Formas (desiguales) de diálogo
El encuentro entre Pilar Rahola y Marcela Topor en Fora de
sèrie (TV3) no rebasó los límites de la amabilidad y la complicidad personal y política. Hubo paseos por las calles de El Call y una conversación de bistró con una fugaz aparición de Matthew Tree, con el abrigo puesto y transmitiendo una imagen de premura y misterio a lo El tercer hombre. Hace un siglo, cuando el Ángel
Casas Show (TV3) invitó a Marta Ferrusola, ya hubo polémica sobre si semejante exhibición podía degenerar en paternalismo machista y frivolidad impúdica, impropios de un canal público. Eran otros tiempos: hoy las primeras damas son una materia informativa como cualquier otra. Lo más relevante: tener la oportunidad de descubrir a Topor (sobre todo su pasado ligado a un país, Rumanía, insólitamente desconocido pese a la cantidad de rumanos que viven aquí). Y la habríamos descubierto todavía mejor si Rahola le hubiera dejado responder las preguntas que le hizo. Rahola tuvo que contenerse para no saltar de impaciencia en vez de respetar el ritmo pausado y reflexivo de su interlocutora. Repitiendo el juego que Jordi Basté y Gerard Piqué hicieron de intercambiarse los papeles de entrevistador y entrevistado, se vio que Topor era más precisa como entrevistadora que como entrevistada mientras que a Rahola le costaba abandonar su condición de opinadora todoterreno. “Pilar: ¿te cuesta callar?”, le preguntó Topor con exquisita contundencia. Y muchos espectadores interpretamos que se trataba de una pregunta retórica.
Inspirada en una novela mediocre de Rafael Vera, cuenta las vivencias de un guardia civil en el País Vasco
ETA. Estreno semiclandestino de El padre de Caín (Telecinco), buenas audiencias (un 19%) y reacciones viscerales de una parte de la selva digital, que considera vergonzoso el sesgo político de esta miniserie (dos capítulos). Inspirada en una novela mediocre de Rafael Vera, cuenta las vivencias de un guardia civil destinado al País Vasco en los peores años del terrorismo. La novela de Vera, a quien no se le puede negar cierto nivel de información, ha sido adaptada con una fidelidad que mejora la tensión y el dibujo de los personajes sin renunciar a un halo de justificación patriótica. Sin embargo, la serie no rehúye ingredientes realistas como la tortura en Intxaurrondo y a través de un desenlace melodramáticamente shakespeariano, plantea simetrías morales inverosímiles, más próximas al patrón de telenovela que de thriller. Pero ojo con la inverosimilitud: podría estar basada en hechos reales. ¿Lo más deficiente del relato? La caracterización grotesca de Quim Gutiérrez y Aura Gutiérrez cuando son mayores. Y de las reacciones contra una indecente lectura del terrorismo de ETA y la inmoralidad que podría suponer fiarse de la prescripción de Vera, sorprende que cuando las series son israelíes o norteamericanas nadie se escandaliza de que se inspiren en novelas o dossiers de ex agentes secretos y las aplaudamos con las orejas. Por suerte, quien quiera sumergirse en una reflexión más profunda de este terrible episodio de la democracia española, puede comprar la novela Patria de Fernando Aramburu y, sobre todo, leerla.