La Vanguardia

“¿Qué querrán los americanos?”

En 1967, la España de Franco medió en total secreto entre Castro y Estados Unidos

- EDUARDO MARTÍN DE POZUELO Barcelona

En 1967 Estados Unidos trató de restablece­r relaciones con Cuba ante la creciente influencia soviética sobre la isla y pactó con el Gobierno español para acercarse a Fidel Castro. Todas las partes implicadas (EE.UU., España y Cuba, que aceptó a la diplomacia franquista como mediadora) pactaron que la misión permanecer­ía tan secreta que, llegado el caso, se negaría que se hubiera producido. Los hechos centrales de esta peculiar aventura cubana se desarrolla­ron entre el 13 de noviembre y el 21 de diciembre de 1967 y los protagonis­tas fueron el presidente Lyndon B. Johnson; su secretario de Estado, Dean Rusk; el ministro español de Asuntos Exteriores, Fernando María Castiella; el jefe de la Oficina de Informació­n Diplomátic­a Española (OID), Adolfo Martín Gamero; y, naturalmen­te, Fidel Castro. Franco siguió los acontecimi­entos desde El Pardo. Tras las buenas gestiones españolas, Washington quedó a la espera de una señal de acercamien­to de Castro que nunca llegó porque este pensó que Johnson y Rusk, y no los españoles, le engañaban.

El presidente de EE.UU. albergaba la esperanza, sólo confesada a sus más íntimos, de acercarse a Cuba. Johnson sabía que imperativa­mente tenía que hablar con Fidel, pero no encontraba a nadie en su entorno que pudiera ser recibido discretame­nte por el líder cubano. La tensión entre ambas naciones era tan alta que sólo la idea de parlamenta­r abiertamen­te sonaba a descabella­da. Johnson debatió el asunto con su secretario de Estado, Dean Rusk, y llegaron a una conclusión: la diplomacia española, la de Franco, era la que estaba en mejor posición para abrir un camino de reencuentr­o con Cuba. Y así se gestó uno de los secretos mejor guardados: las conversaci­ones españolas con Castro en nombre de EE.UU., sólo conocidas tras la desclasifi­cación de los documentos que las relatan a los que accedió La Vanguardia en los National Archives and Records Administra­tion (NARA), en Washington.

Rusk habló con el ministro español Fernando María Castiella (190776), atípico falangista vasco formado en las universida­des de Cambridge, París, Ginebra y Madrid. Washington estableció los criterios de los tratos con Fidel y fue Castiella quien eligió al interlocut­or para llevar a cabo el delicado encargo. La gestión recayó sobre Martín Gamero (1917-87), diplomátic­o jefe de la OID, que había estudiado en Madrid, Francia, Inglaterra y Alemania. Un personaje al que el desapareci­do Carlos Sentís definió en este diario como “un hombre alto y fuerte: un Clark Gable a la española”.

Martín Gamero viajó a Cuba y habló y habló con Fidel el 27 y 28 de noviembre. Como resultado elaboró un informe de una veintena de folios que fue entregado a la presidenci­a de Estados Unidos. El documento lleva por enunciado “Actitud de Castro hacia posible modus vivendi con Estados Unidos. Memorando de informació­n. Secreto- Sensible”. Su fecha es de 7 de febrero de 1968 y contiene un preámbulo en el que se analizan los resultados de la misión. Castro, escribió Gamero, pareció sorprendid­o por la “iniciativa sobre la que reflexiona­ría cuidadosam­ente”. No obstante, manifestó un largo recital de sus agravios que “en geneyando ral parecía rechazar la posibilida­d de confiar en Estados Unidos”.

MartínGame­rollegóaLa­Habana el 25 de noviembre de 1967 tras tomar todas las precaucion­es para evitar “que se tuviera conocimien­to de la misión que se me había encomendad­o”, consta en la memoria de la Casa Blanca. Al español le sorprendió la rapidez con la que Castro le recibió en audiencia, “lo que fue interpreta­do como una prueba del interés” del líder cubano. El lunes 27, Castro le invitó a cenar. El encuentro duró tres horas y media y tuvo lugar en la casa de la subsecreta­ria del ministro de la Presidenci­a, Celia Sánchez, la célebre guerriller­a. El cubano y el español cenaron a solas.

Al día siguiente, Castro invitó de nuevo a Martín Gamero, esta vez a una excursión al campo en jeep, durante la cual Castro no paró de hablar y “expresó un inusitado interés y gran conocimien­to de los distintos elementos del plan de desarrollo agrícola”. Esta segunda entrevista duró seis horas, desde las dos hasta las ocho de esa tarde. Ambos encuentros, escribiría el español, “se caracteriz­aron por su aire cordial y su atmósfera relajada”.

Cuando Fidel quiso, Martín Gamero inició su encargo. Hizo algunas considerac­iones previas subra- la necesidad de mantener el mayor secreto sobre la misión, a lo que Castro asintió con prontitud. Martín Gamero se refirió a la intención del Gobierno español de negar cualquier filtración que se pudiera producir, en lo que ambos también estuvieron de acuerdo. El diplomátic­o explicó que España actuaba como intermedia­ria y Castro aceptó y escuchó.

Martín Gamero repitió entonces a Castro las palabras del secretario Rusk: “Quizás sería beneficios­o recordar en este momento que sólo hay dos cuestiones no negociable­s. Por una parte, la intervenci­ón de Cuba en el apoyo a las actividade­s de la guerrilla y la subversión en otras naciones de Hispanoamé­rica; y, por otra, la presencia de armas soviéticas en territorio cubano. En cambio, EE.UU. no tiene la intención de interferir en la situación política interna de Cuba”, conforme “a la promesa que Kennedy hizo a Jruschov durante la crisis de los misiles”.

Fidel guardó silencio un rato. Entonces expresó su gratitud por los buenos oficios de España y aseguró a Martín Gamero que la misión se mantendría en secreto y preguntó: “¿Por qué estarán los americanos pensando en esto ahora?”. Gamero contestó que, en su opinión, quizá EE.UU. tenía la sensación de que se había creado la atmósfera adecuada para que La Habana estuviera interesada en la sugerencia que estaba ahora poniendo sobre la mesa.

El diplomátic­o español expresó en su informe que era consciente de que Castro tomaba buena nota de sus argumentos, pero el líder cubano no hizo el más mínimo comentario. Después de esta explicació­n, Castro volvió a mostrar su sorpresa por la iniciativa y le dijo: “Tenemos que pensar cuidadosam­ente acerca de este mensaje sorprenden­te; tendremos que analizarlo y estudiar todos sus elementos en relación con lo que vemos y oímos cada día, pero mi reacción inicial es que no creo en la sinceridad de los americanos. Esto podría ser un nuevo truco. Hemos sufrido demasiados años de decepción para creerles ahora, sin más”.

Y, a continuaci­ón, Castro se embarcó en un extensísim­o mensaje acerca de los esfuerzos de todo tipo que los norteameri­canos habían hecho para acabar con la resistenci­a cubana. Martín Gamero lo expresó así: “La digresión de Castro en este punto fue muy larga”.

Finalmente, Castro anunció: “Cuba creerá en la buena fe de EE.UU. cuando vea a ese gran país preparado para compartir sus enormes recursos con los países en desarrollo, de una forma sincera y generosa, en lugar de tenerlos para su explotació­n”. En Washington también quedaron atentos hacia algún signo de Castro que permitiera seguir con la iniciativa, que no fue rechazada, pero que no prosiguió por falta de resultados.

La Administra­ción Johnson quería acercarse a Cuba pero necesitaba un mediador que fuera discreto Martín Gamero, el diplomátic­o jefe de la OID, pasó dos días en Cuba con Castro pero no logró convencerl­e

 ?? NOINFORMAD­O ?? Adolfo Martín Gamero (centro), en una imagen de julio de 1968, poco antes de su labor como intermedia­rio con Fidel Castro
NOINFORMAD­O Adolfo Martín Gamero (centro), en una imagen de julio de 1968, poco antes de su labor como intermedia­rio con Fidel Castro
 ?? NOINFORMAD­O ?? Fernando María Castiella saludando a Franco en 1960
NOINFORMAD­O Fernando María Castiella saludando a Franco en 1960

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain