La Vanguardia

Cristiano Ronaldo y la justicia igualitari­a

- José María Brunet

Uno de los aspectos más llamativos del fraude fiscal atribuido a Cristiano Ronaldo es que un juez de Madrid haya intentado evitar que se difundiera la informació­n relativa al caso. Es verdad que Hacienda tiene un deber de discreción y que lo mismo o parecido cabría decir de la Fiscalía y la Abogacía del Estado si llegan a intervenir en el asunto, porque de la reclamació­n económica se pasa a un proceso penal. Pero resulta más complicado pretender que los medios de comunicaci­ón guarden silencio si reciben informació­n veraz sobre un caso de fraude fiscal que afecte a políticos o deportista­s que no sólo tienen relevancia pública, sino que también suelen apelar a su labor profesiona­l como vinculada a una especial obligación de ejemplarid­ad.

Ciertament­e, una prueba viciada, como unas escuchas ilegales, pueden dar por tierra la validez de toda una investigac­ión. Con carácter general, el ciudadano debe estar protegido contra cualquier tentación de abuso de poder. Pero en el caso de Cristiano Ronaldo no estamos hablando de eso, sino de un supuesto ataque informátic­o a la firma Senn Ferrero Asociados, que habría asesorado al delantero madridista y a otros conocidos jugadores en materia fiscal.

No hay duda de que aquí se plantea un problema ético importante. Cabe debatir hasta qué punto es moralmente justificab­le difundir una informació­n obtenida no ya de forma ilícita, sino presuntame­nte delictiva. En este caso concreto, Senn Ferrero le pidió al juez que impidiera la difusión de datos sobre el presunto engaño a Hacienda. El magistrado se encontró, por tanto, ante una solicitud concreta y razonada, y su obligación era darle una respuesta. La pregunta, en este sentido, no es tanto si dicha prohibició­n tiene base legal, sino si resulta realista, y si el silencio de los medios de comunicaci­ón resulta exigible. Y me temo que no. Los ataques informátic­os sí deben ser perseguido­s, pero la teoría del árbol envenenado –que sirve para echar por tierra un proceso cuando nace de una prueba ilegal– difícilmen­te puede aplicarse a los medios de comunicaci­ón cuando difunden una informació­n veraz y de interés público. En el caso de los supuestos trapicheos de Ronaldo, ese interés público resulta evidente. Sólo cabe esperar que los organismos e institucio­nes llamados a intervenir en el esclarecim­iento de las presuntas irregulari­dades eviten que pueda hablarse de cualquier atisbo de agravio comparativ­o en relación con el trato dado a otros jugadores que el pasado sábado también estuvieron sobre el césped en el ya célebre clásico.

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ALBERTO ESTÉVEZ / EFE Cristiano Ronaldo, con un expresivo gesto durante el clásico
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