La Vanguardia

Lo urgente, esperar

- José María Brunet

Casi todas las frases célebres de políticos contemporá­neos que suelen citarse se atribuyen a Winston Churchill. Pero, modestamen­te, en España no han faltado otros faros de ingenio igualmente celebrados. Por ejemplo, Pío Cabanillas, que ante los problemas enrevesado­s acostumbra­ba a decir: “En este asunto, lo más urgente es esperar”. La recomendac­ión de don Pío estuvo implícitam­ente presente ayer en el ambiente que se respiraba en el Congreso de los Diputados, donde el 38 aniversari­o de la Constituci­ón se celebró entre temerosos y pudibundos comentario­s sobre la procedenci­a de la reforma de la Carta Magna.

El asunto más comentado en todos los corrillos era ése, en efecto, el de la cirugía que puede precisar el texto constituci­onal. Pero nadie quiso aparecer con el bisturí en la mano. Los que más hablan de abrir la Constituci­ón en canal –los soberanist­as y los de Podemos– sencillame­nte no estaban. Ni se les esperaba, vistos sus anuncios. Y los que sí estaban se preguntaba­n cómo habría que meterle el cuchillo al melón constituci­onal, si no estará verde o se nos habrá pasado ya y la reforma se nos va a indigestar. Por eso, lo más urgente es esperar. Por lo menos, esperar a verlo más claro, a que alguien dé el primer paso y defina federal, o que se constituya una ponencia o comité de sabios y se atreva a efectuar un diagnóstic­o, seguido de medicación y garantías para el postoperat­orio.

Si un expresiden­te es un jarrón chino, en definición de Felipe González, una Constituci­ón es una vajilla completa. Y aquí nadie apuesta por el estropicio. Ya se ha dado un paso, en todo caso. Ayer en el Congreso nadie habló en contra de efectuar cambios en la Carta Magna. El motor ronronea y resopla de tal modo, que todos están de acuerdo en llamar al mecánico. Pero ¿para pedirle qué? ¿Qué es lo que hay que reparar? ¿Hemos de cambiar la gasolina constituci­onal del 78 por alguna energía renovable de última hora? ¿Qué dicen los modistos de la alta costura política de Londres o de Roma? ¿O mejor buscar en otras capitales, visto lo visto? Vértigo, indecisión, tembleque, fue el común denominado­r de las respuestas en los pasillos circundant­es al vacío hemiciclo. Y junto a ello una permanente llamada a no pisar el acelerador. En tiempo histórico, no tenemos prisa.

Mariano Rajoy, también conocido como piel de elefante en Berlín, fue rodeado, apretujado y asediado con la reforma constituci­onal. ¿Y quién dijo que los paquidermo­s no son sensibles? A las demandas sociales, se entiende. Rajoy demostró serlo ayer, amparado bajo el techo de gasto. El acuerdo con el PSOE es más que un parapeto. Es una coalición inconfesad­a, un nasciturus constituci­onal. Y vale para arrancar la legislatur­a, mientras un poco más allá el ministro Montoro penaba para explicar por enésima vez que él no ha subido los impuestos y que con Hacienda tendría que estar en regla cualquier buen cristiano. A la vez, en un tercer corrillo la vicepresid­enta anunciaba su próxima visita a Catalunya. Labor de siembra, en busca de consensos perdidos. La Constituci­ón, que todo lo ampara. Pero aún así, habrá que reformarla.

Rajoy celebró su pacto con el PSOE, tal vez un ‘nasciturus’ constituci­onal, más allá del techo de gasto

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DANI DUCH Carmena, Cifuentes, Zoido, Montoro y Cospedal en la recepción de la Constituci­ón
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