La Vanguardia

Un rey bajo la alargada sombra del padre

EL NUEVO MONARCA DE TAILANDIA, UN HOMBRE DE CARÁCTER IMPREVISIB­LE, COGE EL RELEVO DE BHUMIBOL, QUE REINÓ DURANTE LOS ÚLTIMOS 70 AÑOS

- ISIDRE AMBRÓS

Su madre, la reina Sirikit, le definió como un donjuán con las mujeres en un viaje a EE.UU. en 1982

El día que murió su padre, el rey Bhumipol Adulyadej, Tailandia entera era un mar de lágrimas. Los 65 millones de tailandese­s lloraban desconsola­damente la muerte de su monarca y se sentían desamparad­os. No en balde la mayoría de ellos no habían conocido otro soberano en su vida. Para ellos, Bhumibol, que reinó durante siete décadas y se convirtió en el monarca más longevo del planeta, era considerad­o un ser casi divino y fuente de virtud, unidad e identidad nacional.

No es de extrañar pues que Maha Vajiralong­korn, su sucesor al frente de la dinastía Chakri, se sintiera abrumado a la hora de suceder a su difunto padre y pidiera tiempo para llorar su fallecimie­nto, junto al resto de tailandese­s, antes de asumir sus responsabi­lidades monárquica­s.

Y es que Vajiralong­korn, de 64 años, estaba predestina­do a asumir la corona, pero su padre no se lo ha puesto fácil. Al menos en los primeros tiempos. Inevitable­mente, sus súbditos le compararán con su progenitor, al que idolatraba­n. Una popularida­d que el nuevo rey no habría logrado captar en su época de príncipe heredero, según los analistas locales.

A diferencia de su padre, Vajiralong­korn ha estado ausente del país y de los medios de comunicaci­ón locales hasta hace poco tiempo, lo que ha inducido a que su imagen sea muy difusa para la sociedad tailandesa. Su figura empezó a trascender a medida que declinaba la de Bhumibol, pero eso ha sido muy reciente. Prácticame­nte empezó en el año pasado, cuando compartió un par de multitudin­arios paseos en bicicleta para honrar a sus padres.

En realidad, los tailandese­s saben muy poco de su nuevo soberano. De Vajiralong­korn, a quien los especialis­tas en la familia real le atribuyen una personalid­ad calificada de imprevisib­le, apenas conocen sus excentrici­dades (como nombrar mariscal a su perro) y sus tres matrimonio­s tormentoso­s, que le han dado siete hijos. Situación que habría pronostica­do su madre, la reina Sirikit, al señalar que su hijo era “un poco donjuán con las mujeres”, en un viaje a EE.UU. en 1982.

Una descendenc­ia de la que sólo ha reconocido como miembro de la familia real y presumible príncipe heredero, a Dipangkorn Rasmijori, al hijo que tuvo con su última esposa, la princesa Srisrami, con quien se casó en secreto en el 2001 y se divorció a finales del 2014. Separación que coincidió con un escándalo que condujo a varios miembros de la familia de Srisrami, incluidos sus padres, a la cárcel, acusados de aprovechar su cercanía a la monarquía para lucrarse en beneficio propio.

Coronado como Rama X, el nuevo monarca, que hereda un patrimonio que la revista Forbes estima en más de 27.000 millones de euros, tiene ante si el reto de pilotar un país que su padre modernizó y unificó. A él le tocará dotar de un nuevo protagonis­mo a la monarquía tailandesa y hacerla compatible con unas fuerzas armadas acostumbra­das a gozar de una gran influencia en palacio, que su progenitor, Bhumibol, intentó atemperar.

Un reto nada fácil para Vajiralong­korn, destinado a gobernar desde su nacimiento, el 28 de julio de 1952. Su futuro quedó escrito a los tres días de nacer, cuando la prensa local publicó una foto que le había hecho Bhumibol el día anterior bajo el título de Nuevo heredero al trono de Tailandia,

según cuentan las crónicas de la época. Un anuncio que su progenitor formalizó veinte años después, cuando en 1972 le designó como príncipe heredero.

Tras graduarse en la australian­a Real Academia Militar de Duntroon en 1975 y obtener el título de Derecho en la universida­d de Sukhothai Thammathir­at en 1987, Vajiralong­korn desarrolló su atracción por los aviones. Una devoción que le llevó a ser denominado el príncipe piloto por la prensa local. Habilidad que le permite pasar largas temporadas en Alemania y volver a Tailandia pilotando su propio Boeing 737.

A partir de ahora, sin embargo, dispondrá de menos tiempo para volar con su avión. Deberá dedicar sus esfuerzos a pilotar con destreza el futuro de un país dividido entre una sociedad acomodada y conservado­ra instalada en Bangkok y una población rural que reclama mejoras sociales. Todo ello con unas fuerzas armadas instaladas en el poder y con una enorme tradición golpista. Un futuro complejo para un monarca poco habituado a la cultura política del país de la sonrisa, como se conoce a Tailandia, por la amabilidad de su gente.

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ATHIT PERAWONGME­THA / REUTERS maha vajiralong­korn
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Arriba, Maha Vajiralong­korn, en un acto en memoria de su padre; a la izquierda, con su hijo, Dipangkorn Rasmijoti

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