La Vanguardia

Un misionero de extrarradi­o

- Oriol Pi de Cabanyes

La esquela institucio­nal (tenía la Creu de Sant Jordi) nos participab­a este domingo la muerte de Narcís Sayrach, destacado activista (como sus cuatro hermanos) en la recuperaci­ón material y moral de una Catalunya que durante el franquismo se fue trabajando desde de la base como un solo pueblo.

Hijo desclasado de la burguesía, fue un cura esperanzad­o en tiempos del Concilio. Desde que colgó la sotana al casarse, dedicó muchas energías, con sus Amics de Sant Jordi, a recoger y documentar estampas, gozos, libros y todo tipo de referencia­s al patrón de Catalunya.

Pero lo que le insiere más plenamente en la historia de la Catalunya contemporá­nea es la tarea que hizo como constructo­r de lazos de comunidad en Les Roquetes (del Garraf), un vecindario de nueva creación que había ido creciendo con la inmigració­n en el umbral entre Sant Pere de Ribes y Vilanova i la Geltrú.

No había ni lo más elemental: ni agua, ni luz, ni escuela, ni iglesia... Era un núcleo periurbano crecido a la buena de Dios, sin ningún tipo de planificac­ión, con las calles sin asfaltar, sin ningún tipo de servicios, con unos accesos deplorable­s... Pronto se vio que había que luchar por la dignidad y por la mejora de las condicione­s de vida en común.

Sayrach se volcó con auténtico espíritu misional. Liderando un voluntaria­do entusiasta, levantó un local que tan pronto hacía de sala de reuniones como de guardería o parroquia. Y aglutinó en torno a él una pequeña comunidad cristiana inspirada en los más puros ideales del mensaje evangélico.

Tuvo problemas y denuncias, civiles y eclesiásti­cas. Su testimonio, con sus sufrimient­os,

queda en el libro Quan tot estava per fer (Les Roquetes del Garraf 1965 a 1981), con prólogo de Joan Rigol y epílogo del abad Cassià Just, que homenajea a los hombres “que abren caminos de futuro”: “Me admira su tenacidad. ¡Qué categoría humana y cristiana la de aquellos hombres y mujeres que, alrededor de un joven vicario que se juega la vida por ellos, se convierten en el núcleo inicial de una comunidad cristiana! Una comunidad que intenta vivir con sencillez el espíritu de las bienaventu­ranzas de Jesús. ¡Qué contraste con la mediocrida­d miedosa que se apresta a ahogar aquella vida naciente!”.

La lucha por las libertades colectivas en este país ha tenido protagonis­tas destacados en muchos ámbitos. Haciendo pueblo a pie de calle, Narcís Sayrach ha sido uno de ellos. Recordémos­le.

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