El misterio Velázquez
Laura Cumming relata la intrigante desaparición del retrato que el pintor sevillano hizo a Carlos I de Inglaterra
Laura Cumming novela los misterios que rodean el retrato que el pintor Velázquez hizo del príncipe Carlos de Inglaterra durante la visita de este a Madrid para conseguir la mano de la infanta María Ana, una historia real que la crítica de arte británica convierte en una apasionante novela.
Confiesa Laura Cumming que, cada vez que se acerca al Prado para ver una vez más Las meninas, se produce en ella “una expectación semejante a la del reencuentro con la persona amada”. No parece que exagere. La pasión con que habla de ese cuadro y su autor la delatan de inmediato como mujer profesionalmente enamorada del pintor y su obra. Una pasión que en su libro Velázquez desaparecido, recién publicado en España por Taurus, ella va desgranando en paralelo con el relato de una obsesión anterior y muy distinta a la suya, por mucho que converja en el mismo artista: la que el librero John Snare vivió y padeció, hasta el extremo de destrozar su vida, desde el día de 1845 en el que descubrió y compró por ocho libras –el precio de un caballo en la Inglaterra de la época– el retrato perdido que Velázquez habría hecho al príncipe Carlos de Estuardo, el futuro Carlos I. Fue durante la visita que el sucesor de Jacobo I hizo a Madrid en 1623 para conseguir la mano de la infanta María Ana. La expedición, que duró cinco meses y fue una “locura” de principio a fin, dejó para la historia un estrepitoso fracaso en cuanto a las pretensiones de boda real del escocés y un misterio aún no desentrañado sobre una creación artística. Y, a partir del enigma, este ensayo novelado de Cumming, que además de escritora es crítica de arte en The Observer.
El libro se ciñe a la investigación rigurosa de los hechos, casi siempre probados y sólo a veces hipotéticos aunque bien sustentados. En todo caso, el texto se lee como una novela de intriga. Y es, incluso antes de su escritura, un doble testimonio –en primera y tercera persona– de cómo la obra de un gran artista puede alterar y hasta determinar el destino de quien la admira. Para bien o para mal; Laura Cumming recoge ambos supuestos.
“Velázquez me dio el consuelo necesario para recuperar mi vida”, afirma la autora al empezar la entrevista al explicar la fuerte motivación de su trabajo literario. Su padre falleció cuando ella tenía 28 años. Era pintor. El cáncer le destruyó la vista y después el cerebro, detalles que ella quiere compartir para que se entienda el punto de partida. “No sólo sentí una tristeza y un pesar inmensos; también me enfadé”, dice. Y se obcecó: “Me prometí que jamás volvería a contemplar más pinturas que las de mi padre”, recuerda. Sobra precisar que rompió la promesa, aunque les costó lo suyo. En aquel momento trabajaba como crítica literaria en The Guardian.
Meses después de su terrible pérdida, Laura viajó a Madrid para cambiar de aires. Anduvo rondando alrededor del Prado, “muchas veces”, resuelta a no traspasar su puerta. “Hasta que el esfuerzo por no ir se convirtió en una distracción”, se ríe ahora. Entonces entró, aunque bajo la condición impuesta a sí misma de que sólo vería un cuadro de El Greco que era el preferido de su padre. Pero, justo cuando lo buscaba, una fuente de luz y un movimiento de gente la atrajeron hacia Las meninas. Ese instante le hizo virar el rumbo en todos los ámbitos, empezando por el de su campo profesional y siguiendo por lo que la trae a estas líneas: “Mi tren cambió de raíl”.
La indagación del Velázquez desaparecido empezó con el hallazgo casual de un folleto de la exposición a la que Snare se decidió a ir en Londres, en 1847, con el retrato del príncipe Carlos que había adquirido en una subasta; allí lo habían vendido como obra de Van Dyck, pero el modesto librero de Reading rechazó esa atribución desde un inicio. Lo cierto es que aquella primera exhibición fue un éxito, igual que otras sucesivas en Gran Bretaña y mucho más tarde en Nueva York: la última supuestamente celebrada en el Metropolitan en 1885, cuando John había fallecido, merced al préstamo de su hijo, Edward Snare.
Después, ya nunca volvió a saberse de la pintura, que pese a ser ampliamente reconocida por la mayoría de críticos y aficionados supuso la perdición de su propietario. Porque, para proteger su valioso cuadro y por no separarse de él, John renunció a todo; Cumming cree que abandonó a su familia. Sufrió duras acusaciones, así como un embargo seguido de un tortuoso proceso judicial. Padeció el abandono de sí mismo. Y, según se intuye en el ensayo y la autora revela a La Vanguardia, enfermó de locura. “Desde que el libro se publicó en el Reino Unido han sucedido cosas”, explica: “Ha aparecido un cuaderno hecho a mano con todas las notas y cartas de John. Y a través de ellas, de la evolución de su contenido y caligrafía, he visto que no sólo se obsesionó; se vino abajo. El cuadro no sólo arruinó su vida sino que le hizo perder la razón”, murmura. Añade que otra de las cosas que han pasado en estos meses es que mucha gente le ha enviado mensajes dando razón de una obra que podría ser el Velázquez. Uno de los avisos la tuvo en vilo meses, pero al final fue una falsa alarma. O una falsa ilusión.
Si la pintura apareciera, ella no querría verla “por si acaso no fuera un Velázquez y resultara que el sueño de Snare no hubiera sido más que una pesadilla para él y para todos aquellos que pensaron que sí era un Velázquez”. No sería un demérito para el libro. Cualquiera que lo lea vivirá la intriga igualmente y, lo más importante, conocerá mejor el arte: su mundillo actual y pasado, la grandeza de algunos artistas y las miserias de muchos coleccionistas. El lector aprenderá todo lo que puede saberse de Las meninas ysu creador, y no poco de la época en que Felipe IV reinó... Aunque, para Laura Cumming, ”el mejor logro de la vida de Felipe fue –precisamente– haber empleado a Velázquez”.
“A mí, ‘Las meninas’ me dio consuelo para recuperar mi vida. A John Snare, el retrato de Carlos I le hizo enloquecer” ‘Velázquez desaparecido’ da cuenta de cómo una obra de arte puede marcar a quien la admira: para bien o para mal