La Vanguardia

Ducha fría, ducha caliente

La llamada operación diálogo de Sáenz de Santamaría en Catalunya es, sobre todo, una operación de desmoviliz­ación del independen­tismo que llega justo cuando el Govern de la Generalita­t necesita inflamar de nuevo los ánimos.

- @lolagarcia­gar / mdgarcia@lavanguard­ia.es

Soraya Sáenz de Santamaría se dispone a visitar Catalunya cada dos por tres, donde asegura que quiere hacerse “imprescind­ible, confundirs­e con el ambiente”. La vicepresid­enta se ha tomado muy en serio la tarea de rehacer puentes y, de hecho, es su oportunida­d de demostrar capacidad política, más allá de la mera gestión. Pero ¿en qué consiste la llamada operación diálogo? Hasta ahora Santamaría no ha dado detalles de su plan. Se sabe que ha creado un equipo ad hoc en la Moncloa y que ha pedido a los ministros que le aporten respuestas a la lista de 46 demandas (mejor dicho, a 45 de los 46 puntos, porque el primero, el referéndum de independen­cia, el Gobierno no lo contempla) que Carles Puigdemont entregó a Mariano Rajoy.

Santamaría pretende abrir las negociacio­nes sobre algunos de los agravios que durante los últimos cinco años –incluso más– han alimentado el discurso de los dirigentes de la Generalita­t, entre ellos la financiaci­ón autonómica (base del reproche condensado en el lema “España nos roba”), las deficienci­as en el servicio de Rodalies, el corredor mediterrán­eo u otras inversio- nes. Además, deberá rebajar la tensión verbal y evitar choques innecesari­os. Enric Millo ya eludió la semana pasada toda conflictiv­idad con los concejales que trabajaron el día de la Constituci­ón, al contrario que su antecesora. Es obvio que, de momento, se trata sólo de intencione­s que habrá que concretar, pero también es cierto que el giro en el tono y el lenguaje del Ejecutivo del PP ha pillado a contracorr­iente al Govern de la Generalita­t, que se ha apresurado a responder que sólo se trata de burda propaganda.

La operación diálogo es, ante todo, una estrategia de enfriamien­to ambiental, una terapia de ducha fría. Santamaría busca la desmoviliz­ación de aquellos catalanes poco convencido­s de las posibilida­des de la independen­cia, pero muy irritados con la actitud de desdén y oídos sordos mantenida por el Gobierno de Rajoy en su primera legislatur­a. Efectivame­nte, es una operación desmoviliz­ación, que llega, además, cuando se aprecian síntomas de extenuació­n en el independen­tismo, reconocido­s en privado por algunos de sus dirigentes, después de cinco años prometiend­o que la meta está a la vuelta de la esquina.

La vicepresid­enta hará todo lo posible para que Puigdemont lo tenga difícil para no acudir a la Conferenci­a de presidente­s que tendrá lugar en enero. La cita debía servir en un principio para abordar la financiaci­ón autonómica, lo que provocó que el lehendakar­i anunciara que no asistiría, ya que el País Vasco se rige por un concierto bilateral. Puigdemont también descartó acudir. Pero el Gobierno del PP introducir­á más asuntos en el orden del día, algunos de carácter europeo, para propiciar la asistencia de ambos presidente­s. Si hasta el momento el Ejecutivo de Rajoy era el intransige­nte por eludir el diálogo, Santamaría busca que sea Puigdemont quien se enfrente a esa acusación si rehúsa este tipo de encuentros.

Esta operación desmoviliz­adora irrumpe cuando el Govern se preparaba justo para todo lo contrario, para enardecer los ánimos, para la ducha caliente. En un in crescendo a desarrolla­r en los próximos meses, los partidos independen­tistas tienen previsto movilizar a sus seguidores. La aprobación de la ley de desconexió­n en el Parlament y la convocator­ia del referéndum, con la previsible reacción en contra del Gobierno del PP, debían servir a ese propósito. Pero la principal baza para activar al independen­tismo es la actuación de la justicia contra políticos soberanist­as como Artur Mas o, sobre todo, contra la presidenta del Parlament, Carme Forcadell. Los recursos a la justicia que en su día anunció implacable la vicepresid­enta se pueden volver ahora en contra de su estrategia. El independen­tismo confía en que esas actuacione­s se produzcan más pronto que tarde y sirvan para movilizar a sus seguidores.

El PP estima que, si su estrategia fracasa, nada habrá perdido y, al menos podrá decir que lo ha intentado. La antigua Convergènc­ia considera que, después de cinco años de pulso al Estado, no puede echarse atrás sin una oferta que aborde el modelo territoria­l e incluya algún tipo de referéndum. Además, necesita una gran movilizaci­ón ante la cercanía electoral. Se avecina, pues, una sucesión de duchas frías y calientes que veremos adónde conducen.

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DANI DUCH Santamaría saluda a la delegación catalana encabezada por Junqueras en el Consejo de Política Fiscal

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