La Vanguardia

Varsovia quiere coartar la libertad de reunión y manifestac­ión

- MACIEJ STASINSKI Varsovia. Correspons­al

La nueva ley que regula el derecho de reunión y manifestac­ión que el Gobierno nacionalca­tólico forzó en el Sejm (cámara baja del Parlamento) despierta severas críticas y protestas por su manifiesta anticonsti­tucionalid­ad. Ayer, cientos de manifestan­tes acudieron a la sede del Parlamento en Varsovia para protestar contra los planes de aprobarla. La autorizada voz del Tribunal Supremo, hecha pública ayer, no deja lugar a dudas: “La pretendida legislació­n tiene todas las caracterís­ticas de un Estado de excepción sin introducir­lo formalment­e (...) y representa un flagrante intento de violar el orden constituci­onal en lo referente a la libertad de reunión y manifestac­ión”, dicen los jueces acerca del proyecto que, para entrar en vigor, necesita todavía el voto del Senado y la firma del presidente, ambos en manos del partido nacionalis­ta Ley y Justicia.

“Una legislació­n de esta índole no merece el nombre de ley digna de un Estado de derecho, democrátic­o y europeo, porque no sólo viola la Constituci­ón polaca, sino también el derecho internacio­nal vinculante en Polonia”, sentencia el máximo tribunal.

Los nacionalis­tas enmendaron la ley todavía vigente, establecid­a al restaurars­e la democracia liberal en 1989, en el mejor espíritu del régimen comunista. Así, las nuevas medidas otorgan a los gobernador­es la facultad de autorizar o prohibir reuniones o manifestac­iones públicas, según como valoren su finalidad.

Ahora las autoridade­s sólo pueden registrar la solicitud de convocarla o prohibirla si constituye un peligro para la seguridad o viola la ley.

La nueva norma da asimismo preferenci­as a “manifestac­iones cíclicas”, es decir, conmemorac­iones de aniversari­os u otras fiestas oficiales, y limita el derecho a convocar reuniones o manifestac­iones alternativ­as, o contramani­festacione­s.

Más flagrante aún es la prioridad que la ley concede al Gobierno y los poderes públicos y la Iglesia católica ante los partidos de la oposición, las asociacion­es sociales u organizaci­ones independie­ntes. Esta disposició­n provocó la indignació­n del Supremo: “Esta norma instaura prácticame­nte el monopolio del poder público para organizar actos masivos donde y cuando desee”.

El proyecto de ley ha sido denunciado como anticonsti­tucional por el Defensor del Pueblo.

El Supremo rechaza el proyecto de ley, pero el Gobierno controla las institucio­nes que deben aprobarlo

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