Un chocolate envenenado
La presidenta croata pide perdón por regalar a niños chocolatinas hechas en Serbia
Siempre sensibles, por no utilizar otro término, las relaciones entre Croacia y Serbia acaban de sufrir un nuevo altibajo con un motivo, a primera vista, muy banal: unas chocolatinas. La pregunta lógica es qué tiene que ver el chocolate con las relaciones entre dos países vecinos, pero resulta que sí que hay para montar un lío.
Hace algunos días la presidenta de Croacia, Kolinda Grabar Kitarovic, visitó Dubrovnik para asistir al 25.º aniversario del Día de los Veteranos. Por supuesto, se trata de los veteranos croatas de la guerra de los años noventa que, en la sangrienta descomposición de la antigua Yugoslavia, enfrentó, entre otros, a croatas y serbios. La presidenta aprovechó la visita a la ciudad para pasarse por algunos colegios, donde repartió entre los niños una foto con su autógrafo en color dorado y paquetes con varios regalitos. Uno de ellos era una chocolatina.
La polémica estalló cuando un padre descubrió airado que el chocolate había sido fabricado en... ¡Serbia! En seguida informó al diario local, diciendo que tenía que hacerlo para que todo el mundo viera “en qué país vivimos”. En pocas horas escaló todo.
La presidenta inmediatamente pidió perdón a niños y padres por su pecado. Se dijo “muy sorprendida”, aseguró que ella, como buena patriota, “es la primera en comprar productos croatas” y prometió que cambiará el chocolate serbio por chocolate croata. Su gabinete admitió que “entre muchos productos croatas, unos 300, se encontraron algunos productos discutibles”. El chocolate
discutible es hecho en Serbia e importado por una empresa croata. Así nació el affaire ChoKolinda, un juego de palabras con el nombre de la presidenta.
El presidente de Serbia, Tomislav Nikolic, replicó que él no tendría ningún problema en dar a los niños serbios chocolate croata y que ejemplos como este desmontan “todos los cuentos de amistad y buenas relaciones”.
La televisión pública serbia emitió un reportaje grabado en Subotica, en el norte de país, donde está la fábrica de chocolate (por cierto, la empresa ha salido muy beneficiada con el marketing gratuito). A una niña le dieron dos chocolatinas, una fabricada en Serbia y otra en Croacia. Le preguntaron cuál era mejor y la respuesta es toda una lección a los políticos de ambos países:
–La que tiene más.