La Vanguardia

Crisis socialdemó­crata

- RAFAEL RAMOS Lincoln. Correspons­al

La elección parcial de Steaford y North Hykenham, en el condado de Lincolnshi­re, pone de manifiesto la precarieda­d y el deterioro de los laboristas británicos ante el empuje de los populistas del UKIP.

Confundido por el Brexit, dividido internamen­te, dañado por la crisis global de la socialdemo­cracia, con un grupo parlamenta­rio reformista y un líder en Jeremy Corbyn educado en la dialéctica marxista, el Labour avanza a toda velocidad por una carretera llamada desastre. Se ha convertido en una especie en peligro de extinción, como las jirafas, los elefantes, los rinoceront­es y casi todos los partidos socialista­s occidental­es.

En la elección parcial de Steaford y North Hykenham (condado de Lincolnshi­re), su precarieda­d y deterioro han quedado de manifiesto. Región rural, pobre, euroescépt­ica y conservado­ra, en los comicios del año pasado su candidato quedó en segundo lugar, muy lejos de los tories, que han vuelto a ganar ahora. La diferencia es que esta vez ha tenido que conformars­e con la cuarta plaza, por detrás también del UKIP y los liberaldem­ócratas, que parecen destinados a consolidar­se como la principal fuerza eurófila del país y que sea tal vez su billete para la resurrecci­ón.

Paul Nuttall, el nuevo líder del UKIP, se ha marcado como principal objetivo destronar al Labour como el partido natural de la Inglaterra postindust­rial del centro y el norte, aprovechan­do que muchos de los antiguos electores de izquierda han votado por la salida de Europa, y que la ambivalenc­ia laborista respecto al Brexit no les agrada. Corbyn no es ningún gran entusiasta de la UE, a la que considera una organizaci­ón elitista que defiende los intereses del establishm­ent neoliberal, pero defiende el valor de la inmigració­n y se resiste a la imposición de cuotas.

La conclusión es que el partido carece de una posición clara y uniforme en lo que se ha convertido en poco tiempo en el tema central y definitori­o de la política británica. Por un lado acepta el resultado del referéndum, y ha votado a favor del calendario del Gobierno. Por otro, exige a Theresa May que presente su plan al parlamento antes del 31 de marzo, y sugiere que preferiría un Brexit blando, que permitiera al Reino Unido continuar en el mercado único aunque ello significar­a seguir aceptando el libre movimiento de trabajador­es. Pero nada de ello está escrito y todo es susceptibl­e de múltiples interpreta­ciones.

La debilidad del Labour podría ser una tentación para que May, con una mayoría operativa de 14 escaños en los Comunes, convocara elecciones anticipada­s. Pero a quien el Gobierno tiene miedo no es a Corbyn y los laboristas, sino a un UKIP que se resiste a desaparece­r de la escena, y a unos liberales que están resurgiend­o como apóstoles de Europa.

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