El ‘caganer’, ¿catalán del año?
Yo no digo que haya paralelismos con la vida política, con el proceso o el diálogo, con el referéndum o el referéndum, pero hay algo que nos debería unir a todos los catalanes: si ahora nos da por reivindicar ufanos el caganer, apaga y vámonos.
The New York Times nos ha pillado. ¿No podrían haber publicado un perfil de la first lady of Catalonia, un reportaje sobre el sexo y las cenas navideñas de empresa o el declive de la zambomba? Raphael Minder, autor del reportaje, se ha limitado a cumplir con su deber. El colega localiza un lugar del mundo donde un trámite fisiológico universal y sin gracia es elevado a la categoría de... ¿arte popular?, ¿tradición cavernícola?, ¿mal gusto elemental? Y donde florecen empresas y puestos navideños dedicados a figuritas que, salvo excepciones artesanas, no pasarían el corte en un bazar chino.
Eso es noticia, claro, y ahora todo el mundo –el mundo que lee The New
York Times– cree que hay una “región en el nordeste de España” –¡menos mal que no nombran Barcelona!– donde les parece gracioso representar personajes en cuclillas y con el culo al aire como si “en la gloriosa nación de Catalunya” no hubiera lavabos. Ni buen gusto. El entrecomillado se debe a que, vistas las sonrisas suscitadas por este catastrófico reportaje, he recordado el subtítulo de Borat: “Lecciones culturales de EE.UU. para beneficio de la gloriosa nación de Kazajistán”, cinta que nos instruye sobre lo orgullosos que están de su industria del potasio y sus prostitutas, “las más limpias de la región”.
–Todos los turistas preguntan, sorprendidos, por el caganer.
Eso comentaba una amable vendedora de belenes en la Sagrada Família cuya explicación sobre el origen de la figura me pareció elegante:
–Un payés descubrió que donde hacía sus necesidades mejoraba el cultivo. Que le daba suerte... Yo veo de un ruralismo moderno
Terra Baixa la escudella y el caganer sin pretensiones, secundario en el belén. Pero de ahí a elevar a un buen hombre que no tiene un lavabo en un kilómetro a la redonda a la categoría de actor de culto nacional...
No hay que ser Petronio para defender que, si bien los seres humanos tienen necesidades fisiológicas –ya sé, incluso los más poderosos–, conviene guardar pudor sobre un acto que sólo satisface al interesado.
¿Irreverencia? No fotem! –What the hell is this gift? It’s me? What kind of shit is this?
–Well, mister president. You are right. It’s... shit.
Ya me imagino a Donald Trump inquiriendo sobre su caganer al jefe de Gabinete de la Casa Blanca.
Hay que reconocer que si uno logra rentabilizar el caganer merece el Oscar a la emprendeduría, al empoderamiento del mal gusto o a la mejor puesta en valor de la mierda.
¡Aún le haremos catalán del año!
Rentabilizar algo tan vulgar como el ‘caganer’ es digno del Oscar a la puesta en valor de la mierda