Crisis socialdemócrata
La elección parcial de Steaford y North Hykenham, en el condado de Lincolnshire, pone de manifiesto la precariedad y el deterioro de los laboristas británicos ante el empuje de los populistas del UKIP.
Confundido por el Brexit, dividido internamente, dañado por la crisis global de la socialdemocracia, con un grupo parlamentario reformista y un líder en Jeremy Corbyn educado en la dialéctica marxista, el Labour avanza a toda velocidad por una carretera llamada desastre. Se ha convertido en una especie en peligro de extinción, como las jirafas, los elefantes, los rinocerontes y casi todos los partidos socialistas occidentales.
En la elección parcial de Steaford y North Hykenham (condado de Lincolnshire), su precariedad y deterioro han quedado de manifiesto. Región rural, pobre, euroescéptica y conservadora, en los comicios del año pasado su candidato quedó en segundo lugar, muy lejos de los tories, que han vuelto a ganar ahora. La diferencia es que esta vez ha tenido que conformarse con la cuarta plaza, por detrás también del UKIP y los liberaldemócratas, que parecen destinados a consolidarse como la principal fuerza eurófila del país y que sea tal vez su billete para la resurrección.
Paul Nuttall, el nuevo líder del UKIP, se ha marcado como principal objetivo destronar al Labour como el partido natural de la Inglaterra postindustrial del centro y el norte, aprovechando que muchos de los antiguos electores de izquierda han votado por la salida de Europa, y que la ambivalencia laborista respecto al Brexit no les agrada. Corbyn no es ningún gran entusiasta de la UE, a la que considera una organización elitista que defiende los intereses del establishment neoliberal, pero defiende el valor de la inmigración y se resiste a la imposición de cuotas.
La conclusión es que el partido carece de una posición clara y uniforme en lo que se ha convertido en poco tiempo en el tema central y definitorio de la política británica. Por un lado acepta el resultado del referéndum, y ha votado a favor del calendario del Gobierno. Por otro, exige a Theresa May que presente su plan al parlamento antes del 31 de marzo, y sugiere que preferiría un Brexit blando, que permitiera al Reino Unido continuar en el mercado único aunque ello significara seguir aceptando el libre movimiento de trabajadores. Pero nada de ello está escrito y todo es susceptible de múltiples interpretaciones.
La debilidad del Labour podría ser una tentación para que May, con una mayoría operativa de 14 escaños en los Comunes, convocara elecciones anticipadas. Pero a quien el Gobierno tiene miedo no es a Corbyn y los laboristas, sino a un UKIP que se resiste a desaparecer de la escena, y a unos liberales que están resurgiendo como apóstoles de Europa.