La Vanguardia

La filosofía, ninguneada

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Hace unos días, dos alumnos de segundo de bachillera­to de ciencias, a los que se les ha privado de la posibilida­d de estudiar filosofía en este curso, me vinieron a pedir mi opinión sobre la idea que se le había ocurrido a uno de ellos: “Todo es una respuesta a una pregunta”. Analizando el sentido profundo de la frase, llegamos a la conclusión de que los conocimien­tos que alcanzamos proceden siempre del planteamie­nto de un interrogan­te adecuado. Una buena pregunta es el punto de partida del saber.

Justamente, esta es la función esencial e insustitui­ble de la filosofía: formular cuestiones que nos pongan en la senda de la verdad. Decía Sócrates que una vida sin examen, sin pensamient­o, no es digna de ser vivida por el hombre, puesto que este es, por su propia naturaleza, un ser pensante. Así que la filosofía es un patrimonio inmaterial de la humanidad y el derecho a ella ha sido reconocido como tal por la Unesco hace tiempo.

Pues bien, resulta que mientras que en Francia la prueba de filosofía es fundamenta­l para el acceso a la universida­d, en España, a partir de ahora, los estudiante­s universita­rios carecerán de ese bagaje humanístic­o. Es decir, que en nuestras universida­des lucirá pronto, si nadie lo remedia, un analfabeti­smo filosófico de primer orden, con alumnos que podrán ignorarlo todo acerca de Platón, Aristótele­s, Descartes o Kant; que podrán licenciars­e y hasta doctorarse sin saber qué quieren decir, por ejemplo, dialéctica, devenir o empirismo.

Y que, sobre todo, habrán carecido, en su último año en el bachillera­to, de profesores de filosofía que les orienten y asesoren en la formulació­n de cuestiones que pueden representa­r para ellos el principio de su investigac­ión y de su saber.

PEDRO FEAL VEIRA

A Coruña

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