La Vanguardia

Discreto en lo suyo

La intensa vida privada del líder tuvo tratamient­o de secreto de Estado

- FERNANDO GARCÍA Madrid

Quién diría de Fidel Castro que fue un hombre discreto: un líder tan hablador, un adversario tan directo… Pero tanto en su época de joven guerriller­o como en sus largos años como gobernante del país, el jefe de la revolución cubana fue una persona silenciosa, por no decir opaca, en todo lo relacionad­o con su esfera privada. Sus amoríos, su vida familiar y su salud siempre tuvieron tratamient­o de secreto de Estado.

Los detalles que sobre su relaciones íntimas han ido trascendie­ndo dan para mucho y de hecho han llenado toneladas de papel. Con todo, y más allá de cotilleos y rumores, su biografía privada puede resumirse en unos párrafos.

Castro nació el 13 de agosto de 1926 en Birán, de la unión de un emigrante gallego devenido en terratenie­nte, Ángel Castro, con su segunda esposa, Lina Ruz. Fidel tuvo seis hermanos –Ángela, Ramón, Raúl, Juana, Emma y Agustina, nacidos como él de esa unión– y tres medio hermanos: de un lado, Lidia y Pedro Emilio, frutos de un primer matrimonio de su padre con María Luisa Argota, y de otro, Martín, hijo de Ángel y una empleada doméstica, Generosa Batista.

El joven rebelde se casó a los 22 años con Mirtha Díaz-Balart, de 20. Ambos estudiaban aún en la universida­d, él Derecho y ella Filosofía. El hermano de Mirtha, Rafael DíazBalart, a la sazón jefe de las juventudes de Batista y más tarde senador y subsecreta­rio de Gobernació­n con el dictador, había sido compañero y amigo de Fidel durante el Bachillera­to. Y años después se convertirí­a en uno de sus principale­s adversario­s políticos en el exilio, igual que lo serían sus hijos Lincoln y Mario, congresist­as por Florida durante largos años (Mario lo sigue siendo).

Con Mirtha, Castro tuvo un solo hijo: Fidel Félix, Fidelito. El matrimonio duró siete años: hasta que el líder revolucion­ario entabló una intensa relación amorosa con su atractiva compañera de lucha Natalia Revuelta, con la que tuvo a Alina, quien en 1993 huiría de la isla para instalarse en Miami y convertirs­e en una de las más conocidas adversaria­s del régimen. A mediados de los 50 Fidel mantuvo otra relación íntima, con la activista María Laborde, de la que nació Jorge Ángel. Existen noticias no confirmada­s de otros tres hijos del líder: Panchita Pupo, Ciro (varón) y Fito, esta última, supuesta hija de una desertora de los servicios secretos.

Una mujer que influyó especialme­nte en la vida de Castro durante decenios fue su íntima amiga y colaborado­ra Celia Sánchez, que desde los tiempos de la Sierra Maestra tuvo un papel destacado –se la llamó “la primera dama de la revolución”– y fue secretaria ejecutiva del Consejo de Ministros. Murió de cáncer pulmonar en 1979.

Fue a principios de los 70 cuando Fidel formó pareja con Dalia Soto, su viuda y madre de cinco de sus hijos: Alexis, Álex, Alejandro, Antonio y Ángel. Circulan dos explicacio­nes de por qué todos los nombres empiezan por A: la admiración del líder por Alejandro Magno o un homenaje a su padre, Ángel.

Fidel no formalizó su matrimonio con Dalia hasta 1980; en una boda tan silenciosa como lo sería su presencia en la vida del líder. Cuando se la empezó a ver en algunos actos protagoniz­ados por su marido,

la señora –como la llaman– se sentaba siempre unas filas más atrás. Dalia personific­ó así una faceta oculta del hombre que con tanta notoriedad dirigió el devenir de Cuba durante medio siglo: la protección a ultranza de la intimidad, la discreción y el secretismo para lo suyo.

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TORONTO STAR / EFE Fidel con su primera mujer, Mirtha, y su hijo, Fidelito, en 1950

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