La Vanguardia

Francisco y la foto

- ARTURO SAN AGUSTÍN

Estas fiestas navideñas, en el Vaticano, en la plaza de San Pedro, el árbol protagonis­ta será un abeto rojo que mide 25 metros de alto. Las figuras del belén recordarán a esas personas desesperad­as que huyen de la guerra y la miseria, pagando antes, por supuesto, a las diferentes mafias. El belén y el árbol se iluminarán esta noche, cuando se supone que los alcaldes y alcaldesas de varias ciudades europeas habrán ya abandonado el Vaticano y quizá también Roma. Aunque, tratándose de viajes pagados por el erario público, nunca se sabe. Además, un fin de semana en Roma es algo muy especial. O sea, que 70 alcaldes y alcaldesas, entre los que se encuentra Ada Colau están desde ayer en el Vaticano intentando llamar la atención sobre los millones de refugiados que pueden desestabil­izar nuestra sociedad y diciendo algo tan sentido y emotivo como lo siguiente: “Los refugiados son nuestros hermanos y hermanas”.

A estas cosas, viajes y encuentros internacio­nales los llaman cumbres y todos sabemos que no sirven absolutame­nte para nada. O que solo sirven para que algunos de nuestros políticos viajen a cuenta del erario público y se hagan la foto que les interesa. Algo que me parece muy bien, pese a que este trajín viajero que le ha entrado a Ada Colau no se entiende demasiado cuando el destino del viaje es el Vaticano. Sobre todo porque aunque ya no sea necesario ser coherente, incluso en política, siempre se agradece una cierta diplomacia o hipocresía. Lo digo porque si Colau se niega a ir a cierta misa anual, protocolar­ia y más política que religiosa, no se entiende que vaya al Vaticano, donde hoy está previsto que el papa Francisco la reciba a ella y a 69 alcaldes más. Sólo se entiende, insisto, si el verdadero objetivo de este viaje es hacerse una foto con el Papa. Yo creo que esa cumbre beneficia más a los alcaldes que a Francisco, porque muchos católicos lo ven ya más jefe de Estado que Papa. Antes, los alcaldes sólo se ocupaban o fingían ocuparse de mejorar su ciudad y la vida cotidiana de sus conciudada­nos y ahora aspiran a cambiar el mundo. Igual, pues, que algunos Papas. Es mucho más fácil intentar cambiar el mundo que intentar cambiar la curia vaticana.

Yo entiendo que ser alcalde es un peñazo. Mayormente porque al ser un político cercano los ciudadanos te pueden tocar y te acaban tocando. Y eso en verano es insufrible. Pero a nadie obligan a ser alcalde o alcaldesa. Además, en Barcelona, las retiradas de bustos, retratos y los cambios de nombre de las calles ya no son rentables. Y es ahí donde aparecen los refugiados, un tema mayor del que los jefes de Gobierno o bien hacen lo que pueden o no hacen nada. Por eso se han apuntado al mismo, sin consultar antes con la ciudadanía, algunos alcaldes que tienen ambiciones políticas mayores. Es decir, que en el caso que nos ocupa lo único que pretenden es utilizar políticame­nte a los refugiados.

A Colau y a sus colegas les va muy bien la foto con Francisco y al Papa, aunque menos, esa foto le ayuda a protegerse de alguno de los suyos. Todo, pues, política. O propaganda. Porque, aunque no se diga, la realidad vaticana actual está hecha de encontrona­zos, escaramuza­s, algarabía y cierta confusión. Exageran, pues, quienes hablan ya de auténtica guerra civil.

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TIZIANA FABI / AFP Francisco, saludando a los fieles desde el papamóvil
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