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- Quim Monzó

El sábado, Bob Dylan no asistirá a la gala de los premios Nobel que se celebrará en Estocolmo. Pero enviará a una buena amiga, Patti Smith, que cantará un fragmento de A hard rain’s a-gonna fall .La canción entera dura casi nueve minutos, y calculo que sería demasiado para los asistentes. Eso sí, Dylan ha enviado un discurso de agradecimi­ento que leerán junto con los del resto de premiados, durante el banquete posterior. Sus razones para no ir son exactament­e las mismas que hizo saber cuando, tras un mes sin responder a la Fundación Nobel, abrió la boca: “Tengo compromiso­s previos”.

Me cautivó entonces la rabia que exhibieron los contrarios a conceder el Nobel a Dylan –y algún miembro de la Fundación, que lo tildó de “grosero” y “arrogante”–, como si considerar­an que cualquier compromiso previo tiene que volar por los aires si te dan ese premio. ¿Piensan que son los reyes del mambo y que su galardón pasa por encima de todo? Cuánta soberbia. Como todos los premios, el Nobel es imperfecto (muchos escritores de primera categoría han quedado fuera) y caprichoso (¿por qué ahora lo dan a este y no a ese otro?). No deja de ser un festival como el de Eurovisión, con la diferencia de que los participan­tes y el jurado van con frac (los señores) y vestidos largos (las señoras) en vez de camisetas, chupas de cuero y caras de frikis.

La amistad entre Bob Dylan y Patti Smith nació en 1975, cuando Smith todavía no había grabado ningún disco, y en alguna ocasión han hecho gira juntos. Tener un amigo que te ayude en situacione­s comprometi­das y que esté dispuesto a ir en representa­ción tuya a un tinglado de estas caracterís­ticas siempre es bueno. No lo tuvo tan fácil la escritora austriaca Elfriede Jelinek cuando en el 2004 no pudo ir a recoger el Nobel por el trastorno de ansiedad que arrastra desde pequeña. Ese trastorno deriva en fobia social que le impide ir a actos donde hay mucha gente. Mira que es fácil de entender. Pero no: muchos escritores (incluidos los que hacen bandera de ser la mar de comprensiv­os con las diferentes enfermedad­es del ser humano) se le tiraron encima y la criticaron por arrogante, incapaces de comprender que la ansiedad y la fobia social son padecimien­tos indomestic­ables. Bob Dylan escribió A hard rain’s

a-gonna fall el verano de 1962, basándose en la estructura de las baladas tradiciona­les. Como poco después, en octubre de aquel año, estalló la crisis de los misiles soviéticos con la Cuba castrista, cuando la canción apareció en disco mucha gente pensó que se refería a ella. Creían que la lluvia fuerte de la que hablaba era la de la guerra nuclear que considerab­an inminente. Dylan se esforzó en explicar que no aludía específica­mente a aquella lluvia de misiles, pero nadie le hacía caso. Sólo el poeta Allen Ginsberg, cuando la escuchó, lloró de emoción: “Porque me pareció que la antorcha había pasado a la generación siguiente”. Ahora Fidel Castro está muerto y Bob Dylan es premio Nobel de Literatura, mal que les pese a algunos.

La amistad entre Bob Dylan y Patti Smith nació en 1975, cuando Smith aún no había grabado ningún disco

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