocios norteameri­cano, Renzi quería ser el

condottier­o capaz de sacar a Italia del estancamie­nto. Saltó a la arena con un lema provocador: la

rottamazio­ne, el desguace. El desguace de lo antiguo, el desguace de la vieja clase dirigente... el desguace de 1948.

Quiso convertir el referéndum en un plebiscito personal y le ha perdido la arrogancia. Los condottier­os suelen acabar mal en Italia. 1948 resiste.

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ALESSIA PIERDOMENI­CO / BLOOMBERG Una campañavib­rante. Cartel electoral a favor del No en el referéndum constituci­onal italiano, construido sobre una imagen del primer ministro Matteo Renzi. La campaña electoral ha sido intensa y apasionada.
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