Un atentado con coche bomba mata a 15 policías en Estambul
La doble explosión fue junto al estadio del Besiktas al acabar un partido de fútbol
Eran las 22.15 h cuando una gran explosión pudo oírse –e hizo estremecer a la población– en varios de los barrios más céntricos de Estambul.
Un coche bomba, dirigido contra las fuerzas antidisturbios al término de un partido que enfrentaba al equipo de fútbol Besiktas con el Bursapor, mató a 15 personas –presumiblemente policías–, según la agencia Reuters, que citaba a fuentes de seguridad. El ministro de Interior, Süleyman Solu, que en un principio habló sólo de 20 heridos –horas más tarde, la cifra ascendía ya a 70–, explicó que en realidad hubo dos explosiones. La primera, “muy cerca” del estadio del Besiktas y la segunda, “que parece obra de un terrorista suicida”, en el cercano parque de Maçka.
También hubo rumores de sonidos de enfrentamientos armados al poco de la primera deflagración y según Al Yazira en turco se trataría de disparos al aire por parte de policías.
El partido entre ambos equipos –dominado por la rivalidad entre sus hinchadas– había comenzado a las 19 horas y ya había finalizado (2-1) cuando se produjo el ataque.
Las imágenes muestran un coche totalmente calcinado cerca de donde tradicionalmente las fuerzas antidisturbios ocupan su lugar para prevenir enfrentamientos entre forofos de diferentes equipos. En las fotografías se veían cadáveres cubiertos junto a un furgón de los antidisturbios, con cascos blancos de los agentes desparramados por el suelo.
Mientras las redes sociales bullían en imágenes y daban cuenta de lo acontecido, equipos de ambulancias y de incendios se dirigían al lugar del siniestro. Todo ello en las inmediaciones de un estadio profusamente iluminado en la noche. Y justo enfrente del palacio de Dolmabahce, antigua residencia del sultanato y hoy habitual lugar de trabajo en Estambul del Ejecutivo liderado por el presidente, Recep T. Erdogan.
Se da la circunstancia, asimismo, que la misma noche del siniestro el Parlamento turco en Ankara estaba acometiendo una jornada crucial. A través de varias votaciones –el resultado final se esperaba para esta madrugada– estaba previsto dar la (primera) luz verde a un paquete de reformas constitucionales que permitan, después de ser sometidas a referéndum, convertir a Turquía en un sistema presidencialista que otorgue todavía más poder, si cabe, y de manera ya oficial al jefe de Estado, Erdogan.
Anoche, todavía se desconocía el móvil del atentado y todavía no se había producido su reivindicación por ningún grupo armado. Lo que es notorio es que los encuentros entre el Besiktas y Bursaspor no están exentos de enemistad. Ello se debe a que los hinchas de la Carsi (Besiktas) (anarquistas a la turca) y de los Teksas (de Bursa, antikurdos y ultranacionalistas) son enemigos declarados en cuestiones ideológicas, y no sólo futboleras.
En todo caso, mientras la federación de equipos turcos condenaba duramente el atentado, el
Bursaspor hizo público anoche que entre los heridos no había ningún hincha de su equipo. Bursa, cercana a Estambul y con casi tres millones de habitantes, es la cuarta ciudad de Turquía.
El país ha sufrido una escalada de atentados en los últimos años con el resultado de varios cientos de muertos –especialmente desde junio del 2014–, atribuidos a la organización armada Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y al Estado Islámico. La deriva autoritaria de Erdogan ha polarizando a marchas forzadas la sociedad turca, ya seriamente debilitada por el recorte de libertades y la grave crisis económica.
No ayuda a rebajar la tensión que al fallido golpe militar del pasado julio hayan seguido unas purgas sin precedentes con, por ejemplo, un 44% de la cúpula del ejército y un 23,4% de los altos magistrados desmantelados.
Ningún grupo había reivindicado anoche el atentado, el último de una larga escalada en Turquía