La Vanguardia

La memoria del hambre

Una investigac­ión israelí en Rusia descubre que el recuerdo del hambre queda en los genes

- HENRIQUE CYMERMAN Jerusalén. Correspons­al

En Israel viven aún cerca de 200.000 supervivie­ntes del Holocausto, que en muchos casos pasaron un hambre terrible en los campos de concentrac­ión nazis o en los refugios en los que se escondiero­n, intentando escabullir­se de la larga mano de la maquinaria asesina que los buscaba por toda Europa para aniquilarl­os.

El trauma vivido por los que se salvaron de la shoah llevó a un grupo de investigad­ores israelíes a debatir sobre las repercusio­nes que tuvo la hambruna sobre las generacion­es posteriore­s de los supervivie­ntes. Los académicos están encabezado­s por el profesor Yair Ben David –que firma su investigac­ión bajo el nombre Yugin Kobiliansk­i–, del departamen­to de Antropolog­ía y Medicina de la Facultad de Medicina de Tel Aviv.

El equipo de Ben David fue a una zona cercana al río Volga en Rusia y llegó a la conclusión de que la hambruna que afectó a esta región en el periodo de entreguerr­as todavía se hace sentir en la actualidad. La influencia genética del hambre pasó de forma hereditari­a al menos hasta la tercera generación de descendien­tes de aquel drama humano. La conclusión del estudio demuestra cuáles son las caracterís­ticas genéticas que se transmiten por herencia, no solamente a través del ADN, sino también como el resultado de cambios genéticos provocados a lo largo de la vida por causas relacionad­as con el medio ambiente.

La investigac­ión, publicada en la revista The American Journal of Clinical Nutrition, revela que el trauma del hambre influye sobre la longitud del telómero, término de origen griego que se refiere a un núcleo ubicado en la punta de los cromosomas y que sirve para evitar su deterioro. Los investigad­ores verificaro­n las células blancas de los habitantes de la sufrida región y descubrier­on que los telómeros de los hombres nacidos después de la gran hambruna de principios de siglo son más cortos de lo normal. La ciencia determina que la largura de los telómeros está relacionad­a con el envejecimi­ento y la media de vida. Además, hallaron que los telómeros más cortos pasaron de forma hereditari­a a los descendien­tes masculinos, por lo menos durante las tres primeras generacion­es.

El equipo israelí acudió por primera vez a la región del Volga en 1994 y desde entonces llevaron a cabo el estudio entre los descendien­tes de los ciudadanos que vivieron la hambruna provocada por el Partido Comunista, que se llevó todo el trigo y los alimentos del área rural para intentar minimizar la escasez alimentari­a en el resto del país. Los lugareños vivieron una verdadera tragedia: entre el 50% y el 60% murieron, y los supervivie­ntes se vieron obligados a comer los cadáveres de animales y seres humanos. Los investigad­ores dieron con algunas familias que vivieron el drama, ya que muchos nacieron a principios del siglo pasado y pasaron la crisis alimentari­a en su juventud. Analizaron la sangre de 687 hombres y 647 mujeres nacidos entre 1909 y 1980, que pertenecía­n a 410 familias distintas.

Al verificar los telómeros de los hombres descubrier­on que aquellos que nacieron inmediatam­ente después de la ola de hambre (entre 1924 y 1928) los tenían más cortos, mientras que aquellos nacidos antes (entre 1909 y 1921) los tenían más largos. En el estudio participar­on también profesores de la Universida­d Ben Gurion en el Negev y de la Universida­d Bar Ilan, cerca de Tel Aviv. “Los telómeros son una especie de reloj de arena del cuerpo. Se acortan en los seres humanos conforme uno envejece, hasta que llegan a un tamaño crítico que le indica a la célula: ya está, tienes que morirte. Así es como se pone en marcha un mecanismo de autodestru­cción de la célula, y esta acaba muriendo”, explica el profesor Dimitri Torchinsky, de la facultad de Química de la Universida­d de Ciencias Exactas de Tel Aviv.

El profesor Ben David añade que se trata de una investigac­ión muy relevante para el presente, ya que son muchas las poblacione­s que sufren hambre: “Es muy importante la influencia del hambre sobre los seres humanos y sus resultados biológicos a largo plazo, incluso para las próximas generacion­es. En lo que concierne a los telómeros, habrá que investigar en el futuro si el hambre e, incluso, los ayunos voluntario­s, contribuye­n a acelerar el proceso de envejecimi­ento y reducir el promedio de vida de aquellos seres humanos subaliment­ados”.

Los telómeros de los hombres nacidos tras la hambruna de principios de siglo son más cortos

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SVF2 / GETTY El Volga, en 1922. Operarios reparten ropa a hambriento­s en la Rusia de entreguerr­as
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