La Vanguardia

Marc Martinell

MARC MARTINELL, CONSEJERO DELEGADO Y COFUNDADOR DE MINORYX

- MAR GALTÉS Barcelona

CEO Y COFUNDADOR DE MINORYX

Minoryx se ha abierto camino en la biotecnolo­gía. Desde el 2011 la compañía ha captado 24 millones de euros de inversores que apuestan por una actividad de futuro, ya que, en el mejor de los casos, su primer fármaco no llegará antes del 2021.

El 99% de las industrias basan su negocio en comerciali­zar algo..., pero en el otro 1% están las empresas biotecnoló­gicas. “No hay retorno hasta que desarrolla­s el producto que estás investigan­do. Pasan años y desde el primer momento sabes que sólo uno de cada diez que empiezan llegará al mercado. Pero si no creyera que lo conseguire­mos, ¡no me podría levantar por las mañanas!”, dice Marc Martinell. Es el consejero delegado y cofundador de Minoryx, compañía enfocada a desarrolla­r nuevos fármacos para enfermedad­es raras. Actualment­e tiene una molécula candidata para tratar la adrenoleuc­odistrofia ligada al cromosoma X (X-ALD), en clínica fase I.

Minoryx se fundó en el 2011, cuando “se intuía que las enfermedad­es raras tenían potencial. Ahora el interés de la industria ya es evidente”, asegura Martinell. Pero, aun así, “desarrolla­r un fármaco es un esfuerzo muy grande. Hay muchos buenos momentos y malos momentos. Y hay que tener mucha templanza: ni entusiasma­r demasiado, ni alarmar tampoco”.

Martinell (Barcelona, 1977) creció con espíritu científico –su padre es paleontólo­go, su madre bióloga– y decidió estudiar química. En su tesis sobre la interacció­n de péptidos con proteínas pasó por San Diego, Hungría, Madrid, y al acabar, en el 2004 entró en la que entonces era una de las biotec pioneras en Catalunya, Crystax. Allí tuvo acceso al programa Ignite de Cambridge, y en el 2008 participó en la integració­n de Crystax en Oryzon, donde siguió hasta que se independiz­ó.

“Ya sentía el gusanillo de tener mi propio proyecto”, explica. En el 2009 nacieron sus hijos gemelos. Ese año la Marató de TV3 estuvo dedicada a las enfermedad­es raras y, sensibiliz­ado, decidió que ese sería su foco. “Fue una decisión naif en ese momento, sólo me movía la ilusión”. Cuenta que pasó un año dándole vueltas, hablándolo con su mujer, que es química y trabaja en la industria cosmética. Esbozó un business plan, y se apuntó al programa Bio-Emprendedo­r XXI. Seis meses después, tenía dos socios y una empresa creada.

En el programa había coincidido con Xavier Barril, experto en química computacio­nal, profesor Icrea, con ganas también de montar una empresa. Y materializ­aron esa unión de perfiles científico y emprendedo­r que tanto se ha puesto de moda. Al proyecto se sumó Joan Aymamí, fundador de Crystax.

De la misma forma que Martinell mantiene la calma con la presión científica, lo hace con la empresaria­l. “Ser emprendedo­r está mitificado. A no ser que te autofinanc­ies, no dejas de trabajar para otros. Tienes que responder desde el primer día ante todos los que han confiado y han invertido y esperan de ti. Conseguir mucha inversión no significa que el dinero vaya a tu bolsillo. La realidad está muy lejos de todo eso”. Minoryx protagoniz­ó en el 2015 una ronda de inversión de 19,4 millones, entonces la mayor en la historia de la biotec local. “Afortunada­mente, enseguida nos quitaron el récord, señal de que el sector está muy activo”.

Explica que cuando decidió lanzarse, el riesgo económico familiar era grande. “Sin el apoyo de la pareja y de la familia es imposible. Son muchas horas, problemas, dinero, riesgo. Y siempre sabes que la mayoría de estas empresas no acaban bien”. Sin embargo, todo eso no es un freno. “No quería quedarme con la sensación de que tienes una idea y no lo has intentado”. El trabajo y la familia (en el 2015 nació su hija pequeña) le dejan muy poco tiempo para salir a correr o practicar actividade­s en el mar.

De carácter optimista y discreto, le preocupa “crear falsas expectativ­as. Hay unas 7.000 enfermedad­es raras y sólo se trabaja en unos centenares: lo más probable es que nadie esté en la tuya”. Mynorix, ubicada en el Tecnocampu­s de Mataró, ya emplea a 20 personas. “Tenemos una expectativ­a de que en el futuro tendremos un producto que valdrá mucho. Y eso es lo que nos compran los inversores”. En cinco años, Minoryx ha conseguido 24 millones –Caixa, Acció, Enisa, Immpacto; Inveready, Healh Equity, Ysios, Roche Venture Fund, Chiesi, Kurma e Idinvest–. Y en el mejor de los casos, su primer fármaco no estaría listo antes del 2021. “Si no va bien... no se acaba el mundo. Sería una gran decepción, pero sé que puede pasar. Pero volvería a montar una empresa. Lo importante es hacer las cosas bien”.

“Desde el primer momento sabes que sólo uno de cada diez que empiezan llegará al mercado”

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GUSI BEJER

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