El jazz familiar
Superada la avidez por la innovación, que se desató entre la juventud en los trepidantes años veinte del pasado siglo, la afición por el jazz como una de las más atractivas formas de expresión personal se estructuró de forma asociativa en los años treinta. Quiero decir que se fundaron numerosos clubs y asociaciones para reunir a las personas que profesaban la devoción por aquella nueva música. Y no sólo entidades asociativas sino que se multiplicaron las exhibiciones en forma de conciertos en vivo y audiciones pasivas de discos en aquellos gramófonos de una trompa monumental. En Barcelona, entre 1946 y 1950, el jazz arraigó y reclutó muchos aficionados alrededor del Hot Club, y a partir de 1961 ya se consolidó de forma estable y permanente.
El Hot Club Barcelona organizó conciertos importantes, reuniones, conferencias, audiciones de novedades fonográficas, etcétera, incluyendo el Festival Internacional de Jazz auspiciado por el Ayuntamiento de Barcelona a través de la oficina de promoción dinámica que dirigía Esteban Bassols. Al mismo tiempo, el arquitecto Gili, coleccionador de modelos de locomotoras, reunía en su despacho a amigos y vecinos para escuchar los discos de jazz recién llegados. Aquellas reuniones en los dominios del arquitecto Gili fueron divulgadas con entusiasmo por sus hijos, que llevaron su afición a fundar una orquesta amateur.
La orquesta, por respeto a su progenitor, se llamó La Locomotora Negra y se lanzó a la ejecución de un ambicioso programa musical. Digo que ambicioso porque las formaciones instrumentales parecidas, que abundan por Europa, formadas por elementos aficionados que son profesionales de proa en otras esferas, se ciñen en su repertorio a piezas sencillas de estilo dixieland y, en cambio, La Locomotora Negra aborda un repertorio muy exigente, de temática
ellingtoniana para empezar. En este empeño, a La Locomotora Negra, se le disculparía cualquier desliz estético pero es que no sólo se atreve sino que lo ejecuta con admirable precisión. Y cada vez que les escuchamos nos sorprende más.
Ahora, la Locomotora Negra ha querido dedicarme una flor. Sólo puedo agradecérselo. Y se lo agradezco doblemente por una razón elemental: porque “no calia”, como decimos en catalán. Por todo esto, a todos, muchas gracias.
La Locomotora Negra aborda un repertorio muy exigente, y cada vez nos sorprende más