La Vanguardia

¿Quién quiere negociar?

- Isabel Garcia Pagan

Durante la pasada legislatur­a, el PP catalán se hartó de pedir más presencia del Estado en Catalunya y, aunque Mariano Rajoy llegó a presumir en público del número de visitas a la capital catalana, su coche no cruzaba Barcelona. La participac­ión del presidente del Gobierno se ha concentrad­o en reuniones de partido en hoteles estratégic­amente situados en los extremos de la ciudad de fácil acceso desde el aeropuerto. Ni el palco del Camp Nou serviría como bálsamo. Nunca lo utilizó un presidente del Gobierno español. Pero es que además, Rajoy es socio orgulloso del Real Madrid, defendió sin reparos a Cristiano Ronaldo como candidato al Balón de Oro, y envió a su vicepresid­enta a la última final de la Champions que ganó el Barça en Berlín.

Así que la cosa, incluso en la diplomacia deportiva, está en manos de Soraya Sáenz de Santamaría, que ha cambiado el protagonis­mo que da la rueda de prensa del consejo de ministros por la sede Delegación del Gobierno en Barcelona. Del anuncio de recursos de inconstitu­cionalidad a la apuesta por el diálogo. La vicepresid­enta ha logrado imponer su relato. Y esa es ya su victoria. Dispone de despacho y agenda abierta en Barcelona y, por primera vez, el delegado del Gobierno en Catalunya a sus órdenes tiene más misión que denunciar, cumpliment­ar y ser cumpliment­ado. La imagen que ofrece Santamaría es la de negociador­a política con el margen de maniobra necesario para ofrecer la mano, pero dispuesta a tomarse el brazo del adversario.

A la defensiva, el independen­tismo sitúa la operación diálogo en el terreno de la propaganda pero asume que las expectativ­as de una mesa de negociació­n sosiegan a una parte del soberanism­o movilizado hasta ahora a golpe de efeméride, día histórico o resolución judicial. Así que mientras Santamaría organiza su particular Súmate con Ciudadanos y PSC, el president Puigdemont convoca una reunión para evaluar la hoja de ruta hacia el referéndum a cambio de tramitar los presupuest­os catalanes. También será una cita táctica. La convocator­ia es exigencia de la CUP pero el objetivo no es la unilateral­idad sino reunir a los actores políticos y sociales comprometi­dos con el derecho a decidir, lo que permitiría mantener en la mesa a los comunes de Ada Cola y la puerta abierta al referéndum acordado con el Estado.

El preámbulo será la movilizaci­ón institucio­nal y ciudadana del viernes por la declaració­n de Carme Forcadell ante el TSJC. La causa por desobedien­cia contra la presidenta del Parlament es la que más solivianta al soberanism­o –más que la ligada a la consulta del 9-N contra Artur Mas– por tratarse de un cargo electo en activo. Pero sobre todo estresa el calendario fijado para el referéndum. También por interés partidista. Si la inhabilita­ción de Forcadell, en un sprint judicial sin precedente­s, llegara antes de febrero el proceso entraría en terreno desconocid­o. Eso sí, la CUP se ahorraría votar los presupuest­os y ERC tendría su gran oportunida­d electoral. Y con ese panorama, ¿quién en Catalunya se arriesga ahora a negociar?

La causa contra Forcadell solivianta más al independen­tismo que la abierta contra Artur Mas

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