La mala compañía de Santa Claus
LA fe dejó de mover montañas en el terciario, de eso hace 35 millones de años. Pero Tolstói nos advirtió que es la fuerza motriz de la vida, pues necesitamos creer en algo para dar significado a la existencia. Los niños confían en personajes tan increíbles como Santa Claus, aunque hay excepciones: Shirley Temple, la que fue niña prodigio del cine en los años treinta, declaró que dejó de creer en el personaje barbado a los seis años, cuando su madre la llevó a verlo a unos grandes almacenes y Santa Claus le pidió un autógrafo. Ciertamente, cuesta tener fe en él cuando uno lo descubre en una foto de Reuters al lado de Marine Le Pen, la líder del Frente Nacional (FN), mientras declaraba que los hijos de los inmigrantes en situación irregular no podrán acceder a la escuela pública si gana las elecciones en Francia.
Le Pen tiene muchos números para estar en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 2017, según todas las encuestas de los últimos meses. El FN ha hecho de la preferencia patria el eje de campaña. La prioridad nacional, como los ultraderechistas la llaman, son los franceses en lo que se refiere al trabajo, las ayudas sociales, el acceso a la salud y ahora también a la educación. “Se acabó la escolarización de los clandestinos”, ha proclamado su candidata en las últimas horas, en contra de lo que establece la Constitución francesa, que defiende el acceso igualitario a la educación, sin distinciones de ningún género. A Marine Le Pen la igualdad republicana y de las convenciones internacionales le parece un cuento, más o menos como el de Santa Claus. Pero incluso en la leyenda del hombre que viaja con su trineo de renos en Nochebuena, el personaje no entra por la chimenea,sino por el corazón. La postura de la líder ultraderechista no sólo es una patada al espíritu de la Navidad, sino también a la esencia fundacional de la República Francesa.