El Raval edifica un baluarte contra drogas y tópicos
El centro se pondrá en marcha en primavera y dará el relevo a la sala Baluard, que se inauguró en el 2006 en un lugar ‘temporal’
¿Por qué no ubican los centros para atención y seguimiento de drogodependientes en la parte alta de Barcelona? Allí no los quieren porque son un imán para la delincuencia y fomentan el consumo de drogas. Estos son sólo algunos de los tópicos, por no decir mentiras, que desmontan casi a diario las responsables del plan municipal contra las drogas.
Ayer tuvieron otra ocasión para hacerlo, con motivo del inicio de las obras del nuevo centro de atención y seguimiento Baluard, que entrará en funcionamiento en el Raval entre la primavera y el verano del 2017. Esta instalación no sólo ofrecerá un tratamiento integral contra las drogodependencias (y cabe recordar que la peor de todas sigue siendo el alcoholismo) sino que luchará contra los estereotipos. Su puesta en marcha le costará al Ayuntamiento 1.360.000 euros y se inscribe en una amplia remodelación sanitaria de Ciutat Vella, que supondrá otro millón de euros para la Generalitat.
La instalación dará el relevo a la sala Baluard, que funciona en un tramo de las murallas de las Drassanes, donde se instaló de forma temporal hace diez años. Algunos vecinos, y también algunos políticos,se empecinan en llamarla narcosala, una palabra que horroriza a los expertos y que centra el objetivo en sólo una de las muchas cosas que se realizan aquí, donde los toxicómanos que lo deseen pueden inhalar o inyectarse sus dosis con supervisión médica, en lugar de hacerlo en la calle, sin control. Pero también pueden cambiarse de ropa, ducharse o tomarse un bocadillo o un café. Esta es la parte menos visible, denominada de “reducción de daños”, pero que resulta tan o más importante que la otra.
Cuando se produzca el traslado, las dependencias de la muralla se integrarán en el Museu Marítim. La nueva Baluard se ubicará en un edificio que ya ha comenzado a remozarse y que albergaba hasta ahora el centro de urgencias y atención primaria de Perecamps (ya trasladado a la calle Sant Oleguer, 17). Otras tres fichas de dominó se moverán e incluirán las unidades de enfermedades de transmisión sexual, de medicina tropical y de tuberculosis, además del traslado de los centros de salud mental para menores y adultos.
La sala Baluard tiene ahora 209 m2, lo que obliga a aprovechar el espacio al máximo, como en un submarino. Avisos en las ventanas recuerdan que deben estar cerradas “para evitar que entren insectos y ratas”. A pesar de estas penosas condiciones, las 39 personas que trabajan aquí –un equipo multidisciplinar que lidera el psicólogo Diego Arànega– realizan una labor elogiada por la UE. El centro al que se mudarán tendrá 530 m2. El área destinada a chutarse o fumar cocaína (son habitaciones separadas) será prácticamente la misma, pero mejorarán los espacios comunes, las duchas, las oficinas... Y, sobre todo, Baluard dejará de ser una sala y será un centro integral, donde además de lo que ya se hacía se realizarán talleres y programas, entre otros servicios para intentar decir hasta nunca a las drogas.
Hay catorce de estos centros en toda Barcelona. Seis ofrecen ya una atención completa: los de Sants, Sarrià, Vall d’Hebron, Fòrum, Lluís Companys (junto al Palacio de Justicia) y Garbivent (cerca del parque de la Pegaso). Pronto serán siete. Tres mujeres que lo saben casi todo sobre drogas se felicitaron ayer por ello. Gemma Tarafa, comisionada de Salud, y Maribel Pasarín y Teresa Brugal, las jefas de esta área de la Agència de Salut Pública, recordaron un dato irrebatible: estas instalaciones no sólo no fomentan la delincuencia o el consumo de droga, sino que han permitido que caigan en picado las sobredosis, los contagios de sida entre toxicómanos y el abandono de jeringuillas en la vía pública.
La operación agranda el Museu Marítim y se enmarca en la amplia reforma sanitaria de Ciutat Vella