Cazeneuve releva a Valls en el Gobierno francés
“Un país tercero no tendrá los mismos beneficios que un socio”, avisa Barnier
No hay tiempo que perder. Ni a la Unión Europea ni al Reino Unido le interesa “prolongar la incertidumbre” sobre su salida del club, advirtió ayer Michel Barnier, el negociador designado por la Comisión Europea para pactar con Londres los términos de la primera escisión de su historia. “Nosotros estamos listos para negociar”, añadió, sin disimular ni un ápice la impaciencia por la cacofonía que llega de Londres sobre qué tipo de relación futura desean tener con la Unión.
Aunque el artículo 50 del tratado prevé un periodo de dos años para cerrar un acuerdo sobre los términos de la salida de un país de la UE, en la práctica “el tiempo de negociación será más corto”, de apenas 18 meses, avisó Barnier. Si la primera ministra británica, Theresa May, lanza el proceso antes del 31 de marzo del 2017, como ha dicho, la UE necesitará unas semanas para estudiar y responder a los planteamientos de Londres. El pacto final debería alcanzarse “antes de octubre del 2018” para dar tiempo a que lo ratifiquen la Eurocámara y los parlamentos nacionales de toda la UE.
Este planteamiento, sin embargo, no excluye que las conversaciones se extiendan varios años más. Además de pactar la salida del club (presupuestos, deudas, gastos, instituciones...), Bruselas está abierta a alcanzar acuerdos de transición para organizar la nueva relación del Reino Unido con la Unión pero reclama claridad para saber hacia dónde deben tenderse esos puentes. “Mientras no sepamos lo que el Reino Unido está dispuesto a aceptar es difícil hablar de periodo de transición”, afirmó Barnier en su primera rueda de prensa como negociador europeo del Brexit.
Los tories no se han puesto de acuerdo aún sobre hasta qué punto quieren tener acceso al mercado interior, si están dispuestos a pagar por ello como hace Noruega, o sobre si desean un Brexit duro o suave, blanco, negro o gris. Preguntada al respecto, May dijo ayer que aspira a “un Brexit rojo, blanco y azul”, una respuesta poco esclarecedora, salvo porque confirma que quiere de la UE un traje a medida de los colores de la Union Jack.
Bruselas marcó terreno de cara a esa negociación. “Un país tercero nunca puede tener los mismos beneficios y derechos que un socio del club, porque no está sujeto a las mismas obligaciones”, avisó Barnier, que reiteró que la libertad de circulación en la UE tiene cuatro elementos inseparables (bienes, personas, capitales y servicios) entre los que Londres “no podrá picotear”. Un mensaje de firmeza, en definitiva, que cada capital declinará en función de sus intereses una vez comience la negociación. Desde París llegan aires revanchistas pero no desde Dublín o Madrid. “Queremos una negociación civilizada, haremos una aportación positiva”, dijo ayer el ministro de Economía, Luis de Guindos. El Reino Unido es el país con el que España tiene “la relación económica global más intensa”, recalcó.
Barnier, exministro de Exteriores francés y excomisario europeo, utilizó tanto la lengua francesa como el inglés en su intervención, enfatizando en este idioma los mensajes clave a Londres. “Keep calm and negociate” (mantened la calma y negociad), concluyó parafraseando el eslogan de los carteles preparados por el Gobierno británico durante la Segunda Guerra Mundial.