La Vanguardia

El misterio del juguete estrella

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El año pasado fueron los muñecos de la Patrulla Canina. El anterior, la muñeca Elsa de Frozen. Y en 2013, los Furby. Cada año hay algún juguete que trae de cabeza a los Reyes Magos porque se erige en el regalo estrella, el que todos los niños piden y acaba agotado. “El juguete estrella es siempre un misterio , porque las modas infantiles son un poco imprevisib­les y si un juguete se empieza a vender más de lo previsto por el fabricante pronto se agota en algunos comercios, y al agotarse el deseo por él se multiplica, padres y madres lo comentan y eso hace que más gente lo quiera y el deseo se retroalime­nta”, explica la especialis­ta en juego Imma Marín. Desde AIJU, la pedagoga María Costa apunta algunos requisitos imprescind­ibles para que un juguete triunfe: “Debe ser una novedad, interesant­e y diferente; deben ser fácilmente comunicabl­es sus objetivos y la dinámica del juego; debe tener interés para el usuario y, sobre todo, tiene que tener eco entre el grupo de iguales (los niños o sus padres)”. Y esto último es lo más difícil y menos previsible. “Que algo se ponga de moda o no entre los niños no está totalmente determinad­o por la publicidad, ni por las series de televisión, ni por el número de piezas que se vendan; un día la peonza entra en el patio de los colegios, se pone de moda entre ese grupo, empieza a funcionar el boca a boca y, sin saber bien por qué, la peonza arrasa”, comenta. Admite que la publicidad y las licencias de películas o series influyen y están detrás del juguete más vendido en muchas campañas navideñas, como las muñecas Monster High en 2011-2012, o el reloj Omnitrix en 2008-2009. “Pero cuando Furby se puso de moda en 2013 no había serie detrás, y además ya había sido juguete estrella 14 años antes; y algo similar pasó con los patinetes metálicos, que de pronto engancharo­n a los niños y fueron la estrella del 2000”, ejemplific­a Costa. José Luis Linaza, del Observator­io del Juego Infantil, cree que la publicidad juega un papel determinan­te en las cartas a los Reyes porque convence a los niños de que no existe la oportunida­d de ser feliz si uno no tiene el último producto que se anuncia en la televisión o en las redes sociales. “Si los niños escribiera­n su carta en septiembre pedirían juguetes en genérico: un balón, un muñeco, coches... Pero cuando la escriben en diciembre ponen nombre y apellidos al juguete porque lo han visto en anuncios y piensan que ese es el que les hará felices”, indica.

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