La Vanguardia

Las tres narices

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La diplomacia no es lo que era desde que Peter Ustinov llamó a los diplomátic­os maîtres de hotel distinguid­os, pero aún resulta aconsejabl­e guardar las formas, medir las palabras y no hacer de cada encuentro con la prensa un Vietnam. Luis Enrique no es precisamen­te un diplomátic­o con los medios. Se diría que lo que más le molesta del fútbol es someterse a una batería de preguntas, algunas de las cuales son dardos envenenado­s. Entonces levanta la barbilla, mira a los ojos y suelta una frase escasa en adjetivos. Es una respuesta seca, sonora. Como un disparo en mitad de la noche. Ante el partido del Borussia Mönchengla­dbach, con el Barça clasificad­o como primero de grupo respondió que le importaba “tres narices” el partido, cuando en el encuentro estaban en juego 1,5 millones por ganar y la recuperaci­ón de la autoestima. Con frases como esta no se llenan los estadios. Y, además, no es lo que realmente piensa, porque Luis Enrique es un ganador al que no le gusta perder ni en las pachangas.

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