El falsificador de los nazis
Condenado a una muerte casi segura en el campo de concentración de Auschwitz, Adolf Burger había sido un impresor de libros, habilidad que al final resultó su salvación. La razón es que fue uno de los seleccionados para formar parte de la llamada operación Berhard, una de las más maquiavélicas estrategias de guerra, el plan nazi para intentar colapsar la economía británica inundándola con billetes falsos.
El plan consistía en que las fuerzas aéreas alemanas lanzaran sobre Inglaterra más de 130 millones de libras en billetes que habrían reproducido con total exactitud en un campo de concentración. Aunque finalmente no se llevó a cabo, el plan era una de las grandes bazas de los nazis después de dar por perdida la batalla aérea y la posibilidad de invadir la isla. Fue tan secreto que ni el comandante de Sachsenhausen, el campo de concentración al norte de Berlín donde se llevó a cabo, conocía con exactitud lo que se estaba tramando.
Para llevarlo a cabo dependían de la habilidad de los internos. Se escogió un grupo de artesanos, banqueros, impresores y al menos un falsificador reconocido. Este grupo tuvo algunos regalos
durante el tiempo que realizaron su trabajo, como poder disponer de mantas, ropa de abrigo, cigarrillos y comida extra. Privilegios para que trabajaran mejor, aunque, como recordaría Burger, “era peor que Auschwitz, porque sabíamos que nos iban a matar seguro en cuanto hubiéramos acabado nuestra tarea”. Solamente la ofensiva de los aliados, en 1945, y el caos que provocó les permitió escapar de esa muerte cierta. Burger huyó a Praga. Trabajó de taxista y contó su experiencia con los nazis en el libro El taller del
diablo.
La prensa checa informó de su muerte el pasado martes, apenas seis meses antes de que hubiera llegado a centenario. Burger había nacido en el seno de una familia judía en Velka Lomnica, un pueblo del norte de Eslovaquia, que a principios del siglo XX pertenecía al imperio Austro-Húngaro. Allí se labró una reputación como linotipista y también se metió en política, apoyando a los comunistas. Pero Eslovaquia fue de las zonas que iniciaron la deportación de judíos y Burger estaba de los primeros en las listas.
En 1942 le enviaron a Auschwitz, junto a su mujer, Gisela, que falleció allí. Le infectaron con tifus en un experimento. Le golpearon hasta sacarle varios dientes, sólo porque el oficial de turno descubrió que su nombre era el mismo que Hitler. Pero en 1944 le informaron que le habían elegido para una operación especial por orden del jefe de las SS, Heinrich Himmler. Un plan que implicaba a unos 140 presos, la mayoría de Auschwitz. Fueron trasladados todos a dos barracones de Sachsenhausen con los cristales tintados para que no se supiera lo que hacían. Falsificaron sellos, pasaportes estadounidenses y dólares. Pero su principal misión fue duplicar las libras inglesas. Parte del dinero se usó para pagar espías, otra se la llevaron jefes nazis y una parte fue lanzada al agua. Los billetes eran tan perfectos que el Banco de Inglaterra tuvo que retirar de la circulación todos los de más de cinco libras durante veinte años.
Aquella historia inspiró la película Los falsificadores, de Stefan Ruzowitzky, que consiguió para Austria el Oscar a la mejor película extranjera el 2007. El filme, que se tomó algunas libertades respecto a los hechos verídicos, exploraba la moral de aquellos trabajadores.
Su habilidad como impresor hizo que entrara en la operación para colapsar la economía británica