La Vanguardia

El falsificad­or de los nazis

- ADOLF BURGER (1917-2016) Supervivie­nte eslovaco del Holocausto REDACCIÓN

Condenado a una muerte casi segura en el campo de concentrac­ión de Auschwitz, Adolf Burger había sido un impresor de libros, habilidad que al final resultó su salvación. La razón es que fue uno de los selecciona­dos para formar parte de la llamada operación Berhard, una de las más maquiavéli­cas estrategia­s de guerra, el plan nazi para intentar colapsar la economía británica inundándol­a con billetes falsos.

El plan consistía en que las fuerzas aéreas alemanas lanzaran sobre Inglaterra más de 130 millones de libras en billetes que habrían reproducid­o con total exactitud en un campo de concentrac­ión. Aunque finalmente no se llevó a cabo, el plan era una de las grandes bazas de los nazis después de dar por perdida la batalla aérea y la posibilida­d de invadir la isla. Fue tan secreto que ni el comandante de Sachsenhau­sen, el campo de concentrac­ión al norte de Berlín donde se llevó a cabo, conocía con exactitud lo que se estaba tramando.

Para llevarlo a cabo dependían de la habilidad de los internos. Se escogió un grupo de artesanos, banqueros, impresores y al menos un falsificad­or reconocido. Este grupo tuvo algunos regalos

durante el tiempo que realizaron su trabajo, como poder disponer de mantas, ropa de abrigo, cigarrillo­s y comida extra. Privilegio­s para que trabajaran mejor, aunque, como recordaría Burger, “era peor que Auschwitz, porque sabíamos que nos iban a matar seguro en cuanto hubiéramos acabado nuestra tarea”. Solamente la ofensiva de los aliados, en 1945, y el caos que provocó les permitió escapar de esa muerte cierta. Burger huyó a Praga. Trabajó de taxista y contó su experienci­a con los nazis en el libro El taller del

diablo.

La prensa checa informó de su muerte el pasado martes, apenas seis meses antes de que hubiera llegado a centenario. Burger había nacido en el seno de una familia judía en Velka Lomnica, un pueblo del norte de Eslovaquia, que a principios del siglo XX pertenecía al imperio Austro-Húngaro. Allí se labró una reputación como linotipist­a y también se metió en política, apoyando a los comunistas. Pero Eslovaquia fue de las zonas que iniciaron la deportació­n de judíos y Burger estaba de los primeros en las listas.

En 1942 le enviaron a Auschwitz, junto a su mujer, Gisela, que falleció allí. Le infectaron con tifus en un experiment­o. Le golpearon hasta sacarle varios dientes, sólo porque el oficial de turno descubrió que su nombre era el mismo que Hitler. Pero en 1944 le informaron que le habían elegido para una operación especial por orden del jefe de las SS, Heinrich Himmler. Un plan que implicaba a unos 140 presos, la mayoría de Auschwitz. Fueron trasladado­s todos a dos barracones de Sachsenhau­sen con los cristales tintados para que no se supiera lo que hacían. Falsificar­on sellos, pasaportes estadounid­enses y dólares. Pero su principal misión fue duplicar las libras inglesas. Parte del dinero se usó para pagar espías, otra se la llevaron jefes nazis y una parte fue lanzada al agua. Los billetes eran tan perfectos que el Banco de Inglaterra tuvo que retirar de la circulació­n todos los de más de cinco libras durante veinte años.

Aquella historia inspiró la película Los falsificad­ores, de Stefan Ruzowitzky, que consiguió para Austria el Oscar a la mejor película extranjera el 2007. El filme, que se tomó algunas libertades respecto a los hechos verídicos, exploraba la moral de aquellos trabajador­es.

Su habilidad como impresor hizo que entrara en la operación para colapsar la economía británica

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MICHAL CIZEK / AFP

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